Magnicidio

El asesinato del presidente de Haití agravará el caos del país caribeño

Jovenel Moïse no era querido, pero su muerte deja al país con un gran vacío de poder

El asesinato del presidente de Haití agravará el caos del país caribeño
El asesinato del presidente de Haití agravará el caos del país caribeñoThe EconomistLa Razón

Los oponentes de Jovenel Moïse, presidente de Haití desde 2017, querían desde hace mucho tiempo que dejara el cargo. Ahora lo ha hecho, pero no de la forma que esperaban. Un grupo de atacantes desconocidos disparó y mató al Moïse en el dormitorio de su residencia privada en una comunidad cerrada a las afueras de Puerto Príncipe, la capital, a primera hora del 7 de julio. También hirieron a su esposa. Claude Joseph, a quien el presidente designó como primer ministro interino en abril, anunció el magnicidio en un comunicado y dijo que se había hecho cargo del país caribeño. Haití ya se encontraba en crisis, en gran parte debido al gobierno de Moïse. Su asesinato ha echado más leña a las llamas.

La mañana siguiente a su muerte, las calles de Puerto Príncipe estaban inusualmente tranquilas, sin el rugido habitual de las motocicletas y el bullicio de los puestos del mercado, mientras los haitianos intentaban adivinar qué pasaría después. El aeropuerto de la ciudad estaba cerrado, al igual que la frontera terrestre con República Dominicana.

Y es que el asesinato ha conmocionado a un país que, a pesar de toda su historia de desgobierno y violencia criminal, fue la última vez que presenció el asesinato de un presidente en 1915. Los rumores se incrementan acerca de quién estuvo detrás del ataque. En la noche del 7 de julio, el jefe de policía anunció que cuatro sospechosos habían sido asesinados y dos más arrestados. Los atacantes probablemente eran mercenarios. La pregunta es: ¿quién los contrató? “Obviamente era alguien con mucho dinero y mucho poder”, dice Monique Clesca, ex funcionaria de la ONU.

Muchos señalaron con el dedo a los políticos de la oposición o las élites haitianas. Otros haitianos, que dada la historia del país sospechan de la interferencia extranjera, sospechan que el ataque provino del exterior, posiblemente de Venezuela o Estados Unidos. Joseph dijo que algunos de los atacantes hablaban español (los haitianos hablan en lengua criolla y en francés). Otro video hizo entrever que hablaban inglés y afirmaban ser agentes de la Administración de Control de Drogas de EE UU. Este no es ciertamente el caso, pero los rumores se suman a la actual situación.

No se trata del primer atentado contra la vida de Moïse, al menos, según él. En febrero, su gobierno arrestó al menos a 23 personas, incluido un juez superior y un oficial de policía de alto rango, acusados de planear un asesinato y un golpe de Estado. Moïse, un ex gerente de plantación que se refirió a sí mismo como “Banana Man”, no tenía pocos enemigos. Los críticos lo acusaron de estar involucrado en el robo de millones de dólares de PetroCaribe, un fondo de ayuda de Venezuela. Los opositores dijeron que su mandato terminó en febrero, cinco años después de que su predecesor dejara el cargo. Afirmó que su legislatura comenzó cuando asumió el poder, un año después, una posición respaldada por Estados Unidos, aunque la administración de Joe Biden instó a nuevas elecciones este año. Las protestas estallaron regularmente contra su gobierno.

A medida que se profundizaba la crisis política, Moïse se volvió más autoritario. Desde enero de 2020, cuando destituyó a todos menos a diez senadores en la legislatura bicameral, el presidente había estado gobernando por decreto. Usó sus poderes para crear una agencia de inteligencia y amplió la definición de terrorismo para incluir actos de disensión. Los manifestantes fueron atacados por gánsteres. Moïse negó haberles pedido que intimidaran y mataran a sus oponentes.

Los anteriores presidentes haitianos también han fomentado la violencia y la corrupción. Pero con Moïse la situación empeoró más aún si cabe. Los críticos lo acusaron de usar a pandillas en mayor medida para cumplir sus órdenes, mientras que tenía mucho menos control sobre ellas que los antiguos mandatarios. En las últimas semanas se han intensificado los combates en Puerto Príncipe; miles de personas tuvieron que huir de sus hogares solo en junio. Según algunas estimaciones, los secuestros en Haití se triplicaron el año pasado en comparación con 2019.

Aunque Moïse ha sido el foco del gran descontento, es poco probable que su muerte simplifique las cosas. “Era una persona complicada y con defectos, pero las personas que lo convirtieron en el único centro de atención de todo lo que está mal en el sistema de Haití pasan por alto las fallas más importantes de ese sistema”, dice Michael Deibert, un experto estadounidense en Haití.

Joseph posee poca legitimidad. Moïse había designado a Ariel Henry, un médico, como primer ministro permanente; debía asumir el cargo el día del asesinato. La constitución no prevé la falta tanto de un presidente como de una Asamblea Nacional, y el presidente del Tribunal Supremo, que podría arbitrar, murió hace dos semanas de covid-19. El asesinato también podría dificultar la celebración de elecciones para un nuevo presidente y legislatura, que deben realizarse en septiembre.

En muchos sentidos, Haití ya parece un estado fallido. Los hombres con armas llevan mucho tiempo aterrorizando a su gente. Solo el mes pasado Jimmy Chérisier, alias Barbecue, ex policía y líder de una alianza de pandillas, anunció una “revolución” contra el status quo (aunque muchos piensan que se refería a la oposición). La policía es más débil que las pandillas, que ahora pueden sentir que tienen las manos libres. Ahora que la anarquía ha alcanzado el cargo más alto del país, muchos haitianos temen lo peor.