Extrema derecha
AfD busca romper el «cordón sanitario» en el este de Alemania
La ultraderecha alemana reelige a sus líderes y confirma su posición prorrusa en un congreso celebrado en Essen
La ciudad de Essen vivió este fin de semana dos realidades totalmente opuestas. Mientras decenas de miles de personas se congregaron para protestar en los alrededores de la Grugahalle, el pabellón deportivo elegido por el partido ultra Alternativa para Alemania (AfD) para celebrar su congreso federal, en el interior del recinto reinó la calma. Afuera unos 4.000 agentes de policía, drones y al menos tres cañones de agua se emplearon duro para garantizar la seguridad de los 600 delegados de esta formación, que tuvieron que sortear vallas y sentadas de los manifestantes que portaban pancartas con lemas como «derechos humanos en lugar de ultras». El interior del estadio era una burbuja. El pasillo que daba acceso a la sala principal varios puestos vendían la revista de derechas Krautzone que, en sus hojas, escribe sobre «nuevas derechas internacionales y conservadoras» y en las que Vladimir Putin, por ejemplo, obtiene cinco puntos por sus cualidades de liderazgo.
Como en el Grugahalle, el AfD continúa en su burbuja en lo que respecta a los escándalos de los últimos meses. En la caótica campaña a las europeas, sus dos candidatos principales fueron retirados debido a numerosos escándalos. Maximilian Krah, número uno en la lista electoral de esta formación, lanzó provocaciones, declaraciones misóginas e insultos extremos durante la campaña y uno de sus asistentes fue arrestado ante la sospecha de colaborar con los servicios secretos chinos. El otro candidato, Peter Bystron, fue interrogado por la policía ante la sospecha de blanqueo de dinero y sobornos relacionados con donaciones de círculos prorrusos. Si esto fuera poco, fueron expulsados de la facción ID en Bruselas, lo que significa que la AfD está ahora más aislada que nunca entre los partidos de derecha en Europa y, no obstante, apenas hubo debates abiertos sobre esto en el congreso. «La vida no sería si a veces no fuera diferente de lo que uno quisiera», dijo la líder del partido Alice Weidel, resumiendo de manera sucinta los últimos meses para AfD. «Hubo tirones y caídas, pero pudimos lograr un resultado excelente». Y quizá por eso, este fin de semana trataron de mantener la calma y de no salirse del guion.
El AfD sueña más que nunca con gobernar y por ese motivo su agenda se trabajó de manera relativamente estricta, sin discusiones ni disputas graves entre los asistentes. Los delegados votaron a favor de mantener el liderazgo dual y tanto Tino Chrupalla como Alice Weidel fueron reelegidos como líderes. Chrupalla recibió el 82,7% de los votos de los, aproximadamente, 600 delegados presentes en la votación, mientras que Weidel se hizo un 79,7%. No hubo candidatos opuestos ni preguntas críticas para ninguno de ellos a pesar de que hay suficiente material para discutir, especialmente en lo que se refiere a la desordenada campaña electoral europea y el enfoque vacilante de la junta. El AfD no logró mantener un debate amplio en Essen, como hubiera sido normal en otros partidos. Por lo demás, pocos cambios en el comité ejecutivo federal, a excepción de Hannes Gnauck que viene de presidir la organización juvenil Junge Alternative (JA), que la Oficina Federal para la Protección de la Constitución describe como «seguro de extrema derecha». La JA es extremadamente controvertida incluso dentro del AfD debido a su radicalismo.
El AfD perdió la oportunidad de aprender de sus errores. En cambio, se mostró confiada en la victoria antes de las elecciones estatales en Brandeburgo, Sajonia y Turingia. El partido, catalogado como sospechoso de extrema derecha por la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, espera asumir allí la responsabilidad gubernamental. Y esto debería ser solo el comienzo: la palabra elección federal ya se ha mencionado con mucha frecuencia y de ahí que sus opositores políticos fueron duramente atacados, tanto los partidos que conforman la coalición de gobierno como la Unión conservadora. En esta línea, también criticaron la supuesta desindustrialización de Alemania, la solidaridad con Ucrania o una política europea de coexistencia y, por supuesto, no faltó la agitación contra los extranjeros y contra la migración en general. No obstante, el partido no logró ofrecer ninguna solución real y en cambio, surgieron las viejas demandas populistas: detener la inmigración o deportar a extranjeros criminales. El lema habitual de la AfD: Menos Europa, más Estados nacionales.
¿Pero a qué se debió la inusual paz que reina en el Grugahalle? En comparación con la espectacular conferencia del partido de Essen en 2015, el AfD ha aprendido algo nuevo: los conflictos ya no se llevan a cabo con tanta frecuencia en un escenario abierto. El politólogo Wolfgang Schröder de la Universidad de Kassel habla incluso de una «vieja partidización» del AfD y más de cara a las próximas elecciones regionales. La AfD quiere convertirse en la fuerza más fuerte en Turingia, Sajonia y Brandeburgo y de ahí que una disputa abierta o el desmantelamiento de la dirección del partido habrían sido más que contraproducentes. Sin embargo, esta paz tan evidente podría ser frágil. Muchos miembros de AfD dijeron en Essen que, a más tardar, en la próxima conferencia federal del partido, las cosas volverán a ponerse realmente alborotadas debido a las muchas cuestiones no resueltas, por ejemplo, cuando se decida una posible candidatura a canciller en las elecciones federales de 2025. A más tardar en ese momento, la burbuja del AfD podría estallar.
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