Desafío
La mayor huelga ferroviaria en 30 años paraliza Reino Unido
Profesores, médicos y servicios de limpieza amenazan con sumarse para reclamar aumentos salariales frente a la inflación
Hace tiempo que las restricciones sociales impuestas por la pandemia desaparecieron en el Reino Unido. Y, sin embargo, los británicos se vieron ayer obligados a regresar a un extraño confinamiento. El país quedó paralizado por la mayor huelga ferroviaria en más de 30 años. Más de 40.000 trabajadores secundaron la llamada de los sindicatos para reclamar mejoras salariales en medio de una inflación que, según las estimaciones del Banco de Inglaterra, podría llegar este año al 11%.
La red de metro de Londres también llevó a cabo una huelga por separado por lo que la situación en la capital fue bastante caótica. Los paros ferroviarios están también programados para el jueves y sábado. Por lo que la gran parte de los británicos se ven obligados a volver a teletrabajar, como en tiempos del covid. Pero quedarse en casa no es una opción que se puedan plantear las personas con citas médicas o los millones de estudiantes que esta semana se enfrentan a los exámenes de acceso a la universidad.
Y esto podría ser solo la punta del iceberg porque los sindicatos ya han advertido que los paros pueden ser secundados también por maestros, médicos, trabajadores del servicio de limpieza e incluso abogados, a medida que el coste de la compra y el combustible se dispara.
En definitiva, Boris Johnson se enfrenta a su particular “verano de descontento”. La expresión en la política británica tiene unas referencias bastante preocupantes para el inquilino de Downing Street. La primera vez que se utilizó el “Invierno del descontento” -en referencia al íncipit de la obra Ricardo III de William Shakespeare- fue para describir las huelgas generalizadas de finales de la década de los 70 en medio también de una inflación galopante. Aquello acabó forzando el derrumbe del Gobierno laborista de James Callaghan. La pregunta es si pasará ahora lo mismo con el actual inquilino del Número 10, cuyo liderazgo entre sus propias filas está ya bastante cuestionado después de la moción de confianza que forzaron los rebeldes a principios de mes.
Johnson calificó ayer las huelgas de “malas e innecesarias” y argumentó que el sector recibió apoyo durante la pandemia y se hizo una inversión “colosal” en infraestructura ferroviaria. “Las medidas de fuerza hacen más difícil que la gente llegue al trabajo, arriesgando las citas de la gente, dificultando que los niños se presenten a los exámenes, todo tipo de agravantes innecesarios”, matizó en unos comentarios televisados antes de iniciar la reunión del Gabinete.
El premier aseguró que está brindando apoyo adicional a millones de los hogares más necesitados, pero recalcó que los aumentos salariales por encima de la inflación dañarían los fundamentos de la economía. “Los niveles sostenidos de inflación más altos tendrían un impacto mucho mayor en los paquetes salariales de las personas a largo plazo, destruyendo los ahorros y extendiendo las dificultades a las que nos enfrentamos por más tiempo”, apuntó. En términos económicos el discurso se entiende. En términos políticos, no. Sobre todo porque como abanderado del Brexit, el premier prometió hace relativamente poco que la “economía de mayores salarios y mayores habilidades” sería el gran pilar del Reino Unido fuera del bloque.
Las negociaciones entre sindicatos y Network Rail -la empresa pública que gestiona gran parte de las estaciones- junto a otros 13 operadores privados están en punto muerto después de que los sindicatos -que piden un aumento salarial del 7%- rechazaran la última oferta planteada el lunes del 3%.
“Las compañías ferroviarias han propuesto subidas salariales muy debajo de la actual tasa de inflación [ahora al 9%], a lo que hay que añadir que los sueldos llevan varios años congelados”, explicó el secretario general de los Trabajadores del Ferrocarril, Marítimos y de Transporte, Mick Lynch. “Por mandato expreso del Gobierno, las compañías tienen además intención de llevar a cabo el recorte de miles de puestos de trabajo y han sido incapaces que no llevarán a cabo despidos forzosos”, añadió.
El Ejecutivo indicó que tiene intención de presentar pronto un proyecto de ley para obligar a los operadores a ofrecer servicios mínimos en las huelgas, lo que ahora no ocurre. Fue una de las promesas que llevó en su manifiesto para los comicios de 2019. Pero, al cierre de esta edición, los planes seguían sin fecha programada.
De momento, la estrategia de Downing Street es aprovechar los paros para poner a la población en contra de los sindicatos y exponer la división que esta situación plantea en la oposición. El líder laborista Keir Starmer prohibió ayer a miembros de su equipo posar con los piquetes. Aunque muchos desafiaron sus órdenes.
Ante el caos ferroviario creado en todo el país, los británicos no miran con especial simpatía a los sindicatos. Pero si las huelgas se generalizan y abarcan múltiples sectores, la presión recaerá sobre el Gobierno. Y esto amenaza con poner en una situación realmente complicada al aún líder tory, a quien muchos no dan garantías de que vaya a ser el candidato del Partido Conservador para los próximos comicios.
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