Siria

De Molenbeek al Estado Islámico

La falta de integración lleva a 520 jóvenes belgas a unirse al grupo terrorista. El primer ministro belga se confiesa: «Ha pasado lo que temíamos».

Desde noviembre, los vecinos de Molenbeek se han acostumbrado a las operaciones policiales y a la presencia de los medios en su barrio
Desde noviembre, los vecinos de Molenbeek se han acostumbrado a las operaciones policiales y a la presencia de los medios en su barriolarazon

La falta de integración lleva a 520 jóvenes belgas a unirse al grupo terrorista. El primer ministro belga se confiesa: «Ha pasado lo que temíamos».

«Belguistán, nido de terroristas, Yihadistán...» son sólo algunos de los sinónimos que se utilizan para referirse a Molenbeek, el barrio multiétnico de Bruselas en el que se han criado la mayoría de los autores de las últimas matanzas terroristas en suelo europeo. A tan sólo un kilómetro del turístico barrio de Sainte-Catherine, en muchos comercios de Molenbeek es más útil saber árabe que francés. Las mujeres visten con hiyab y muchos hombres mayores van con su kufi. Durante años, la Policía belga, muy criticada por no atreverse a tomar medidas, no entra en algunas zonas y no se ha dado cuenta de lo que se estaba gestando. Los actuales gobernantes del equivalente a la alcaldía de Molenbeek acusan al Gobierno anterior de mirar hacia otro lado a cambio de votos de la comunidad musulmana. Con alrededor de 95.000 habitantes, este distrito bruselense alberga más de veinte mezquitas, siendo una de ellas la más grande de todo el país. «Uno de los problemas por los que hay tanta radicalización aquí es porque en Bélgica las mezquitas están organizadas por países y los imanes vienen directamente desde Marruecos, Pakistán... y muchas veces con un discurso anquilosado», explicó Sarah Turine a LA RAZÓN, concejal de Juventud, Cohesión Social y Diálogo Intercultural de Molenbeek.

En los años 70, en las estrechas calles del barrio se hablaba italiano y español hasta que en los 80 llegaron una gran cantidad de parejas marroquíes y argelinas. Ellos se integraron perfectamente, pero son sus hijos o incluso sus nietos, ya con nacionalidad belga, los que se han radicalizado. El dilema y la crisis de identidad, pero también el estigma, lanza a cientos de jóvenes hacia el islamismo más extremista, y de ahí al yihadismo el salto es más pequeño. Los reclutadores han hecho su agosto entre la juventud de Molenbeek. Es un barrio más pobre que la media, la tasa de paro entre los jóvenes es del 40% y el fracaso escolar, muy elevado. Bélgica es el país europeo que más combatientes por habitante ha enviado a Siria e Irak. Alrededor de 520 familias no han podido evitar que sus hijos se unieran a las filas del Estado Islámico (EI). Veronique Loute, fundadora de la organización «Des Parents Concernés» y con su hijo aún en Siria, reveló a este periódico que una de las madres vivió cómo sus seis hijos se marcharon a Siria. «Dos de sus hijos ya han muerto, otro perdió las extremidades. Fue hasta allí y al menos recuperó a sus dos hijas pequeñas». En las calles de Molenbeek, no recuerdan que, por ejemplo, Salah Abdeslam fuera especialmente religioso. «Bebía y fumaba muchos porros, no se le veía en las mezquitas», aseguró S. L. Tanto la concejal de Molenbeek como Loute, coinciden en que internet hace el resto. «Desde 2014, los jóvenes se radicalizan de manera más rápida y violenta. La fe no es algo secundario. Y no sabemos cómo pararlo». El propio primer ministro belga, Charles Michel, reconocía ayer que «ha pasado lo que temíamos».