Nueva era
Adiós a Netanyahu: el Parlamento israelí ratifica el “Gobierno del cambio”
Tras doce años consecutivos, Benjamin Netanyahu abandonará su cargo como primer ministro
Cuando Naftali Bennet subió al estrado de la Knesset para dar su discurso de toma de posesión como nuevo primer ministro de Israel, apenas pudo pronunciar dos frases seguidas. El barullo originado desde la bancada del Likud y los partidos ultraortodoxos era ensordecedor. Incluso el portavoz saliente del parlamento, Yariv Levin, se vio obligado a advertir a sus compañeros del Likud. Varios diputados de la extrema derecha “Sionismo Religioso” fueron expulsados del hemiciclo. Con 60 votos a favor y 59 en contra, Bennet fue proclamado premier del gobierno 36 del estado judío.
“El volumen de los gritos demuestra la pérdida de control durante vuestra etapa”, empezó Bennet. Desde la tribuna, defendió los planes de la heterogénea coalición de ocho partidos que le apoya. Primero, reconoció la sensibilidad y la urgencia del momento. “Me enorgullezco de lograr agrupar a gente de diferentes ideologías, que en este tiempo decisivo tomamos responsabilidad para parar esta locura”.
El líder de Yamina vaticinó una “nueva etapa en los vínculos con los residentes árabes de Israel. El crédito es para Netanyahu, que abrió el camino”, dijo en referencia a la entrada por primera vez en la historia de una formación árabe (Ra’am) al ejecutivo.
Luego, pasó a la cuestión central, la seguridad. “El conflicto con los palestinos persiste, nuestros enemigos amenazan la existencia del estado de Israel. Deseo que el alto el fuego se mantenga (en Gaza), pero si Hamas vuelve a la vía de la violencia, les golpearemos con brazo de hierro. Los palestinos deben tomar responsabilidad de sus actos”, apuntó. Además, priorizó la “tarea sagrada” de devolver a los dos soldados muertos y los dos civiles en vida que permanecen en manos de los islamistas.
A continuación, pasó a la carpeta exterior. “Seguiremos los acuerdos de paz con estados del golfo y entre pueblos de la región”. Y en un guiño a la Casa Blanca, quiso “agradecer al gobierno de Biden su apoyo a Israel durante la escalada bélica, y su compromiso histórico con nuestra seguridad”. Para Bennet, es fundamental recuperar el apoyo “bipartidista” en EE.UU., tras años de conflictivas relaciones entre Netanyahu y el Partido Demócrata.
Mientras proseguía el intenso runrún, Naftali Benet prometió que “promoveremos un discurso respetuoso. Esto no es un daño para nadie, sino un cambio de gobierno democrático. Trabajaremos para todo el pueblo, que nadie sienta pánico”. Y zanjó: “no somos enemigos, somos un solo pueblo. Pido al señor que me de fuerza para liderar Israel”.
A continuación, era el turno de su socio en el tándem de gobierno, Yair Lapid (Yesh Atid). Pero ante la insoportable crispación en el hemiciclo, el que está llamado a ser segundo en la rotación en el cargo de premier –ocupará el cargo en 2023-, se deshizo de sus papeles, donde escribió un discurso pro-unidad. Enojado, Lapid se limitó a afirmar: “vuestro comportamiento demuestra la urgencia que había de reemplazarlos”.
A continuación, fue el turno del nuevo líder de la oposición, Benjamín Netanyahu. En su caso, empezó a hablar entre un escrupuloso silencio. “Estoy aquí en nombre de más de un millón de votantes del Likud, y otro millón que votaron a partidos de derecha, que apostaban por un gobierno liderado por mí”. Recordando sus años como soldado en operaciones militares contra “el enemigo”, prometió que “seguiré trabajando para asegurar la seguridad, la existencia y el progreso de Israel”. Y según predijo, pronto logrará retomar el poder.
Desde la “valentía tecnológica, económica y militar”, dijo que desde el Likud “convertimos a Israel en una potencia mundial, sin rendirnos a presiones internacionales”. Luego, pasó a revisar los “logros sin precedentes”. “Millones de vacunas, que nos permitieron ser el primer país en dejar atrás el coronavirus”. También trató la estrategia frente a Irán, donde “a pesar de estar solos contra el mundo, frenamos su plan nuclear. Esto influyó a muchos países a vernos como la defensa regional frente a la agresión iraní”.
Para “Bibi”, los “Acuerdos de Abraham” marcaron un antes y un después: “dejamos atrás la doctrina de paz a cambio de territorios, por la de paz a cambio de paz”. Y repasó el legado de la era Trump, que “reconoció Jerusalén como la capital de Israel y trasladó su embajada”; o el vínculo personal con el presidente ruso Vladimir Putin, que “nos permitió que nuestra aviación operara en Siria para frenar el fortalecimiento de Irán en la zona”.
Tras la votación histórica en la Knesset, se produjeron convocatorias a favor y en contra del nuevo gobierno. Frente al Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, rabinos rodeados de cientos de jóvenes rezaron por la “tragedia” que consideran que se avecina. Por el contrario, en la plaza Rabin de Tel Aviv se desató la euforia entre miles de concentrados. Una pancarta rezaba: “el día en que la luz venció”.
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