Coronavirus
Italia se pone al frente en la batalla europea por los coronabonos
Campaña del Gobierno de Giuseppe Conte en la UE El fondo de rescate que ofrecen los socios del norte es insuficiente para afrontar el gran reto de la reconstrucción del país tras la pandemia
La política italiana siempre fue mucho más lejos de sus fronteras. Con una economía orientada al exterior y una posición geoestratégica tradicionalmente entre dos aguas, sus dirigentes llevan más de una semana volcados en dar batalla en Bruselas. El punto de partida lo marcó la reunión del Consejo Europeo del pasado 26 de marzo, en el que Alemania y Países Bajos dieron un sonoro portazo a la propuesta italiana de la emisión de los llamados coronabonos, un instrumento financiero que tiene como objetivo que la UE asuma la enorme deuda que provocará la salida de esta crisis. Italia cuenta con el Gobierno de Pedro Sánchez como aliado, aunque el debate político en España sigue más enfrascado en cuestiones internas. También como siempre.
Mientras tanto, medio Gobierno italiano lleva días de hiperexposición en medios europeos. El primer ministro, Giuseppe Conte, concedió esta semana una entrevista a La Sexta, en la que recurrió al lenguaje bélico para afirmar que «España e Italia están en la misma trinchera». La idea era arrastrar a España a la presión para que la UE ofrezca una respuesta «compartida, coordinada, fuerte y rápida», basada en la emisión de títulos comunitarios que servirían para financiar los programas de reconstrucción. El presidente de la República, Sergio Mattarella, también ha olvidado su habitual discreción para pedir alto y claro «solidaridad europea de forma urgente». A ellos se suman el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, y el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, ambos italianos.
La última propuesta lanzada desde Bruselas es que los Estados puedan acudir al Mede, el fondo de rescate creado en 2012, sin ningún tipo de condicionalidad. Una reforma que había quedado varada, precisamente por la negativa de Roma, contemplaba que quien acudiera a este fondo debería reestructurar su deuda para hacerla sostenible. Eso supondría casi inevitablemente un impago por parte de Italia, cuya deuda pública asciende al 134% del PIB. Ahora Berlín garantiza que no habrá contrapartidas, aunque esta vía permitiría a los países pedir prestado un máximo del 2% de su PIB, unos 39.000 millones para Italia.
El Gobierno, sin embargo, tiene previsto aprobar en los próximos días un paquete económico que podría llegar hasta 200.000 millones, entre avales, líneas de liquidez e inversión directa. Hasta ahora se había reservado el arsenal aprobando una serie de ayudas inmediatas por valor de 25.000 millones, pero es evidente que el coste será mucho mayor. Por tanto, el ministro de Economía, Roberto Gualtieri, ha asegurado que la propuesta europea de recurrir al fondo de rescate es un buen inicio, «pero no basta, la solución debe pasar los bonos comunes». «Italia ha insistido, llegando a acuerdos con otros países como Francia, que no podemos reaccionar a un shock común y simétrico con políticas fiscales asimétricas que ampliarían las diferencias entre países», añadió Gualtieri.
El ministro de Exteriores, Luigi Di Maio, ha afirmado en el semanario alemán «Der Spiegel» que «no interesa cómo llamaremos a los instrumentos para salir de la crisis, sino encontrar una solución común». El exprimer ministro italiano Mario Monti sugirió otra posibilidad esta semana en una charla con corresponsales, en la que propuso la creación de unos bonos destinados a afrontar únicamente el gasto sanitario, que «no tengan en cuenta la deuda anterior, sino toda la inversión futura en este campo». El objetivo sería «conformar una salud pública comunitaria para afrontar nuevas crisis». «Los países del sur, como Italia y España, deberíamos dejar de pensar que la solidaridad es un derecho y un deber de los otros. Mientras que en el norte deberían comprender que estas acciones van también en su beneficio para mantener el mercado común», añadió Monti.
El analista político Giovanni Orsina considera que si Italia no consigue el suficiente apoyo europeo y tiene que cargar a sus hombros el peso de la deuda, «un escenario muy probable es que los mercados dejen de financiar al país, porque lo considerarían poco fiable para devolver los intereses, de modo que se dispararía la prima de riesgo». Y en una situación de este tipo, «aparecería el riesgo de impago, lo que supondría una amenaza mortal para todo el entramado europeo».
Varios sondeos ya vislumbran el incremento del euroescepticismo en un país que ha pasado en unos años de considerarse orgulloso del proyecto europeo a estar a la cola de la confianza en las instituciones comunitarias, con menos de un 40% de aceptación. Italia ya se sintió abandonada tras la crisis de los refugiados y «si la UE nos vuelve a dejar en la estacada, ¿qué partido se atreverá a enarbolar la bandera europeísta?», se pregunta Orsina. Conte se ha visto reforzado en esta crisis como garante de las instituciones, pero los populistas esperan su turno.