Israel
Netanyahu acaricia otra mayoría
El Likud, con el 92% escrutado, necesita solo dos escaños para formar nuevo gobierno. El primer ministro israelí comienza las negociaciones para romper el bloqueo político sin esperar al recuento final
Con más de un 92% del voto escrutado y a falta del recuento de las papeletas de soldados y diplomáticos, los resultados casi confirmaron ayer los datos a pie de urna: el Likud de Benjamin Netanyahu ganó los terceros comicios israelíes en menos de un año con 36 diputados, cuatro más que los obtenidos en septiembre. A la espera de aclararse si podrá formar coalición debido el proceso judicial que afrontará, todo apunta que si el «Rey Bibi» logra cuadrar las cuentas, continuará su carrera política como el líder más longevo de Israel.
El resultado del lunes confirmó el éxito de la campaña personalista del líder del Likud. Así logró «despertar» el voto en ciudades de la periferia del país, en parte gracias a la obtención de datos del registro electoral para localizar potenciales votantes. En total, sumó el 26,34% de los votos, y el éxito fue abrumador en feudos tradicionalmente «likudniks»: el 50% en Beer Sheva, un 48% en Ashkelon, o el 52% en Sderot. Azul y Blanco, que fue mayoritaria en ciudades liberales como Tel Aviv (48%) o Haifa (34%), no logró movilizar lo esperado a los votantes de otras urbes del centro del país, con histórica preferencia por el centroizquierda.
Si no bailan los números, el candidato opositor Benny Gantz habría perdido un diputado respecto a la segunda vuelta de septiembre (32). Y a ello se añade el estrepitoso fracaso de la izquierda judía, que presentándose en la coalición Avodá-Gesher-Meretz sumó siete sillas –a diferencia de las once que obtuvo por separado hace escasos meses–, por lo que las opciones de conformar un bloque de centroizquierda quedaron enterradas.
Los otros otros «ganadores» fueron la Lista Árabe Unificada, que con sus históricos quince diputados se consolida como la tercera fuerza; y el ultraortodoxo sefardí Shas, que subió de nueve a diez. La otra fuerza ultraortodoxa, Judaísmo Unido por la Torá, se quedó con siete; el sionismo religioso de Yamina con seis; e Israel Beiteinu, del derechista laico Avigdor Lieberman, con siete.
A pesar de la incontestable victoria de Netanyahu y de la euforia desatada entre su militancia, que lo festejó hasta altas horas de la noche, el bloque de derecha y religiosos suma 59 diputados, por lo que le seguirían faltando dos para la mayoría absoluta en la Knesset. Pero «Bibi», que ayer ya mantuvo un encuentro con sus socios –que ya le declararon lealtad antes de los comicios–, da por hecho que lo logrará: «Tengo la intención de ser el primer ministro de todos los ciudadanos de Israel, sin excepción. Ha llegado el momento de formar Gobierno, y detener las rondas de elecciones», afirmó.
En sus declaraciones, Netanyahu aseguró que el Ejecutivo que encabece aplicará la soberanía israelí «sobre partes de la patria» –refiriéndose a las colonias judías en Cisjordania, medida que recibió el empuje de Donald Trump con el «Acuerdo del Siglo»-, y que «logrará la paz con más países musulmanes» de Oriente Medio. Pero para hacerlo efectivo, las matemáticas le siguen sin cuadrar. Sus seguidores clamaban «¡no queremos un gobierno de unidad!», refiriéndose a la opción de fundirse en un Ejecutivo transversal con Azul y Blanco, un escenario que ya fracasó en septiembre.
En una sede de campaña que parecía un funeral, el ex jefe del Ejército Benny Gantz reconoció compartir «la sensación de dolor y decepción» de los activistas, porque «éste no es el resultado que hubiésemos querido. No devolverán a Israel al camino correcto», añadió. Y lo achacó a la campaña del rival: «Nosotros no mentimos ni inventamos historias. Fue la campaña de más bajeza en la historia, propagaron gran cantidad de difamaciones sobre el partido y sobre mí», dijo en referencia a las acusaciones de fragilidad mental, los infundados rumores sobre una relación extramatrimonial, o una grabación de su principal asesor, que reconocía a un rabino que Gantz no tendría la fortaleza necesaria para liderar el país.
Si efectivamente no cuajara un Gobierno de rotación con Gantz, el líder del Likud podría intentar convencer a Liberman. Pero el líder de Israel Beitenu, que por una parte declaró su compromiso para evitar unos cuartos comicios, reiteró que no formaría parte de un Ejecutivo de Netanyahu –del que renunció a finales de 2018 por «rendirse al terror» de Hamás en Gaza–, apoyado por las facciones ultraortodoxas, con las que mantiene una guerra abierta por sus propuestas laicistas. Recordó que Israel Beitenu «es un partido de principios y nos comprometimos con los votantes», pero la decisión final se tomará el jueves.
La otra carta a jugar para Netanyahu es «fichar» desertores. Ayer mismo, los parlamentarios de Azul y Blanco Tzvi Hauzer y Yoaz Hendel, proclamaron que no hay opciones de que cambien de bando. Ambos pertenecen al flanco derechista de la coalición de Gantz, y ya durante la campaña se especuló con su posible deserción. Por ello, el Likud activó otra vía: intentar convencer a la parlamentaria Orly Levi Abekasis, líder de Gesher, facción centrada en cuestiones sociales que se presentó en la coalición de izquierda, pero cuya líder proviene del partido derechista Israel Beitenu. También se especuló con un trasvase del líder laborista, Amir Peretz.
El presidente, Reuvén Rivlin, comenzará el 10 de marzo las consultas con los partidos que obtuvieron representación en la Knéset para valorar a qué candidato encarga la tarea de crear Ejecutivo. Su plazo límite para tomar una decisión será el 17 de marzo, coincidiendo con el comienzo del juicio a Netanyahu. De mantenerse los resultados Netanyahu se encaminará a un nuevo mandato presidencial. Esto daría comienzo a un período de 28 días para establecer una coalición gubernamental, que podría extenderse a 42 si el presidente Rivlin da su autorización.
✕
Accede a tu cuenta para comentar