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Racismo

Los vecinos de Mineápolis votan en contra de desmantelar el departamento de policía

La iniciativa impulsada a raíz de las protestas antirracistas tras el asesinato por un policía blanco del afroamericano George Floyd

Jornada de votación en Mineápolis para preguntar si se desmantela el departamento de policía David Joles/Star TribuneAP

Las propuestas de abolición de la Policía que surgieron en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd y la ola de protestas raciales que despertó se toparon este martes con un sonoro rechazo en la ciudad donde empezó todo. Los habitantes de Mineápolis rechazaron en una votación suprimir su cuestionado departamento de Policía.

La negativa, que llega en medio de los esfuerzos de activistas cercanos al ala más radical del Partido Demócrata por desmantelar los servicios policiales y una ola de criminalidad rampante en la ciudad, tendrá previsiblemente implicaciones a nivel nacional. La herida de la violencia policial contra los negros sigue abierta y supurando en Estados Unidos, a la espera de que un nuevo episodio pueda desbordar de nuevo la ola de la indignación, como sucedió el año pasado.

Pero los habitantes de Mineápolis, donde el agente blanco Derek Chauvin asfixió con su rodilla hasta matarlo al afroamericano George Floyd, en una imagen que dio la vuelta al mundo, dejaron claro en las urnas que no ven la abolición de la Policía como una solución. Los votantes dijeron no a la propuesta de sustituir la Policía por un Departamento de Seguridad Pública, una brumosa agencia que, según sus promotores, hubiera tenido un “enfoque global” de la salud y la seguridad ciudadana.

La propuesta descartada incluía el envío de profesionales de la salud mental para dar respuesta a ciertos avisos y una mayor inversión en iniciativas para prevenir la violencia, un intento de dar respuesta al hecho de que muchos de los sospechosos abatidos por efectivos policiales cada año en Estados Unidos son enfermos mentales.

Aunque los pronósticos apuntaban a un resultado apretado de la votación, el “no” se impuso finalmente por un 56% de los votos, una diferencia mayor de la esperada. La posibilidad de quedarse sin agentes armados patrullando las calles en un momento en que la ciudad sufre un auge de la violencia y la criminalidad influyó seguramente en la decisión de los votantes, aunque algunos de los activistas afroamericanos que la impulsaron culparon a la “desinformación”.

Se trata de la primera votación en la ciudad desde que la Policía mató a Floyd el 25 de mayo de 2020 y Mineápolis, como casi todo Estados Unidos, ha vivido desde entonces en una agria polémica en torno a la brutalidad policial y la igualdad racial. Si las imágenes de Floyd ahogándose bajo la rodilla del impertérrito agente Derek Chauvin provocaron indignación, similar repulsa merecieron para muchos estadounidenses la ola de disturbios y saqueos que siguieron en diferentes puntos del país.

Tras conocer el resultado, el alcalde de la ciudad, el demócrata Jacob Frey, llamó a sus convecinos a “unirse en torno a un cambio” en la seguridad ciudadana. El alcalde dijo que “Mineápolis está mandándole a todo el país el mensaje de que un cambio real requiere un trabajo real” y trató de nadar entre dos aguas: “Necesitamos un cambio profundo, estructural en la Policía en América. Al mismo tiempo, necesitamos que los agentes se aseguren de que trabajan directamente con la comunidad para mantenernos a todos a salvo”.

No está claro que las palabras de Frey vayan a calmar los ánimos. Él mismo se jugaba la reelección en la votación del martes. Aún no había logrado los apoyos suficientes para asegurarla.

Tradicional feudo demócrata, Mineápolis se debate entre la necesidad de acabar con lo que la mayoría consideran abusos policiales y mantener la vigilancia en las calles, especialmente en un momento en que los vecindarios del norte de la ciudad, hogar de la más desfavorecida población negra, viven bajo lo que los medios locales han descrito como “una epidemia de uso de armas del fuego”.

Una de sus residentes, la afroamericana Nicolle Dillard, le dijo al Washington Post: “Necesitamos a alguien a quien llamar, ¿y a quién vamos a llamar si no es a la Policía?”. Ella, como otros vecinos, cree que se debe aumentar la presencia policial en su barrio, no reducirla.