Nairobi
África, un «país» de tópicos
Al igual que los españoles visten de torero y los mexicanos solo toman tequila, todos los africanos viven en un mismo país, son pobres y vagan desnudos por sus desérticos paisajes. Hoy es el Día de África, una buena ocasión para desmontar sus tópicos más célebres. Informa Javier Marín/Efe.
- África, el país más grande del planeta: Y también el mayor de sus tópicos. En el imaginario colectivo, es algo parecido a China, un estado de dimensiones colosales con miles de millones de habitantes de una sola raza. La realidad diferenciada de sus 54 países requiere un esfuerzo demasiado complejo para nuestra cultura de masas, y más tratándose de un país de pobres.
- Calor y sequía: Una escena habitual en el aeropuerto internacional de Nairobi es la del turista disfrazado con pantalones cortos (modelo explorador), camiseta y sandalias "todoterreno". Llega dispuesto a vencer al asfixiante calor y a las dificultades de una vida entre polvo y escasez de agua. Pero es julio, la temperatura en la capital keniana es de 10 grados centígrados y llueve a mares. De camino a su hotel, pedirá al taxista que encienda la calefacción y atravesará barrios de naturaleza desbordante.
- Los niños pobres y sus moscas: Sí, los hay, y no solo niños. Hay centenares de millones de personas por debajo del umbral de la pobreza (el 85% de la población en algunos países) y muy pocas interesadas en solucionarlo. Pero, aunque prevalezca la iconografía del niño asediado por las moscas en mitad de una tierra seca, también hay urbes modernas, autopistas, coches caros y una escala social que incluye clase media y ricos. Estos últimos, muy pendientes, además, de unas previsiones de crecimiento superiores al 25% en algunos casos.
- No tienen nada, pero se les ve felices: Pregunte a uno de esos africanos "felices"si le gustaría mantener su salario de 70 euros al mes y continuar viviendo en una chabola durante el resto de su vida. No tienen casi nada, pero, como al resto de nuestra ambiciosa especie, les gustaría tener más, mucho más. Si no andan siempre llorando desconsoladamente, e incluso tienen tiempo para la sonrisa, es porque pertenecen una cultura más dura y resignada cuya aspiración cotidiana es trabajar y comer.
- La tierra de los masai: Todos los africanos con estudios viven Occidente y los que quedan son aborígenes en taparrabos pertenecientes, sin excepción, a la tribu masai. Indígenas hay, pero solo en zonas remotas, y además de lanza llevan móvil. Masais también, incluso en las ciudades, donde se les puede ver vestidos con pantalón, camisa y zapatos, pero solo representan el 1% por ciento de los 42 de grupos étnicos que hay en un país como Kenia. Los kikuyu, meru, luo, kalenjin, kisii o kamba, además de sonar a exabruptos, nunca serán un icono pop.
- Animales por las calles: Es cierto, hay bastantes más que en las ciudades occidentales, pero ninguno tratará de comerse a un ser humano. Más bien al contrario, porque normalmente son pollos, gallinas, ovejas, vacas, cerdos y burros. Los animales salvajes, los que todo el mundo imagina campando a sus anchas, acechando a la población o comiéndose su césped, se circunscriben a zonas perfectamente delimitadas y controladas llamadas "parques naturales". Y no, en ninguno de ellos hay tigres.
- Comunicación por señales de humo: "Anda, pero si hay 3G", es otra frase típica en la terminal de llegadas del aeropuerto. A pesar del déficit generalizado de infraestructuras energéticas y comunicativas -cuya modernización se encuentra en fase de subasta internacional- es posible aspirar un nivel razonable de cobertura digital. También hay sorpresas como "Mpesa", un proyecto tecnológico sin parangón en el resto del mundo que permite pagarlo todo (desde un tomate a un billete de avión) con cualquier teléfono móvil, incluso los más antiguos, aquellos que no tenían internet pero sí botones de almohadilla.
- La vida es muy barata, tanto como en Asia: Pues no, sufridos turistas mochileros, África es un continente caro en todas sus manifestaciones. Lo es para los autóctonos, abocados en su mayoría a unas condiciones de vida miserables por unos salarios insultantes, y también para los expatriados, que en capitales como Luanda (Angola) afrontan alquileres mensuales de hasta 30.000 euros. Y el casero los cobra a cara descubierta, sin antifaz ni pañuelo.
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