Escasez
Las drásticas medidas que sufrirá Alemania para poder calentarse en invierno por la escasez de gas
El gobierno teme que Rusia corte totalmente el grifo energético y deje al país sumido en una grave recesión
El presidente ruso Vladimir Putin podría hacer temblar a los alemanes el próximo invierno. De frío. A pesar de contar con un excelente sistema de gasoductos, Alemania depende casi en exclusividad de Rusia para llenar esas cañerías de las que se surte una mayoría de hogares y el principal entramado industrial del país.
Por el momento, el periodo estival está regalando unas temperaturas cálidas pero la ciudadanía y desde la esfera política ya se mira hacia Greifswald, en el noroeste del país, donde junto a las ruinas de una central nuclear desemboca el Nord Stream 1, el gasoducto que lleva gas ruso a Alemania por el fondo del mar Báltico y que desde 11 de julio está vacío y nadie sabe por cuánto tiempo. Como cada año, y por labores de mantenimiento, el flujo de gas se ha detenido para dar paso a un complejo entramado de robots que se encargan de limpiar el sistema y buscar posibles grietas o daños de corrosión a través de las tuberías de 1,20 metros de ancho y 1.200 kilómetros de largo.
No obstante, cada día crecen las dudas sobre si Rusia volverá a abrir el grifo del gas. El mantenimiento técnico podría convertirse en un mantenimiento político y el Ministro federal de Economía, Robert Habeck, ya ha advertido lo que muchos temen desde hace mucho tiempo. “Existe una amenaza de bloqueo total del Nord Stream 1″.
En el gobierno alemán aumenta la creencia de que el gasoducto quede vacío más allá de las labores de puesta a punto. Y hay varios motivos. No solo Rusia ha reducido el flujo hasta el 40% de la cantidad habitual, sino que está justificando la falta de entregas a las sanciones canadienses que supuestamente están impidiendo la devolución de una turbina que está siendo reparada allí y que es necesaria para el buen funcionamiento de la instalación. Para privar al Kremlin de este pretexto, el gobierno federal pidió a Canadá que devolviera la turbina y la semana pasada, el gobierno de Ottawa cumplió con esta solicitud y declaró que haría una excepción en las sanciones.
Si Rusia decide realmente bloquear el conducto, Alemania se enfrenta a un duro invierno. Por de pronto, no será posible llenar lo suficiente las instalaciones alemanas de almacenamiento de gas para los meses fríos. Si de normal se encuentran al 90% de su capacidad, ahora están a poco menos del 63. “La seguridad del suministro está actualmente garantizada, pero la situación es grave”, dice una portavoz del Ministerio federal de Economía. Dependiendo del escenario, los cuellos de botella de gas podrían ocurrir de diciembre a mayo, según la Agencia Federal de Redes. Sectores industriales podrían enfrentarse a operaciones de emergencia y, por ahora, el miedo a que se detenga la entrega está provocando que los precios suban rápidamente. Algunos consumidores ya están pagando el doble en su factura.
Las empresas gasísticas alemanas ya han dado la voz de alarma. Uniper ha sido la primera en pedir una ayuda estatal e incluso no se descarta una entrada multimillonaria del Estado. Como mayor cliente extranjero de la gasística rusa Gazprom, Uniper sufre como ninguna otra la pérdida de entregas rusas y se está viendo obligada a compensar los déficits con adquisiciones a costos muy altos. Berlín ha respondido aprobando una ley con la que quiere apoyar a esas empresas. Además, ya se ha dado luz verde para que las centrales de carbón inactivas se puedan volver a poner en marcha a fin de desconectar las centrales eléctricas de gas.
Con todo, el Bundestag vive en un estado de alarma y, a pesar del receso parlamentario de verano, los grupos están coordinando una sesión extraordinaria para poder atender la dramática situación. Por poner una pincelada de optimismo, desde el ejecutivo se dice que, a diferencia de todas las olas de la corona, se está actuando con previsión aunque con velada incertidumbre también se reconoce que si hubiera que aplicar la tercera y última etapa del plan de emergencia de gas debido a su escasez, los hogares o infraestructuras esenciales como hospitales o centrales de policía recibirían protección especial, lo que obligaría a la economía a dar un paso atrás.
Los avisos y los llamamientos a la austeridad se han vuelto un habitual en estos días. “Todos en la industria y en privado deben hacer una contribución”, dijo el jefe de la agencia de redes, Klaus Müller, en declaraciones a la televisión pública ARD. “Y sí, eso también incluye acortar el tiempo debajo de la ducha o bajar un poco la calefacción”. Igual de agoreras suenan las palabras de Markus Jeger, miembro de la junta directiva de la Asociación de Pymes, al periódico “Bild”. “Una escasez de gas tendrá graves consecuencias y muy pocas pequeñas y medianas empresas tienen los medios económicos para superar una situación así”. En paralelo, el presidente de la Asociación de Inquilinos, Lukas Siebenkotten, predice que las facturas de gas se duplicarán para los hogares.
Algunas ciudades alemanas ya han empezado a implementar medidas alternativas. En Ludwigshafen, por ejemplo, una sala de usos múltiples que también se utilizó como centro de vacunación se convertirá en invierno en una instalación de calentamiento, donde puedan acudir personas con pocos recursos o ancianos. Una idea que también se plantea en otras ciudades de Renania-Palatinado como Neustadt, Frankenthal o Landau.
Además, el alumbrado y los semáforos deben apagarse por la noche. En Düsseldorf, ya hay una campaña para alentar al ahorro de calefacción o Rendsburg, en Schleswig-Holstein, ya ha anunciado que este invierno no abrirá su pista de hielo, una las actividades más esperadas y queridas por los ciudadanos, con el fin de ahorrar energía. Asimismo, Múnich ya ha bajado la temperatura en las piscinas públicas y Núremberg ha cerrado tres de sus cuatro piscinas cubiertas desde mediados de julio hasta finales de septiembre. La lista implementada por las ciudades a los largo y ancho del país es interminable y desde la esfera política se hace un llamado a la solidaridad para, una vez más, evitar lo que muchos ya consideran un desastre.
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