Estados Unidos
Dos años sin George Floyd: La herida del racismo sigue abierta
Biden designa a un número récord de afroamericanos en puesto de poder
Hay un antes y un después del 25 de mayo de 2020 en Estados Unidos. Ese fatídico día, George Floyd moría en Mineápolis a pesar de rogarle al policía que lo había detenido por comprar con un billete de 20 dólares supuestamente falso. “No puedo respirar”, suplicó varias veces sin aliento a Derek Chauvin mientras el agente de la Policía presionaba fuertemente con su rodilla el cuello del afroamericano hasta asfixiarlo. 8 minutos y 46 segundos de agonía.
Las imágenes grabadas por un videoaficionado dieron la vuelta al mundo, conmocionando a una sociedad globalizada con la dureza del abuso policial del país, hasta entonces permisivo, y reabriendo viejas heridas raciales todavía muy latentes entre los estadounidenses.
2020 era ya por entonces un año de covid-19. Las mascarillas, la distancia social, las restricciones por pandemia y las batallas partidistas frente a la contienda electoral de las presidenciales estaban a la orden del día, con un presidente en la Casa Blanca, Donald Trump, que se enfrentaba sin saberlo todavía a los días más oscuros de su mandato.Y, con la muerte de George Floyd, llegó la indignación.
El afroamericano, nacido en Carolina del Norte y residente en Minesota, era un tipo grandullón, “un gigante amable” como le definían sus familiares y amigos. Medía casi dos metros de altura y pesaba más de 100 kilos, a pesar de lo cual no opuso ninguna resistencia ante las autoridades. Pero su agresor, un policía blanco, abusó de su poder “con desprecio por la vida” y acabó pagando las consecuencias.
Antes de Floyd, el agente Derek Chauvin ejercía su profesión de policía con normalidad, a pesar de contar con 18 quejas en su registro y varios tiroteos con víctimas mortales. Pero, después de Floyd, las cosas cambiaron. La presión social jugó un papel clave en el caso y dio pie también a una sentencia sin precedentes contra el policía. Chauvin fue acusado, el 20 de abril de 2021, y declarado culpable por todos los cargos de homicidio accidental, homicidio no intencional con desprecio por la vida y homicidio no intencional en la comisión de delito grave. Una condena de 22 años y medio de cárcel, de los que se espera que cumpla 15 de ellos entre rejas.
La crispación de la población por la cruel muerte de George Floyd provocó la mayor oleada de manifestaciones y protestas raciales extendidas por todo el país en medio siglo de historia. Y, desde esas históricas movilizaciones raciales que se prolongaron durante meses, los agentes de la Policía y sus métodos a la hora de desempeñar su labor han estado en el punto de mira de una sociedad cada vez más polarizada.
También se han convertido, desde entonces, en herramienta de batalla partidista. El lema “Ley y orden” rescatado por Trump del ex presidente Richard Nixon o, lo que es lo mismo, “mano dura contra los delincuentes”, para abordar la creciente crispación en las calles de todo el país tras la muerte de Floyd encontró su contrapeso al cántico de “desfinanciar la policía”, que sirvió a los demócratas en campaña para aliviar la creciente tensión y acercarse al poder en la carrera hacia las presidenciales de 2020.
Nueva York eligió poco después a un ex agente de la Policía de raza negra, Eric Adams, como nuevo alcalde con la promesa electoral de abordar la desenfrenada ola de violencia y crimen que acecha la ciudad de los rascacielos y cuyos devastadores efectos se han magnificado con la pandemia. Adams contó con el apoyo mayoritario en las urnas por la esperanza del electorado de abordar la problemática con su amplia experiencia previa en las calles.
El nuevo edil ha marcado como una de las prioridades de su agenda política el tema de la seguridad, aunque no ha podido evitar que algunos graves altercados como el tiroteo en el metro de Brooklyn saquen de nuevo a la luz las necesidades más urgentes de la sociedad actual. Aumentar el número de agentes de la Policía en las calles o regular el uso de las armas son algunos ejemplos.
Asuntos divisorios entre partidos, con una sociedad ya de por sí dividida, que se unirán a otros cruciales como el aborto, y que acapararán todo el interés nacional en las próximas elecciones legislativas de noviembre, las Midterms, donde demócratas y republicanos se juegan la decisiva mayoría de ambas Cámaras en el Congreso estadounidense.
El racismo sigue siendo una herida abierta en Estados Unidos. De hecho, el altercado racial más reciente tuvo lugar este 14 de mayo en Búfalo, zona mayoritariamente negra de Nueva York. Calificado como “terrorismo doméstico” por el presidente Joe Biden, dejó un balance de 10 víctimas morales y tres heridos de bala por los disparos de un supremacista blanco de 18 años, que actuó premeditadamente bajo la mentalidad de la teoría conspirativa del “gran reemplazo” mostrando su matanza en directo.
Biden, para contrarrestar las desigualdades y hacerlas visibles con naturalidad, ha batido varios récords históricos en esa dirección como presidente de Estados Unidos. Menos hombres blancos y más mujeres negras en los altos cargos, será una de sus promesas electorales llevadas a la práctica que mejor definan sus años de mandato. La elección de su vicepresidenta, Kamala Harris; la designación de la jueza Ketanji Brown Jackson a la Corte Suprema o el nombramiento de Karine Jean-Pierre , la primera secretaria de prensa de color y LBTBQ de la Casa Blanca, sin olvidar al secretario de Defensa, Lloyd Austin, el primer afroamericano en el cargo del Pentágono.
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