Elecciones
Fumio Kishida retiene el poder en Japón con su “capitalismo nipón”
El partido conservador gobernante que lidera el primer ministro Kishida se asegura una nueva mayoría parlamentaria en las elecciones
Si bien los pronósticos en Japón eran que el partido liderado por Fumio Kishida –que ha gobernado casi ininterrumpidamente desde 1955 salvo 4 años se enfrentaba a un posible desplome en las elecciones legislativas, parece que la coalición gobernante mantendrá el poder durante los próximos cuatro años en la tercera economía del mundo, aunque en una mayoría más pequeña que en 2017.
Estas elecciones se consideran la prueba más dura para el Partido Liberal Democrático (PLD) en casi una década, ya que el mayor partido de la oposición de Japón, el Partido Democrático Constitucional (PDC), ha formado una alianza con el Partido Comunista (PCJ) en un intento de desbancar a la coalición gobernante y disputarle su prolongada hegemonía.
La emisora pública NHK señaló que el PLD y su socio minoritario Komeito obtendrían entre el 239 y 288 de los 465 escaños, menos que los 305 logrados en los últimos comicios, pero más de los 233 necesarios para mantener una mayoría absoluta de la Cámara Baja.
El domingo 31 de octubre, la Cámara de Representantes nipona, se sometió a una prueba crítica para el recién elegido primer ministro Fumio Kishida. El PLD y su socio neobudista, pretendían mantener la mayoría absoluta, pero una oposición cada vez más unificada aspiraba a reducir la mayoría del gobierno, apuntando a una política más competitiva de cara al futuro.
A menos de un mes del inicio del mandato de Kishida, estas elecciones marcarán la pauta del Gabinete de Kishida, especialmente para consolidar su poder y así evitar una salida prematura del cargo para avanzar en la lucha contra los retos más difíciles de Japón.
Las elecciones a la Cámara Baja del Parlamento han supuesto la primera gran prueba para el recién estrenado primer ministro, que asumió el cargo a principios de este mes después de que su predecesor, Yoshihide Suga, se retirara tras solo un año en el puesto. Por muy rápida que parezca esta sucesión, la norma en Japón ha sido tener un nuevo primer ministro casi cada año antes de la era del ex primer ministro Shinzo Abe, que dirigió el país durante casi ocho años, desde diciembre de 2012 hasta septiembre de 2020.
Apodado “el candidato del statu quo”, ganó la carrera por el liderazgo del PLD el mes pasado al mantener políticas seguras que se ganaron el favor de la élite política conservadora dentro del partido. Pero al mismo tiempo, prometió reformar su gobierno para “recuperar la confianza de los ciudadanos”, citando la desconfianza en la política como uno de los principales factores que contribuyen a la baja participación de los votantes.
Japón tiene un grave problema de participación electoral. En las elecciones a la cámara baja de 2017, apenas votó la mitad de la población. El país ocupa el puesto 139 de 196 países en participación electoral, según el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, lo que pone de manifiesto un preocupante patrón de indiferencia política. Desde que la edad legal para votar se redujo de 20 a 18 años en 2016, la baja participación entre los jóvenes se ha hecho aún más prominente, ya que el 41% de los que respondieron en una encuesta realizada por Minami-Nihon Shimbun, aseguraron que “no” o “probablemente” no votarían por “no actualizar la dirección de su tarjeta de registro.”
En cuestiones fundamentales, como la revitalización de una economía en continua desaceleración, el control de los niveles extraordinariamente elevados de deuda pública, la erradicación de la corrupción en la política (una cuestión que socavó el prestigio del gobierno de Abe) y la mejora de la coordinación en el gabinete, parece que Kishida ha convencido al electorado de que sus recetas políticas tienen posibilidades de éxito.
El predecesor de Kishida, el ex primer ministro Suga Yoshihide, fue ampliamente criticado por no haber desarrollado una respuesta clara y eficaz a la pandemia del Covid-19. Además, Kishida aún tiene que establecerse como un líder decisivo con un programa de reformas y cambios que lo diferencie claramente tanto de Suga como del propio predecesor de éste, Abe Shinzo, que gobernó el país desde 2012 hasta 2020.
La popularidad de Kishida cuando asumió el cargo de líder era de tan solo el 56%, una cifra relativamente baja para un nuevo titular, y para algunos es visto como un prisionero de los miembros más antiguos y conservadores de la cúpula del partido, como Abe.
Mientras Japón sigue luchando contra el coronavirus, sus consecuencias económicas y la creciente presencia del ejército chino, el país necesita un liderazgo decisivo. Recuperarse de la pandemia debería ser una de las principales prioridades de Kishida, pero la opinión pública japonesa también está interesada en abordar los problemas a largo plazo relacionados con el envejecimiento de la población y la baja tasa de natalidad, o la reforma de los sistemas de pensiones y de asistencia sanitaria.
Kishida tiene su propia visión del futuro económico de Japón, que ha denominado un nuevo tipo de «capitalismo japonés». Al igual que la estrategia económica «Abenomics» del ex primer ministro Abe -que pretendía crear un «ciclo virtuoso» de más demanda, producción, ingresos y consumo-, Kishida tiene en mente su propio «ciclo» compuesto por el aumento de los ingresos y la distribución de la riqueza.
Gran parte de esto se centra en una política fiscal flexible, una política monetaria expansiva y una estrategia de crecimiento. Asimismo, ha afirmado que la lucha contra la pandemia constituirá su principal prioridad, conjuntamente con la reactivación económica.
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