Elecciones
Georgia decide en las urnas entre Bruselas o Moscú
El partido gobernante prorruso advierte contra una segunda Ucrania
Georgia se enfrenta este sábado a unas elecciones cruciales que pueden alejar definitivamente a este país de convertirse en miembro de la Unión Europea. Aunque en estos comicios tan solo se dirime quién continuará como primer ministro, tanto el partido en el poder como la oposición han convertido estas elecciones en un referéndum sobre el futuro del país.
El actual gobierno que pertenece al partido Sueño Georgiano lleva en el poder desde el año 2012. Aunque en un principio se presentó como una fuerza política pro-occidental y pro OTAN ( fue el responsable de incluir en la Constitución en el año 2017 la aspiración a ingresar en el bloque europeo y la Alianza Atlántica) en los últimos años ha virado hacía posiciones cercanas a Moscú.
El punto de inflexión llegó con la aprobación hace meses de una ley denominada de “agentes extranjeros” que obliga a los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales que obtengan más del 20% del presupuesto de otros países a registrarse como “portadores de los intereses de una potencia extranjera”. La oposición del país considera que este ley tiene como objetivo controlar a los medios de comunicación para cercenar la libertad de prensa y que ha sido redactada a imagen y semejanza de la normativa rusa. Bruselas también percibió aroma a Kremlin en esta iniciativa y, tras advertir a las autoridades del país de que no aprobaran este ley, acabó suspendiendo “de facto” la adhesión a la UE el pasado mes de julio. Georgia había obtenido el estatus de país candidato poco antes, en diciembre de 2023.
La aprobación de esta polémica ley desató protestas en el país y las heridas no han cerrado. La oposición considera que estas elecciones suponen un referéndum sobre si Georgia prefiere mirar a Moscú o a Bruselas. El partido gobernante niega esto último, pero también interpretan estos comicios como una cita trascendental. Para Sueño Georgiano, los partidos de la oposición están intentando convertir al país en una segunda Ucrania. “No a la guerra, elige la paz” es el lema del partido oficialista. Un tema muy sensible en la antigua república soviética, después de la operación militar rusa en 2008 en las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del sur.
Aunque ya no pertenece a la política activa, todas las miradas están dirigidas a Bidzina Ivanishvili, el fundador del partido gobernante y el hombres más riso del país. Aunque no ostenta ningún cargo oficial, todo indica que sigue gobernando el país desde las sombras. “Las elecciones coinciden con la alarmante situación geopolítica debido a la guerra en Ucrania. Llamo a todos aquellos que aman el país, a todos los patriotas, a votar. A ustedes puede no gustarle Sueño Georgiano, pero hay que votar por la paz y la estabilidad”, ha señalado el magnate de 68 años.
La oposición considera que este discurso forma parte de una estrategia más amplia de colaboración con Rusia y que incluye la puesta en marcha de vuelos directos a Moscú y la petición de perdón a la región separatista de Osetia del Sur. Ante la trascendencia de estas elecciones, las fuerzas opositoras han decidido unirse por primera vez en muchos años. Han optado por formar cuatro coaliciones y han acordado cohabitar y formar un gobierno técnico si logran la mayoría parlamentaria.
Bruselas vuelve a contener la respiración ante los comicios de este sábado. Moldavia se enfrentó el pasado domingo a una elecciones cruciales en las que el “sí” a la Unión Europea se impuso por un estrechísimo margen. Mientras el 50,4% de los votantes apoyaron cambiar la Constitución para que la antigua república soviética pueda adherirse al club comunitario, un 49,6% lo hizo en contra. El escrutinio fue tan ajustado que hubo un momento en el que el “no” pareció imponerse, en un recuento que se alargó toda la noche.
Tanto la candidata europeísta y actual presidenta del país como la Comisión Europea han denunciado la interferencia rusa en los comicios y todo indica que ha sido el voto de la diáspora moldava ha sido el que ha acabado inclinando la balanza por el “si”. En el incierto tablero internacional del siglo XXI, la Unión Europea es cada vez más consciente de la necesidad de atraer a su órbita a los países vecinos como modo de contrarrestar los tentáculos de Moscú y Pekín.
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