Geopolítica

Europa cierra el año en África con resultados negativos

La incapacidad de Europa a la hora de entablar relaciones diplomáticas sólidas con las naciones africanas ha concluido en beneficio de Rusia, China y los países árabes

FILE - French soldiers disembark from a U.S. Air Force C130 cargo plane at Niamey, Niger base, on June 9, 2021. France on Friday Dec. 22, 2023 completed the withdrawal of its troops who were asked to leave Niger by the country’s new junta, ending years of on-the-ground military support and raising concerns from analysts about a gap in the fight against jihadi violence across Africa’s Sahel. (AP Photo/Jerome Delay, File)
Militares franceses en Níger.ASSOCIATED PRESSAgencia AP

Este 2023 ha concluido como un año catastrófico para Europa en su “flanco sur”, sin dorar la píldora. El 20 de febrero, el Ejército francés formalizó el fin de sus operaciones en Burkina Faso; el 1 de junio cerró la base española en Koulikoro (Mali) y la totalidad de las fuerzas europeas se replegaron a la capital; el 15 de septiembre, Burkina Faso expulsó al agregado militar francés; el 27 de septiembre fue expulsado el embajador francés en Níger junto con la totalidad de la fuerza militar gala en el país; la MONUSCO (Misión de Naciones Unidas en Mali), ha concluido su retirada este mes de diciembre; este jueves cerró la embajada francesa en Níger; etc. El resultado inmediato de esto ha sido un creciente partenariado militar y comercial con países como Rusia, China, Turquía y las naciones árabes.

Otro grave volantazo vino cuando Níger y Burkina Faso anunciaron el 29 de noviembre su salida del G5 Sahel, una organización de Estados creada en 2014 bajo el amparo de Europa para colaborar en la lucha antiterrorista. Mali ya había salido en mayo de 2022 y no pasó una semana hasta que los miembros restantes de la alianza (Mauritania y Chad) anunciaron el inicio de su disolución definitiva. A cambio, se creó en septiembre una nueva coalición conocida como la Alianza de Estados del Sahel (AES) y que la integran Burkina Faso, Mali y Níger, naciones gobernadas por juntas militares y de posturas abiertamente contrarias a Europa. Se trata de un nuevo revés en la política de seguridad europea, desde que el embajador de rusia en Mali y Níger, Igor Gromyko, anunció esta semana la predisposición de su país a la hora de colaborar con la AES.

La alternativa al fracaso consistió para la UE en emitir el pasado 11 de diciembre un comunicado donde se confirmaba la intención de formar una nueva iniciativa al sur del Sahel, en Costa de Marfil, Benín, Ghana y Togo, así y como el golfo de Guinea. Tendrá una duración de dos años y vendrá con el fin de “desarrollar las capacidades necesarias para contener y responder a las presiones ejercidas por los grupos terroristas armados”. El temor a que los yihadistas irrumpan en las fronteras de estos países (como ya ha ocurrido en repetidas ocasiones en Togo y en Benín) es el leitmotiv de esta nueva etapa en la seguridad europea en África.

El ejemplo de Níger

Un ejemplo de la pugna entre Rusia y Europa puede verse en Níger.

La embajada francesa en Níger anunció este jueves la clausura de su delegación “por un tiempo indeterminado”, con motivo de la fricción creciente entre París y Niamey desde el golpe de Estado del pasado mes de julio. Ningún país europeo ha podido cogerle el relevo a los galos, y quién se llevará ahora el pastel nigerino, eso será algo que deberá conocerse en los próximos meses, pero dos contrincantes se enfrentan en los despachos y por vía diplomática para ser los ganadores: Rusia y Estados Unidos.

Desde Moscú, ya afianzados en Mali y Burkina Faso, ofrecen a la junta militar una alternativa en la cooperación militar para derrotar a los grupos terroristas, igual que han mostrado en otras naciones africanas su interés por colaborar en su desarrollo energético. A comienzos de diciembre, oficiales rusos visitaron a la junta en Niamey. Traen igualmente una retórica que encaja con la de los golpistas. Donde Estados Unidos y Europa pueden traer ese aire a neocolonialismo tan poco deseado, Vladimir Putin se ha esforzado por construir un discurso alterno a los valores occidentales y que se sirve del panafricanismo cuando lo necesita. Igual que el pueblo parece desear un partenariado con Rusia, como pudo verse en las imágenes que se recogieron durante el golpe de Estado.

Estados Unidos ya ha realizado sus primeras aproximaciones reuniendo en diversas ocasiones (la primera fue en agosto) a su nueva embajadora, Kathleen FitzGibbon, con el general Tchiani, mientras mostró desde las primeras semanas posteriores al golpe una intención conciliadora. Donde los franceses se han marchado, la base de drones de EE. UU. en Niamey todavía sigue operativa, mientras rumores sin confirmar aseguran que Estados Unidos proveerá de material militar al ejército nigerino en los próximos meses.

El interés de Washington por mantener su presencia en Níger nace de la reciente incapacidad de Francia de defender los intereses de la OTAN en África, pero también de su posición colindante con países como Libia, Nigeria, Mali y Argelia… naciones de gran relevancia en el mapa africano.

Entre otros éxitos de Rusia, la II Cumbre Rusia-África pudo celebrarse como un éxito este verano en San Petersburgo, estrechando Vladimir Putin las alianzas que se han dejado ver en los meses siguientes con Burkina Faso, Níger o Guinea Bissau. La reestructuración de Wagner en las Africa Corps creadas tras la muerte de Prigozhin también permiten a los mercenarios participar en un creciente número de países a cambio de un precio razonable para sus gobiernos.

Un diplomacia que se estanca

El sentimiento de rechazo entre los africanos al enfrentarse al europeo ocurre de forma proporcional al número de llegadas de inmigrantes a las Canarias, que este año también concluyen con máximos históricos (más de 31.000 personas), y a Europa en general. Qué consecuencias podría traer esta combinación a largo plazo pudieron verse también este 2023 en Francia, donde la muerte de un joven magrebí a manos de la policía gala concluyó con decenas de ciudades infestadas por las protestas violentas. Europa sigue sin atinar en sus relaciones con África, agriadas por la herida colonial, incluso cuando el rey Carlos de Inglaterra pidió disculpas en Kenia por lo ocurrido durante la colonización británica. Utilizó en su discurso un lenguaje evasivo y exento de responsabilidades, sin reparaciones que satisficieran a los afectados.

Puede decirse, sin miedo a caer en el error, que Europa está perdiendo la batalla en África. Porque es una batalla contra el yihadismo que se extiende y contra los valores autoritarios. De nada sirve mantener relaciones con Senegal o Costa de Marfil, si sus poblaciones ya empiezan a apoyar a candidatos presidenciales opuestos a Europa, adivinándose un 2024 en la misma línea que este año. Francia es la gran derrotada por segundo año consecutivo mientras España gasta sus esfuerzos en la cuestión migratoria, que es lo que concede votos aquí. Alemania mantiene una presencia intermitente en el Sahel pero se ha distanciado de Namibia, antigua colonia y lugar predilecto para los veraneantes que no van a Mallorca, etc.

Estados Unidos (que no es Europa), ha cerrado acuerdos militares con Marruecos, se acerca a la junta en Níger, ha recuperado el ritmo de su cooperación con Somalia en la lucha contra Al- Shabaab, prosigue con naturalidad sus relaciones con Ruanda y República Democrática del Congo y recientemente pretende organizar una coalición internacional que proteja el comercio en el Mar Rojo. Coalición que España, por cierto, ha bloqueado en Europa.