Latinoamérica
Bolsonaro promete una firme oposición a Lula en su regreso a Brasil
Tras tres meses de autoexilio en EE UU, el expresidente brasileño se enfrenta a un incierto futuro judicial
Perdió, se fue y volvió. El expresidente brasileño Jair Bolsonaro cumplió su promesa y aterrizó en Brasilia tras tres meses de exilio voluntario en EE UU. Aunque se esperaba un recibimiento masivo por parte de sus seguidores, la cosa no tuvo ni mucho menos la magnitud que hacía presagiar la retórica de Jair Bolsonaro horas antes.
El expresidente aterrizó alrededor de las 6:37 en un vuelo comercial que había despegado de la ciudad de Orlando (Florida). Algunos de sus partidarios esperaban su llegada envueltos en la bandera de Brasil y con carteles de apoyo al polémico dirigente. A juzgar por los reportes locales, la afluencia no fue todo lo multitudinaria que hubiera cabido esperar. Según Noticias O Globo, hubo en el aeropuerto más policías en previsión de posibles incidentes que partidarios de Bolsonaro.
Muchos de los que se acercaron con la intención de ver a su admirado líder quedaron decepcionados, ya que Bolsonaro no se dejó ver y abandonó las instalaciones aeroportuarias por una salida lateral en medio de un fuerte despliegue de seguridad. Pese a la expectación generada, el expresidente, que viajó en la primera fila de un avión de la aerolínea Gol, se escabulló sin dar pistas sobre su futuro político. Para cuando el hijo de Bolsonaro, Eduardo, dio cuenta de que su padre ya no estaba en la terminal, muchos bolsonaristas se habían marchado también convencidos de que no iban a poder ver a su ídolo.
Quienes sí pudieron verlo y oírlo fueron sus compañeros de filas del Partido Liberal. Bolsonaro se dirigió desde el aeropuerto hasta la sede de su formación política, donde lanzó un mensaje de advertencia para Luiz Inácio Lula da Silva. «Esa gente que está en el poder ahora no va a poder hacer sencillamente lo que le da la gana», dijo. El mensaje suena a una clara amenaza a Lula, pero hay dudas de si no se trata de una bravuconada más, al estilo de las de su admirado Donald Trump, de un dirigente que se negó a admitir su derrota en las elecciones del año pasado, pero ha evitado hasta ahora aclarar si liderará la oposición al Gobierno. El ahora retornado dirigente evangélico enfrenta además un tormentoso horizonte judicial que bien puede acabar suponiendo el fin de toda su influencia política.
Bolsonaro llevaba fuera de su país desde el 30 de diciembre, cuando, dos días antes de tener que entregar el poder a Lula, se embarcó en un avión de la fuerza aérea con destino a EE UU. El presidente saliente había cuestionado una y otra vez la limpieza del proceso electoral que devolvió a Lula a la presidencia y, tras una apretada segunda vuelta, nunca reconocí el triunfo de su rival. Allí ha permanecido los últimos tres meses y tramitó ante las autoridades estadounidenses una visa de turista que le permitía permanecer en el país por seis.
Desde EE UU Bolsonaro siguió la violenta jornada del 8 de enero, cuando cientos de bolsonaristas se lanzaron al asalto de las sedes de las principales instituciones del Estado brasileño en Brasilia en un intento de evitar que se hiciera efectivo el veredicto de las urnas.
Como hizo en el Capitolio de Washington una muchedumbre enfurecida de seguidores de Trump, los bolsonaristas tomaron el Congreso brasileño, donde provocaron graves daños. Más de 1.500 personas fueron detenidas. El expresidente ha evitado condenar lo sucedido y hasta ahora solo ha dicho que lo «lamenta».
Bolsonaro es investigado por su papel en aquel episodio y la Justicia quiere aclarar si sus declaraciones y su negativa a reconocer la victoria de Lula propiciaron la toma violenta de la sede de la soberanía nacional.
A juzgar por la reacción de los principales organismos del Estado, incluidas las Fuerzas Armadas, de las que formó parte y de cuyo apoyo siempre presumió, que mostraron desde el primer momento su respeto y compromiso con el veredicto de las urnas, Bolsonaro podría haber iniciado su camino de salida de la política.
El expresidente es investigado también en otro proceso. Se le acusa de intentar importar ilegalmente joyas valoradas en millones de dólares que su esposa y él recibieron de Arabia Saudí en 2019.
Sin embargo, sería prematuro dar por muerto al expresidente. Su partido conserva la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, y ambas cámaras se han convertido en el fortín en el que resisten algunos de los más significados y fieles bolsonaristas, como el general Antonio Hamilton Mourão o la que fue su ministra de Familia, Damaraes Moraes. Todos, obstáculos difíciles de sortear para Lula y su agenda de gobierno.
✕
Accede a tu cuenta para comentar