Crimen organizado
Enemigo público de México
Tras pasar tres años en una prisión californiana en los años noventa, regresó a México, donde trabajó como policía municipal en el Estado de Jalisco y posteriormente se enroló en las filas de uno de los cárteles más sanguinarios de México.
Tras pasar tres años en una prisión californiana en los años noventa, regresó a México, donde trabajó como policía municipal en el Estado de Jalisco y posteriormente se enroló en las filas de uno de los cárteles más sanguinarios de México.
En el centro del relato actual sobre crimen organizado y narcotráfico en México, aparece en mayúsculas el nombre de Nemesio Oseguera Cervantes, «El Mencho», fundador y líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y principal objetivo del Gobierno mexicano durante el sexenio actual. Sin embargo, cada vez se oyen con más fuerza discursos que cuestionan la dimensión real del poder de los «grandes capos».
«El Mencho» ha sido el delincuente más perseguido del sexenio, el hombre más buscado del país. A mediados de agosto, las administraciones de México y Estados Unidos aumentaron la recompensa por información que lleve a su captura hasta los 30 millones de pesos y 5 millones de dólares, respectivamente. Es la suma más alta que anuncia México por un narco y solo la superan los 20 millones de dólares que Washington sigue ofreciendo por el histórico Rafael Caro Quintero, que públicamente se ha reconocido retirado y en la ruina. Al «Mencho» lo elevaron, esta vez de forma oficial, a la categoría de enemigo público.
Si el periodo del ex presidente Felipe Calderón (2006-2012) estuvo íntimamente ligado a Joaquín «El Chapo» Guzmán y el cártel de Sinaloa, Enrique Peña Nieto pasará a la historia como el presidente que sufrió los estragos de «El Mencho», cuyo poder creció a una velocidad inaudita a base de comercializar con metanfetamina, heroína y cocaína. Al menos eso dice el relato oficial.
Tras permanecer un corto periodo como policía municipal en el Estado de Jalisco, se incorporó a la estructura del Cártel del Milenio, una organización con solera en su natal Michoacán. Ahí recibió su formación y en pocos años ha sido capaz de tomar las riendas del espacio entre los Estados de Jalisco y Michoacán, según explica a LA RAZÓN Raúl Zepeda, experto en seguridad y profesor de la UNAM. «Es el heredero del Cártel del Milenio y ha conseguido su posición al hacerse con los espacios que controlaba La Familia Michoacana [otra organización conocida por su violencia extrema y sus tintes pseudoreligiosos]».
Mucho más crítico con esta imagen todopoderosa de Oseguera Cervantes se muestra Oswaldo Zavala, autor de un libro que ha puesto patas arriba la lógica tradicional que los medios han seguido al hablar de narcotráfico y cuyo título habla por sí solo: «Los cárteles no existen». En conversación telefónica con este diario sostiene que la llamada «guerra entre cárteles» es una explicación sencilla y digerible de la tremenda violencia que vive México, pero no es real. «Es real la violencia, pero no es real el alcance del poder de estos grupos. Si de verdad 'El Mencho' y el Cártel Jalisco fueran la mitad de lo que dicen que son, esperaría que fuesen mucho más allá».
La presentación en sociedad de «El Mencho» fue el 20 de septiembre de 2011 en Boca del Río (Veracruz), donde 35 cadáveres fueron arrojados frente a un centro comercial. Las autoridades confirmaron que era obra de un nuevo grupo llamado «matazetas», el CJNG.
Aunque la imagen de Nemesio Oseguera es icónica, existen muy pocos datos sobre su persona. Para Raúl Zepeda, esto se debe a una política de Estado: «Su perfil personal es poco claro porque el Gobierno [de Peña Nieto] ha seguido la estrategia de no dar información; no ha querido crear una narrativa espectacular de sus objetivos. Al contrario de lo que hizo Calderón, no solo con 'El Chapo', también con 'La Tuta' (líder de Los Caballeros Templarios) y con los (hermanos) Beltrán . La administración de Calderón daba mucha informació y eso le permitía inventar».
Por otro lado, el experto Zavala sostiene firmemente que México no es un Estado fallido, que posee un aparato de seguridad potentísimo y que es impensable que los supuestos cárteles de la droga controlen el territorio. «Me cuesta mucho creer que no haya conexiones con el Estado», asegura.
Mientras continúa el debate sobre el poder real o exagerado del nuevo enemigo público de México, la violencia no para de crecer. Julio volvió a romper otro récord histórico con 2.599 homicidios, y se convirtió en el más sangriento desde que comenzaron los registros en 1997. Es decir, en el país centroamericano se registraron la friolera de 88,7 asesinatos diarios. En lo que va de año suman 16.339. De continuar esta tendencia, 2018 superaría a 2017–25.316– como el año más violento de la historia y al sexenio de Nieto le sobraron 9 meses para superar en muertos la etapa de Calderón.
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