Black Lives Matter
El inicio del juicio del caso George Floyd sienta a EE UU en el banquillo
La familia pide la condena del expolicía: “Chauvin sacó el alma del cuerpo de mi hermano, mientras suplicaba por su mamá”
Arrancó el juicio por la muerte de George Floyd. Un suceso que conmocionó a Estados Unidos y provocó la mayor oleada de protestas raciales en una generación. En el banquillo de los acusados está el agente de Policía, Derek Chauvin, que mantuvo durante casi diez minutos la rodilla sobre la garganta del detenido. El duelo entre la fiscalía y la defensa ha subrayado, precisamente, la causa de la muerte.
La acusación cita los peritajes forenses para concluir que el fallecimiento fue provocado por Chauvin. Nada más empezar el juicio, uno de los fiscales, Jerry W. Blackwell, se dirigió a los miembros del jurado y anunció que su objetivo es demostrar que Chauvin es «de todo menos inocente» y que debe ser condenado por el presunto asesinato el 25 de mayo de Floyd. Con ese fin, mostró uno de los vídeos del fallecimiento de Floyd, grabado por un transeúnte. En las imágenes se veía a Floyd tendido en el suelo y esposado, mientras se quejaba de dolor, llamaba a su madre y repetía una y otra vez: «¡No puedo respirar!» y «no puedo más».
Los abogados entienden que Floyd murió por culpa de una dolencia coronaria. En opinión del abogado, Chauvin hizo lo mejor que pudo dadas las circunstancias y el entrenamiento recibido. «Hizo exactamente todo para que capacitado durante el transcurso de sus 19 años de carrera, expuso el abogado», Eric Nelson. Pero como han señalado los comentaristas estadounidenses, se trata de un argumento endeble: no es lo mismo apelar a las decisiones rapidísimas y potencialmente fatales que un policía toma en, pongamos, un tiroteo, que en el caso de una llave prolongada durante diez minutos.
Delante suyo hay 12 hombres sin piedad, siete mujeres y seis hombres, de los que al menos seis son negros o mestizos. Las imágenes de lo sucedido, con el policía arrodillado incluso después de que Floyd perdiera la conciencia, detonaron la indignación nacional, dieron carta de naturaleza al movimiento «Black Lives Matter», enconaron el debate político y condicionaron de forma sustantiva las elecciones del 3 de noviembre.
De alguna forma EE UU revivió las imágenes más turbulentas de 1968. Ni siquiera los incidentes de 1992, cuando Rodney King, saldados con más de 12.000 detenidos y casi 3.000 heridos, ni los altercados de Ferguson y Baltimore, en 2014 y 2015, hicieron tanto por actualizar la herida racial, el debate sobre la violencia de la Policía y, de fondo, la desigualdad.
Como señalamos con ocasión del funeral de Floyd, hace apenas un lustro, en 2014, después de que Michael Brown muriera a manos de la Policía, las encuestas indicaron que uno de cada tres estadounidenses hablaba de un problema relacionado con la violencia policial. En el verano de 2020 la cifra había escalado hasta el 60%. De momento, y a falta de conocer la decisión del jurado, la familia de Floyd ya ha sido indemnizada por la ciudad de Mineápolis, que a principios de mes acordó realizar un pago de 27 millones de dólares a los familiares con independencia de la sentencia.
Con ocasión del acuerdo Rodney, hermano de Floyd, comentó que «el legado de George para aquellos que lo amaron siempre será su espíritu de optimismo de que las cosas pueden mejorar, y esperamos que este acuerdo logre precisamente eso: que mejore un poco las cosas en Mineápolis». El abogado de la familia, Benjamin Crump, que ha trabajado en casos tan notables como los de Brown, Breonna Taylor y Trayvon Martin, estimó que la indemnización enviaba «un mensaje poderoso de que las vidas de los negros sí importan y la brutalidad policial contra las personas de color debe terminar».