Tragedia en Pakistán: un ataque a una furgoneta escolar deja un saldo de dos niños muertos y seis heridos

Un violento ataque perpetrado el jueves en Pakistán contra una furgoneta escolar, en el distrito de Attock ubicado en la provincia oriental de Punjab, ha dejado un saldo trágico: dos niñas fallecidas y otras seis personas heridas, entre ellas el conductor del vehículo. Este lamentable suceso se suma a la larga lista de actos de violencia dirigidos contra estudiantes en la región, un fenómeno que ha generado profunda consternación y demandas de mayor seguridad en los centros educativos. Si bien en el pasado estos ataques se han atribuido a grupos militantes opuestos a la educación de las niñas, las primeras pesquisas policiales en este caso apuntan a una enemistad personal entre la familia del conductor y los desconocidos agresores.

El presidente del país, Asif Ali Zardari, condenó enérgicamente este acto «cruel y vergonzoso» y pidió a las fuerzas del orden tomar medidas estrictas contra los responsables además de solicitar a las autoridades competentes que brinden el mejor tratamiento médico a los menores heridos. El ministro del Interior, Mohsin Naqvi, expresó su pesar y afirmó que «quienes atacan a niños inocentes, no merecen ser llamados seres humanos», prometiendo que no habrá concesiones para los culpables.

El crimen ha generado una ola de indignación y consternación en el país, ya que ha levantado ampollas al recordar trágicos episodios anteriores de violencia contra estudiantes. Las autoridades han prometido llevar a los culpables ante la justicia y garantizar la seguridad de los centros educativos.

Pakistán se enfrenta a grandes retos en materia de educación debido a factores como el escaso acceso a la misma, las bajas tasas de matriculación, los prejuicios sexistas, la falta de profesores formados y las deficientes infraestructuras físicas. Ahora bien, la violencia de los militantes islamistas agravó aún más esos problemas, e interrumpió la educación de cientos de miles de niños.

Estos grupos islamistas han utilizado los ataques contra escuelas y universidades para fomentar la intolerancia y la exclusión, para atacar símbolos del Gobierno y, en particular, para imponer la discriminación de género impidiendo el acceso a la educación a las niñas. Este último desafío atrajo la atención internacional en 2012, cuando los talibanes dispararon en la cabeza a una joven escolar, Malala Yousafzai, por defender públicamente su derecho a la educación. No obstante, la activista sobrevivió al ataque y continuó su campaña, convirtiéndose así en la persona más joven –y la primera y única niña– en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2014.

Cabe recordar que el fatídico 16 de diciembre de 2014, precisamente seis días después de que Malala recibiera ese Nobel de la Paz, militantes armados atacaron la Escuela Pública del Ejército en la ciudad paquistaní de Peshawar, asesinando a 145 personas, la mayoría de ellas niños. Los asesinos recorrieron sistemáticamente todo el centro disparando sin compasión. El grupo Tehreek-i-Taliban Pakistan (TTP), denominado talibanes paquistaníes, reivindicó la autoría del asalto como venganza por una ofensiva del Ejército paquistaní en las zonas tribales de Waziristán del Norte, que comenzó en junio de ese mismo año. Se trató de uno de los atentados más mortíferos perpetrados contra una escuela en cualquier país.