Reino Unido
Escocia se aleja de la secesión diez años después del referéndum
El declive de los independentistas y la falta de apoyo popular impiden la celebración de un segundo plebiscito
Fue a la salida de misa -donde se leyó una oración para “pedir a Dios que nos salve de opciones erróneas”- cuando Isabel II se acercó ante los parroquianos y recalcó: “Espero que la gente piense con mucho cuidado sobre su futuro”. El hecho de que el entonces premier David Cameron tuviera que pedir auxilio a la mismísima reina demuestra hasta que punto los independentistas estuvieron apunto de conseguir su sueño. Aunque finalmente el 55,3% de los escoceses terminaron votando a favor de la permanencia en el Reino Unido. Se cumplen ahora diez años del histórico plebiscito de septiembre de 2014 -pactado con el Gobierno central- donde los escoceses tuvieron la oportunidad de elegir su destino.
En un más que discreto acto celebrado ayer en Edimburgo para marcar el aniversario, el responsable del Ejecutivo de Edimburgo y líder del SNP, John Swinney, recalcó que Escocia “está ahora más cerca de lograr la independencia” porque el referéndum llevó a Holyrood a obtener más poderes que han demostrado su capacidad para tener un “impacto positivo” en las vidas de los escoceses. “Nunca he estado más convencido”, señaló, citando la “dura realidad del control de Westminster”. Pero pocos le creen.
Diez años después, el apoyo a la secesión no ha cambiado. El 44% de los escoceses votaría hoy a favor de abandonar Reino Unido, según la encuesta de YouGov, casi el mismo porcentaje (45%) que votó por el “sí” en 2014. Sin embargo, los nacionalistas no cuentan con estrategia, líderes carismáticos ni entusiasmo.
El SNP sigue al frente del Ejecutivo de Edimburgo. Pero la máquina independentista lleva tiempo atascada. En la última década, han tenido cuatro líderes distintos (tres de ellos sólo en los últimos dos años). En las elecciones generales de julio, cayeron de 43 a nueve escaños. La formación, que tras la derrota en la consulta alcanzó un número récord de afiliados (más de 100.000), ha sufrido ahora un éxodo a favor del laborismo, que podría poner fin a dos décadas de dominio nacionalista en el parlamento de Holyrood en los comicios escoceses previstos para 2026.
El otrora formidable dúo formado por Alex Salmond y Nicola Sturgeon está roto y más que enemistado. Ella ha sido detenida en un proceso donde su marido (antiguo director ejecutivo del partido) ha sido acusado de malversación de fondos. Él fue acusado de múltiples casos de conducta sexual inapropiada (de los que fue absuelto) y ha formado un nuevo partido, Alba, que no hace otra cosa que dividir aún más el voto.
El considerado en su día `Braveheart del Siglo XXI´ organizó el pasado sábado una marcha en la plaza George Square de Glasgow, convertido en 2014 en la meca para los activistas. Pero a la cita apenas acudieron doscientas personas. “Todo lo que tenemos que hacer es reconfigurar el mobiliario político para que esa masa de apoyo al Sí encuentre una expresión política”, recalcó. Salmond sigue apostando porque Escocia será independiente “en la próxima década”. Pero sólo el 47% del electorado cree realmente que verá en vida una Escocia independiente, frente al 74% que lo ve imposible, según la última encuesta de More in Common.
Pese a que los independentistas aceptaron en su día que el referéndum de 2014 sería “único en una generación”, consideran ahora que el Brexit ha cambiado por completo las reglas de juego, ya que una Escocia independiente aspiraría a ser miembro de la UE.
El problema es que han terminado atrapados en una cruenta guerra civil, sin lograr desarrollar un programa político coherente para llenar el enorme vacío de su razón de ser, fingiendo que una nueva consulta popular era inminente, cuando está claramente fuera de la agenda.
Hay un obstáculo constitucional -en noviembre de 2022, la Corte Suprema británica dictaminó que el Parlamento escocés no podía legislar para una votación sin el permiso de Westminster- y otro electoral - el apoyo a la independencia nunca ha logrado una mayoría sostenida y clara del tipo que podría haber obligado al Gobierno central a acceder a sacar de nuevo las urnas -.
Y el descarrilamiento del SNP pone la puntilla. En mayo de 2021, el SNP se quedó a tan solo un escaño de la ansiada mayoría absoluta en las elecciones al parlamento de Edimburgo, pero el resultado siguió siendo considerado un triunfo histórico al conseguir su cuarto mandato consecutivo en Holyrood.
Con todo, la radical postura tomada por la dirección del partido respecto a la identidad de género –eliminado incluso la necesidad de un diagnóstico médico- fue un punto de inflexión para marcar el inicio del fin. Fue precisamente esta cuestión lo que precipitó la renuncia de Nicola Sturgeon. La sucesora de Alex Salmond, la que fuera estrella independentista, está investigada ahora por la policía por la misteriosa donación de 667.000 libras (761.000 euros) para un nuevo referéndum que nunca existió. Su marido Peter Murrell -ex director ejecutivo del SNP desde 1999 hasta 2023- ya ha sido acusado formalmente por malversación de fondos.
Las preguntas difíciles sobre el estado de la nación son cada vez más difíciles de eludir. La producción económica muestra un crecimiento modesto. La atención sanitaria sufre tiempos de espera cada vez más largos. Y el rendimiento escolar está muy por detrás del de Inglaterra. Se impone la realidad. El independentismo, hoy por hoy, ha dejado de ser un potente movimiento romántico.
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