Ankara
El sultán Erdogan se mide en las urnas
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, está más presente en la campaña de las elecciones generales del próximo domingo que el propio primer ministro, Ahmet Davutoglu, actual líder de Justicia y Desarrollo (AKP). Como jefe de Estado, Erdogan no puede intervenir constitucionalmente, pero desde que arrancó la campaña hace un mes ha sido la figura más visible de su ex partido referente del islamismo conservador. El mandatario turco participa cada día en, al menos, un par de actos públicos que se convierten en mítines políticos a favor del AKP y que son retransmitidos por la mayoría de las televisiones. El presidente teme que la falta de carisma de Davutoglu pueda hacer que el AKP no gane las elecciones. Pero la causa de la dolencia del partido islámico no ha sido el primer ministro si no la política autoritaria del Gobierno que antes dirigía el propio Erdogan. Si bien el AKP ha sabido ganarse a los sectores más tradicionales del electorado limitando su apertura hacia el occidentalismo, nada tiene que decirle a otras bolsas de votantes como los jóvenes, urbanistas y mujeres. Los sectores más modernos de Turquía que expresan sus preocupaciones sobre el medio ambiente, la tolerancia sexual, el pluralismo étnico y religioso han mostrado su descontento desde las protestas del parque Gezi en junio 2013.
En realidad, el mandatario turco está haciéndole un flaco favor a su partido al haber tomado el protagonismo y mantener constantes riñas absurdas contra la oposición en vez de dedicar los mítines a hablar de la economía u otros asuntos que realmente preocupan al electorado. El crecimiento se ha ralentizado considerablemente, con una previsión del 3 por ciento o incluso menos para este año. Eso significa que Turquía no tiene ninguna posibilidad de frenar el desempleo, que alcanza el 11%.Con un PIB de casi el 6%, el déficit de cuenta corriente en 2014 fue el más grande en el club de los países de la OCDE. La lira se ha hundido casi un 40% frente al dólar en los últimos dos años. Parte del problema de la crisis financiera han sido también los megaproyectos de inversiones millonarias, entre los que destacan un tercer puente y un túnel a través del Bósforo, un «canal brutal» que une el mar Negro con el mar de Mármara o un palacio presidencial de 1.100 habitaciones en Ankara. Precisamente, el tema de debate ayer se centró en los retretes del palacio de Erdogan. Kemal Kiliçdaroglu, líder de la oposición, arremetió hace unos días contra Erdogan en un mitin de campaña, acusándole de tener «inodoros de oro» porque el presupuesto de la obra del palacio supera, oficialmente, los 400 millones de euros.
Lujos y ataques a la libertad
El presidente, al que se le conoce con el apodo del «Sultán de Turquía», volvió a ser el centro de atención de la campaña. Erdogan ha denunciado al líder de la oposición por «acusaciones infundadas e indebidas» y le reclama nada menos que 34.000 euros para reparar los daños ocasionados por lo que considera que son mentiras. Pero a pesar del déficit económico, las obras faraónicas y la falta de libertades, los sondeos pronostican un claro triunfo del AKP –con entre el 40% y el 42% de los votos–, pero no mayoría absoluta. A bastante distancia quedaría el principal partido de la oposición, el CHP, con entre el 26% y el 28%, seguido por el partido ultranacionalista turco MHP (15%-17%) y el partido izquierdista y nacionalista kurdo HDP (9-11%).