Sucesos
El "monstruo de Amstetten" quiere volver con su mujer: "tengo muchas cosas que explicarle"
Josef Fritzl mantuvo encerrada en un sótano durante 24 años a su hija, con la que llegó a tener siete hijos. Fue condenado a cadena perpetua en 2009
Asesinato, incesto, violación, privación de libertad, esclavitud y coacción con agravantes. Josef Fritzl, conocido como el "monstruo de Amstetten", tuvo a su hija Elisabeth encerrada durante 24 años en un sótano, al que acudía regularmente a abusar sexualmente desde que ella tenía 11 años. Fruto de sus atrocidades, nacieron 7 hijos. Uno de ellos murió por problemas respiratorios. No recibió atención médica y decidió incinerarlo en la caldera de la casa. Fritzl se mantuvo frío como el hielo hasta la tercera jornada del juicio, en la que escuchó el testimonio de su hija y se vino abajo. Reconoció los hechos y se declaró culpable. Fritzl, que ya cumplió una condena por violación en 1967, fue condenado de por vida en marzo de 2009 por múltiples delitos, incluido el de asesinato, violación, incesto y esclavitud. El secuestro salió a la luz en abril de 2008, cuando la mayor de sus hijos-nietos, de 19 años, fue hospitalizada. El sótano del horror fue rellenado de cemento para tratar de tapar todos los terribles acontecimientos que allí se produjeron.
Pero en prisión volvió a su frialdad habitual. De hecho, como después de su internamiento en el pabellón de enfermos mentales de la prisión de Stein, cerca de Viena, logró un permiso para un amplio proyecto inmobiliario, que incluía la construcción de 13 chalés adosados, un complejo de oficinas y un garaje subterráneo.
Ahora, 14 años después de ser condenado, ha decidido publicar una polémica biografía, en la que deja libertad a sus peores instintos, se burla de sus horribles crímenes y le pide una segunda oportunidad a su esposa, a la que tiene que "explicar muchas cosas".
En "Die Abgründe des Josef F (Los abismos de Josef F)", no muestra remordimientos y se muestra muy autocompasivo. Rosemarie se divorció de Fritzl hace 11 años y no quiere saber nada de él, pero el "monstruo de Amstetten" sostiene que todavía suela con volver a vivir algún día con ella, a la que describe como "el amor de mi vida" e incluso llega a indicar que estaría dispuesto a dormir en otra habitación si ella aceptara su petición.
Rosemarie, de 82 años, y Fritzl, de 87, se casaron en 1956 y tuvieron tres hijos. Según medios austriacos, se divorció de ella en 2012 después de que ella se negara a visitarlo en prisión, pero esto no ha llegado a ser confirmado por las autoridades del país. De hecho, el autor del libro sugiere en sus memorias que todavía están casados.
"Siempre me llevé bien con ella. Pero teníamos vidas muy diferentes. Tenía mi trabajo, mis viajes y, por supuesto, mis amores secretos. Siempre estaba buscando aventuras. Supongo que no la aprecié lo suficiente. Tengo mucho que explicarle. Dicen que no solo debes estar en paz contigo mismo, sino también con los demás antes de dejar este mundo", escribe. Por ello, le pide que le visite en prisión para poder aclarar las cosas.
"Aunque todo pasó hace mucho tiempo, todavía tengo a mi mujer en el corazón. Más que antes. Supongo que te vuelves más sensible con la edad. Pienso mucho en cómo se siente ahora después de todo lo ocurrido. Sería bueno si viniera a visitarme. Creo que es hora de hablar de lo que pasó. Para hacer borrón y cuenta nueva, por así decirlo. Hemos estado casados durante sesenta y nueve años, ¡no puedes borrar eso!", escribe en su biografía.
"Todavía estoy casado. Si me liberaran, me gustaría volver a estar con ella. Vivir juntos en una casa, incluso en habitaciones separadas. Por supuesto, solo si ella todavía quiere, si todavía cree en mí. En cualquier caso, siempre estaré aquí para ella. Me encantaría que te pusieras en contacto conmigo. Como puedes ver, soy un perro leal", añade.
Además, Fritzl -que justifica el encierro de su hija para protegerla de las drogas- habla de la importancia que tiene para él la familia: “El hogar de los padres era lo más importante. Hoy todo es completamente diferente".
Elisabeth desapareció en 1984, cuando tenía 18 años, después de que Fritzl la dejara inconsciente con un trapo empapado en éter y la arrojara a su prisión subterránea. La joven no volvería a ver la luz hasta el 26 de abril de 2008, cuando fue descubierta en el sótano clandestino debajo de la casa familiar en Amstetten (Austria).
