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La guerra de Ucrania inflama los Balcanes: Rusia aviva las tensiones étnicas entre Kosovo y Serbia

Entre las consecuencias de la invasión está la necesidad de cortejar a los países de los Balcanes Occidentales para evitar que estos queden a merced de los tentáculos de China y Putin

Bomberos ucranianos extinguen un incendio provocado por un dron ruso en Kyiv
Bomberos ucranianos extinguen un incendio provocado por un dron ruso en KyivPavel PetrovAgencia AP

La guerra en Ucrania ha sacudido el terreno geopolítico mundial. Entre las consecuencias de la invasión de las tropas de Vladimir Putin se encuentra el replanteamiento de las relaciones de la Unión Europea con sus vecinos y la necesidad de cortejar a los países de los Balcanes Occidentales para evitar que estos queden a merced de los tentáculos de China y Rusia. Una reflexión que ya había comenzado antes de la contienda, pero que ahora se vuelve más acuciante.

Las protestas de estos países por el trato dado a Ucrania en el proceso de adhesión- el país en guerra ha conseguido en apenas unos meses el estatus de candidato, mientras ellos han debido esperar años- ha hecho que los Veintisiete estén rectificando sobre la marcha. El proceso de pertenencia al club comunitario para estos países se adivina largo, pero el enfoque ha cambiado. Se trata de que durante el proceloso camino, las relaciones sean lo más fluidas posibles, tal y como quedó reflejado en la cumbre del pasado 6 de diciembre en Tirana (Albania), la primera celebrada en un país de los Balcanes.

Entre las muestras de este acercamiento, se encuentran los acuerdos para que esos países dejen de depender de la energía rusa (1.000 millones de euros y la posibilidad de participar en las compras conjuntas de gas e hidrógeno verde del club comunitario); la inclusión de los universitarios en el programa de intercambio Erasmus y el recorte en el recargo de las tarifas de teléfono móvil de llamadas e internet internacionales (roaming) a partir de 2023.

Pero esta historia con final relativamente feliz está tropezando con el incremento de las tensiones entre Serbia y Kosovo, dos territorios que tras el fin de la guerra no han normalizado sus relaciones. Kosovo declaró su independencia de manera unilateral en el año 2008 – en 2023 se cumplirán 15 años- bajo el padrinazgo de EE UU y con la división de las cancillerías europeas. Aún hoy, la provincia con población de mayoría albanesa no es reconocida como Estado por cinco países europeos, entre ellos España. La guerra en Ucrania también ha inflamado las tensiones, ya que Rusia tachó como una traición lo sucedido en 2008 y considera Serbia como una de sus notas naturales de su influencia. A pesar de que Belgrado quiere formar parte del club comunitario, Bruselas ve con preocupación cómo el país balcánico pone una vela a Dios y otra al Diablo. Como muestra, se ha negado a adoptar las sanciones del bloque comunitario contra Rusia por la guerra en Ucrania.

Países candidatos a la UE
Países candidatos a la UEMiguel Roselló

En los últimos días, las tensiones entre Serbia y Kosovo van in crescendo. Los dos acusan al otro de estar inflamando la situación. La primera ministra de Serbia, Ana Brnabic, advirtió este pasado miércoles de que Kosovo “está al borde del conflicto armado” debido a la tensión entre la minoría serbobosnia y el Gobierno kosovar en la zona norte del país. “Estamos al borde de un conflicto armado debido a los actos unilaterales de Pristina”, dijo Brnabic, Aunque la mayoría de la población kosovar es albanesa, uno de los principales puntos de fricción es el trato recibido a la minoría serbia que reside en Mitrovica, al norte de Kosovo. Pristina niega estas acusaciones y aseguran que lo serbios que viven al norte del país llevan más de una semana con barricadas que impiden la libre circulación de las autoridades kosovares. El primer ministro del país, Albin Kurti, ve en lo sucedido la alargada sombra del Kremlin, que estaría echando más leña el fuego en la región como modo de compensar sus derrotas en el campo de batalla ucraniano. La OTAN vigila de cerca la situación, el mandato de Naciones Unidas de 1999 le otorga el poder de desplegar efectivos para mantener las seguridad.

Mientras tanto, Bruselas hace apelaciones a la calma, pero su papel de mediación para que los dos territorios puedan normalizar sus relaciones parece cada vez más complejo. La sensación es que se apagan fuegos, pero no se registran avances y que la precaria paz pende de un hilo. Si las tensiones se agravan en los próximos meses, puede ser una pesadilla para nuestro país que cogerá el timón del club comunitario el 1 de julio.

La diplomacia española define Kosovo como “una piedra en el zapato” y, aunque el reconocimiento de la provincia albanesa como Estado no parece cercana, en los pasillos del ministerio de Exteriores se asegura que, en caso de que los dos territorios normalicen sus relaciones, no tiene sentido ser “más papista que el Papa”. Pero este escenario parece cada vez más una quimera y esto complica este acercamiento del club comunitario a toda la región.

Como modo de mejorar las relaciones, el documento “La hora de comprometerse de nuevo con Kosovo y Serbia”, realizado dentro de los proyectos conjuntos Joint, aboga por un enfoque más flexible de la UE con los dos territorios que implique la liberalización de visados para Kosovo y su reconocimiento como país candidato a cambio de integrar a las minorías serbias; la apertura de los capítulos de ampliación menos sensibles para Serbia y la posibilidad de que España, aunque no reconozca a Kosovo como país, acepte sus pasaportes. Además, según esto texto, los cinco países que no consideran a Kosovo un Estado pueden remar a favor de que la provincia forme parte de otros foros internacionales como Naciones Unidas.

Según el texto escrito por Pol Bargués, Assem Dandashly, Hylke Dijkstra and Gergana Noutcheva, “la guerra de Rusia contra Ucrania ha puesto a los países de los Balcanes Occidentales en el punto de mira otra vez. Ahora hay una ventana de oportunidad de entre 12 y 18 meses para realizar acciones sobre el conflicto de Serbia y Kosovo ,ya que no hay grandes procesos electorales internos o externos hasta 2024, todos los actores tienen cierto margen para hacer concesiones y conseguir acuerdos”.