COP26

La doble moral de la Cumbre del Clima: viajes en jet privados o un menú lleno de carne

Líderes de todo el mundo discuten en Glasgow sobre la lucha contra el cambio climático mientras su huella de CO2 durante estas dos semanas es mayor a la de meses de cualquier ciudadano del planeta

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Desde el pasado 31 de octubre y hasta el 12 de noviembre, los países se reúnen en la Conferencia del Clima (COP26) que tiene lugar en Glasgow, después de dos años sin poder concentrarse sobre uno de los temas que más importan a la sociedad: el cambio climático. El adiós al carbón, el objetivo de llegar a un calentamiento global máximo de 1,5ºC, la movilidad sostenible, el fin de la deforestación o un futuro verde y medioambiental son algunos de los motivos principales de la cumbre y que se buscan para evitar un futuro con el efecto invernadero y los fenómenos trágicos como protagonistas.

Las élites mundiales debaten sobre qué cambios se deben hacer y qué medidas implantar, desde acabar con los vehículos de combustión hasta la fabricación de materiales y productos sin energías fósiles, pasando también por la menor ingesta de alimentos como la carne, ya que se hablado que comer alimentos animales producen más gases del efecto invernadero o acaba con el agua. Unas ideas tan polémicas como controvertidas. Asimismo, los líderes mundiales se han olvidado de dar ejemplo en ciertos aspectos, como también han sido criticados por “decir a la gente lo que tienen que hacer mientras ellos no lo hacen”.

La utilización del transporte aéreo privado (jets privados) es algo común entre los diferentes mandatarios cada vez que tienen que cruzar océanos o países que se encuentran a larga distancia (o no necesariamente tan larga). Y para llegar al aeropuerto Preswick, de la capital escocesa, obviamente este medio ha podido verse más de la cuenta en tierras escocesas. Según un informe de la organización europea Transport & Environment, los aviones privados son 10 veces más contaminantes que los aviones de pasajeros. Además, este tipo de transporte es 50 veces más intensivo que un tren.

Las cifras son muy generales y pueden variar en función de cada aeronave, aunque uno de los modelos más comunes, el Cessna Citation XLS, quema en torno a 1.000 litros de combustible cada hora. Según estimaciones del Departamento de Estrategia de Empresa, Energía e Industria de Reino Unido, podría emitir más de dos toneladas de dióxido de carbono.

Para poner en contexto: antes de la COP26, tuvo lugar la cumbre del G20 en Roma. El trayecto desde la capital italiana hasta Glasgow tiene alrededor de 2.000 kilómetros y el tiempo estimado es de casi tres horas, lo que equivaldría a unas 13,5 toneladas de CO2. Un turista que proceda de Italia y que pase unas vacaciones en la capital escocesa (o viceversa) viaja en un avión comercial y deja una huella de CO2 mucho más pequeña que la que deja un líder mundial o persona que viaja en un jet privado.

Las emisiones de CO2 de los aviones privados en Europa aumentó un 31% entre 2005 y 2019, según datos de Transport & Environment. En 2020, con el auge de la pandemia de coronavirus, los registros de aviones comerciales se redujeron drásticamente, un impacto que apenas duró para los aviones privados. En este mes, registraron niveles iguales o superiores a los de antes de la epidemia. Siete de las rutas más contaminantes del mundo pasan por el viejo continente, encontrándose mayormente en el eje entre Reino Unido-Francia-Suiza-Italia, es decir, tres de los países que conforman el G7 (y por supuesto, el G20) y cuyos mandatarios han sido algunos de los más críticos con la población y han pedido ayudar lo máximo posible al medio ambiente.

En redes sociales, se viralizó una imagen (aunque posteriormente se ha demostrado que no pertenece a este año) en el que aparecían una gran cantidad de aeronaves de este tipo. “Más de 400 jets privados en la Cumbre Climática de Glasgow para decirte que tu furgoneta diésel va a acabar con la Tierra”, decía el usuario de Twitter que compartió la fotografía. Aunque se estima que hubo 182 vuelos de este tipo (menos de la mitad de los que se decía), según datos del servicio FlightRadar24, lo cierto es que a esa frase divulgada en la red social no le falta razón. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viajó de Washington a Roma y luego de Roma a Glasgow; su gira europea ha costado toneladas de CO2, contaminando más que una persona que viaja con su coche o furgoneta por España.

Un menú tan cárnico como polémico

Organizaciones ecologistas y activistas del medio ambiente se plantean serias dudas sobre la veracidad de las intenciones de los políticos. “Esta COP26 es hasta ahora igual que las anteriores y no nos llevará a ninguna parte. Son solo políticos pretendiendo que se toman en serio nuestro futuro y el presente de las personas que ya sufren los impactos de la crisis climática”, afirmaba la activista sueca Greta Thunberg en un especial de The New York Times, previo a la cumbre. Greta agregaba que “los políticos son prácticamente todos iguales sin importar en qué parte del mundo te encuentres”. “Cuando les explicas el problema, se ríen nerviosamente y empiezan a hablar de otra cosa”.

Los organizadores de la COP26 anunciaron que el menú se elaboraría con productos locales para reducir la huella de carbono causada por el transporte. Todo bien hasta que, viendo la letra pequeña, la carne, los lácteos y el pescado que tanto han pedido a la población que no tomen estaba presente en esas comidas y cenas. Más de la mitad de los productos son de origen animal, según datos de la organización.

Llama la atención que políticos y funcionarios que asisten a la cumbre y que han pedido medidas para consumir menos carne, como el gobierno de Reino Unido, que tiene en proyecto aplicar impuestos especiales sobre la carne roja y los lácteos, digieran a lo largo de estos días platos altamente carnívoros e insostenibles para la atmósfera, el cambio climático y los objetivos planteados.