En el libro, explica cómo comenzó todo y qué hizo para pasar desapercibido durante tanto tiempo. A la mañana siguiente de encerrar a Elisabeth en el sótano, "presenté una denuncia de desaparición en la comisaría local. El oficial tiomó nota de todo cuidadosamente y dijo 'tiene más de 18 años y puede hacer lo que quiera'". Salvado el primer escollo, Fritzl obligó a Elisabeth a escribir cartas a su madre explicándole que necesitaba pasar un tiempo fuera de casa. A los vecinos les dijo que su hija se había escapado para unirse a una secta. "No fue fácil, porque los remordimientos acerca de lo había hecho me atormentaban constantemente. Estaba constantemente en tensión. No había nadie en quien pudiera confiar. Tenía que mirar hacia adelante y continuar por el camino que había elegido".
Según relata en el libro, visitaba a su hija al menos tres veces a la semana y le llevaba comida y, a veces, flores. Sin embargo, Fritzl solía hacer largos viajes de vacaciones a lugares como tailandia, periodos en los que Elisabeth quedaba abandonada, sin luz, rodeada de ratas, excrementos y comida podrida.
"Cuando estaba lejos, me apartaba de todos mis problemas, incluido mi secreto. Todo estaba muy, muy lejos. ¡De lo contrario, me habría vuelto loco! Solo a veces, cuando estaba solo, me asaltaban pensamientos pesimistas. Pero los reprimía inmediatamente con alguna distracción o pensando en otra cosa", confiesa
Sobre los crímenes que cometió, escribe que "al principio era solo un juego mental. Pero me acostumbré. La idea, que antes me había parecido tan absurda como monstruosa, comenzó a tomar forma. Un día supe lo que tenía que hacer. Todo lo que quedaba era esperar la oportunidad adecuada. En esa lluviosa mañana de sábado había llegado el momento. El pensamiento se había convertido en realidad. Fritzl preparó a conciencia su prisión subterránea, que estaba tras una pesada puerta de metal escondida detrás de una estantería de su taller.
Fritzl es un hombre obsesionado con el sexo y el libro es un buen reflejo de ello. Gran parte de sus memorias están dedicadas a sus hazañas amorosas mientras trabajaba como comercial de una empresa danesa de hormigón. En este sentido, alardea de haber engendrado cinco hijos en la India y de haber tenido otro hijo con una mujer ghanesa mientras visitaba el país por trabajo. En esta línea, se jacta de que recibía regularmente cartas de una admiradora que le escribía "Te beso todos los días", pero que terminó la "relación" porque todavía quería a su esposa. También afirma que, incluso después de su condena, siguió recibiendo cartas de fans de sus admiradoras.
"Las cosas no sucedieron como contaron los medios. Ganaron millones con mi historia pero me cubrieron de suciedad. Aunque me apodaron el "monstruo del sótano", hubo gente que no se dejó amedrentar. Recibí cientos de cartas de todo el mundo en las que me animaban y me ofrecían apoyo", recuerda.
En cuanto al papel jugado por su mujer en el caso, también corrieron ríos de tinta. Durante los primeros meses se especuló mucho sobre la participación en los hechos de Rosemarie porque los investigadores no podían explicar cómo Fritzl podía haber escondido a su hija durante tanto tiempo sin que ella no supiera nada o tuviera una participación directa en los hechos. Pero la realidad es que nunca fue acusada y fue exculpada definitivamente después de un interrogatorio en 2011. Durante ese encuentro con la Policía, Rosemarie dijo que su marido nunca le dejó entrar en el sótano y que no tenía conocimiento de las atrocidades cometidas por el monstruo que dormía con ella.
Según desvela DailyMail, Fritzl ha solicitado un traslado desde el centro de alta seguridad de Stein, Broadmoor en Austria, a otra prisión menos estricta. Su abogada, Astrid Wagner, explicó que ha designado "a un nuevo experto en psiquiatría para evaluar a mi cliente, y confío en que podrá ayudar a que sea transferido". Y si esto ocurre, le acercaría a la libertad condicional. El libro ha sido escrito por su abogada, de 59 años, fruto de sus numerosas conversaciones en la cárcel, después de que comenzara a visitarlo de forma asidua hace unos años. Las memorias son fruto de las impresiones de Wagner sobre esos encuentros, mezclado con textos escritos por Fritzl.
El octogenario cambió su nombre a Mayrhoff hace seis años y los informes médicos indican que sufre demencia. Pero su abogada lo niega porque afirma que en sus numerosos encuentros con él no ha detectado ni un sólo síntoma de la enfermedad. De hecho, dijo que su defendido insiste mucho en sus ganas de reunirse con su familia. "Mi cliente está envejeciendo, se nota. Habla constantemente de su sueño de poder reencontrarse con los suyos y quiere que vayan a visitarlo".
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