Entrevista

Andrei Kurkov: «Una parte de mí murió el 24-F. La parte de mí que amaba la vida»

El escritor ucraniano Andrei Kurkov, autor de "Diario de una invasión" confiesa a LA RAZÓN que "desde febrero de 2022 no he publicado nada en ruso y no lo haré hasta que termine la guerra"

Andrei Kurkov
Andrei KurkovLa Razón

La invasión rusa ha sido una auténtica ofensiva a gran escala que no ha dejado ningún rincón de la vida de los ucranianos sin verse dañado por el conflicto bélico. Hasta el sector cultural ha sido gravemente afectado, no solo por el parón obvio durante una guerra de estas dimensiones, sino también porque las tropas del Kremlin han abierto fuego contra el patrimonio cultural de Ucrania. La UNESCO ya ha verificado daños en 240 sitios desde el 24-F. En total, 105 templos religiosos, 18 museos, 86 edificios de interés histórico y/o artístico, 19 monumentos y 12 bibliotecas.

Andrei Kurkov, el autor de «Abejas grises» (Alfaguara) y «Samsón y Nadiezhda» (Alfaguara) es uno de los grandes escritores ucranianos contemporáneos. Kurkov, que publicó en 2022 «Diario de una invasión» (Debate), explica en una entrevista con LA RAZÓN, el porqué de esta fijación del Ejército de Rusia por borrar la cultura ucraniana. «Las élites gobernantes tanto del Imperio ruso (antes de 1917) como de la Rusia soviética veían la cultura ucraniana como una amenaza. Querían controlar el territorio de Ucrania y sus riquezas (suelo rico, minerales, población trabajadora), pero siempre lucharon por someter el espíritu nacional ucraniano, basado en una historia compleja y una rica cultura, y que puede caracterizarse como extremadamente individualista y antagónico al gobierno autoritario», indica Kurkov. «Tanto los zares como las autoridades soviéticas introdujeron leyes para marchitar este espíritu debilitando la cultura y la lengua ucranianas. La hambruna artificial de 1932-33 fue una de las formas más espantosas y crueles en que las autoridades soviéticas intentaron quebrar el espíritu ucraniano y aniquilar físicamente a la población rural. No debería sorprendernos la determinación de Rusia de continuar con esta política».

En Ucrania también se libra una guerra cultural. «Si nos fijamos en la forma en que Rusia ha destruido importantes centros culturales –el Museo Maria Prymachenko, el Museo Grihorhii Skorovoda y saqueado muchos otros museos–, podemos ver una determinación por su parte de hacer el mayor daño posible a la cultura ucraniana». Asimismo, «está el asesinato de escritores, cineastas y académicos ucranianos, que tiene el doble propósito de dañar el paisaje cultural y asustar a la gente para que renuncie a todo lo ucraniano. Desde el otro lado, por supuesto, ha habido una reacción: todo lo ruso, por ejemplo, las estatuas de Pushkin y la poesía de este, la música de Tchaikovski se han convertido en anatema», reconoce Kurkov. Es más, este prolífico escritor nació en San Petersburgo en 1961 –en la época soviética–, y solía escribir sus obras en la lengua rusa, hasta, según confiesa, que comenzó la invasión.

Patrimocio cultural ucraniano destrozado por las bombas
Patrimocio cultural ucraniano destrozado por las bombasEUROPA PRESS/EFEAgencia AP

«Desde febrero de 2022 no he publicado nada en ruso y no lo haré hasta que termine la guerra. Rusia no es dueña de la lengua rusa. Es mi lengua materna y creo que tengo derecho a hablar y escribir en ella. Sin embargo, Rusia no necesita mis libros y la gente en Ucrania lee ahora mucho más en ucraniano. Puedo escribir y escribo textos documentales en ucraniano. También he escrito algunos cuentos infantiles en ucraniano y seguiré haciéndolo. En cuanto a mis novelas, seguiré escribiéndolas en ruso, aunque no las publique en ruso, sino solo traducidas».

Su sentimiento es compartido en Ucrania, desde el 24-F, muchos rusoparlantes han dejado de hablar su lengua materna e incluso se han apuntado a clases de ucraniano. Para Kurkov, la principal diferencia entre rusos y ucranianos es que «sin tradición democrática, los rusos tienen una mentalidad colectiva y admiran la figura de un líder fuerte. Los ucranianos son individualistas y tienden a no respetar a la autoridad».

Todo está salpicado por esta devastadora guerra. Hasta ha influido en el característico sentido del humor de los ucranianos. «A mucha gente le cuesta más reírse de algo ahora. Aunque parece que en muchos ámbitos existe la voluntad de conservar el sentido del humor. Lo vemos en los innumerables vídeos que muestran a las tropas de primera línea haciendo el tonto en sus momentos de relajación. También lo vemos en el trabajo de blogueros y periodistas. Aparte de todo lo demás, la postura del Kremlin es tan completamente risible que solo el horror que desatan en nuestro país nos mantiene serios la mayor parte del tiempo». Sin llegar a salir de la espiral de calamidades, le animo a que cuente su chiste de la guerra favorito. «Ante las amenazas de Putin de un ataque nuclear, cuando se les pregunta si se están preparando para el fin del mundo, los ucranianos responden: “Sí, lo estamos haciendo. Y para los próximos seis meses después de eso’’».

La gran cuestión es cómo transforma vivir en una guerra. Cómo lo impregna todo de muerte. Kurkov se sincera: «Creo que una parte de mí murió el 24-F. La parte de mí que amaba la vida. Sigo viajando y conociendo gente interesante, pero se parece más a la supervivencia. Ahora veo que debería haberme sentido así desde 2014: con el Maidan y la anexión de Crimea. Ciertamente, también entonces perdí algo de mi vitalidad, pero nada como esto. Es como si una parte de mí estuviera entumecida».

En estas terribles circunstancias, es difícil imaginar cómo puede quedar espacio para la cultura. Entretenerse o componer algo no relacionado con lo bélico. «Al igual que el humor, la importancia que sigue teniendo la cultura en Ucrania es un tributo al espíritu ucraniano. Los teatros siguen funcionando e incluso se han formado algunas compañías desde febrero. Los conciertos, la ópera y el ballet también continúan. Por supuesto, no en todas partes. Pero incluso en ciudades atacadas a diario con misiles, como Járkiv, se celebran actos culturales, si es necesario, en refugios antiaéreos. Y la gente quiere asistir. Ir al cine, a conciertos y a obras de teatro se ha convertido en un acto de rebeldía, pero también en una forma de terapia». Kurkov no tiene ningún interés en escribir una biografía del culpable de la sangría en su país. En cuanto a si Vladimir Putin es capaz de usar bombas nucleares contra Ucrania, el autor cree que «afortunadamente, no depende solo de él. No soy psicoanalista, pero creo que tiene un deseo abrumador de autoconservación. Esto también podría ser bueno».

Kurkov no tiene planes de publicar su «Diario de guerra» indefinidamente. «Me gustaría mucho volver a mis novelas sobre Kyiv durante la guerra civil de 1918-1921. Aunque todas las publicaciones sobre la guerra actual deberían empezar y terminar con una dedicatoria al valor de las fuerzas militares ucranianas. Y, por supuesto, cuanto antes acabe la guerra, mejor para la cultura y la literatura ucranianas y para mí mismo».