Reformas en Cuba
Cuba elige a la Asamblea de la que saldrá el sucesor de Raúl Castro
El presidente abandonará el poder en el mes de abril
El presidente abandonará el poder en el mes de abril.
El proceso es el mismo de cada cinco años. Son 605 candidatos designados para igual número de escaños en la Asamblea Nacional, un sistema único en América Latina, que recuerda más a países como Irán. Deberán ser ratificados por más de ocho millones de cubanos mayores de 16 años, un 72% de la población. De ese grupo se eligen 31 aspirantes al Consejo de Estado, encargados de proclamar al presidente de Cuba el próximo mes, cuando Raúl Castro se retirará de la presidencia.
Ayer, en las calles de La Habana se respiraba la desidia de siempre. «Dicen que Raúl deja la presidencia, y que vendrá otro más joven, eso es lógico, pero Raúl no se va, Raúl seguirá con nosotros siempre, como está Fidel», dijo Raúl García, un jubilado de 79 años, uno de los primeros en votar en el municipio Diez de Octubre.
En cualquier caso, son los primeros comicios generales sin Fidel Castro, fallecido en 2016. Los pronósticos sugieren que la Asamblea Nacional resultante elegirá como sucesor de Raúl al actual vicepresidente primero, Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 57 años de lenta pero eficaz carrera en la escalera del poder cubano. Entre sus retos están levantar la economía en tiempos difíciles, después de que Venezuela redujese la cantidad de crudo que enviaba a la isla. Por otro lado, la Unión Europea ha levantado sus sanciones, lo cual significa nuevas ayudas; sin embargo, Estados Unidos no parece dispuesto a continuar con el deshielo.
Aunque se renueva más del 50% de la Asamblea, la emoción es mínima porque en Cuba sólo hay un partido. Según la Constitución, el Partido Comunista de Cuba –del cual Raúl continuará como primer secretario hasta 2021– es la «fuerza dirigente superior de la sociedad».
La participación suele llegar al 90% del padrón, aunque el voto es voluntario. Pero como todos estos comicios en la isla, éste también fue una farsa. No votar es mal visto socialmente y acudir a las urnas es considerado como un acto de soberanía y «reafirmación revolucionaria». El sistema se controla desde la base donde se vota a mano alzada para que nadie escape al ojo inquisidor del régimen. Así sucesivamente, hasta que los 31 elegidos nombren a un presidente marcado a dedo por el dictador.
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