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México

Los LeBarón se resisten al dominio del crimen organizado

Cruce de Versiones. La familia asegura que fue objetivo deliberado y el Gobierno mexicano mantiene la tesis del fuego cruzado

Family and friends grieve during a burial service for Rhonita Miller and four of her young children who were murdered by drug cartel gunmen, at the cemetery in Colonia Le Baron, Mexico, Friday, Nov. 8, 2019. The bodies of Miller and four of her children were taken in a convoy of pickup trucks and SUVS, on the same dirt-and-rock mountainous road where they were killed Monday, for burial in the community of Colonia Le Baron in Chihuahua state. (AP Photo/Marco Ugarte) Marco UgarteAP

El joven exdiputado recuerda la anécdota casi con nostalgia. Era finales de los años ochenta, tenía nueve años y estaba en Ciudad Juárez para un torneo estatal de ajedrez con otros compañeros de la sierra de Chihuahua. “íbamos caminando en la calle un grupo de unos 15 chicos buscando algo de cenar y por accidente nos topamos con el líder de la región. Sabíamos quién era, escuchábamos historias y canciones sobre él y uno de nosotros lo reconoció y lo llamó por su nombre. Nunca se me olvida que el hombre voltea, lo saluda y saca un fajo de billetes de 20 dólares de su bolsa y a todos nos regaló uno. Yo no lo alababa ni mucho menos, pero era una persona importante, casi un gobernador: ayudaba a las escuelas, a la iglesia, construía lugares de esparcimiento para la gente.”

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Alex LeBarón vive en la colonia LeBarón,la próspera comunidad de agricultores fundada hace un siglo por mormones estadounidenses. Como la mayoría de sus vecinos tiene doble nacionalidad y se maneja con fluidez en los dos idiomas. En la pasada legislatura fue congresista por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y aún no puede creer que de aquellos tiempos no tan lejanos, cuando “un capo tenía el control absoluto de toda una región y aprendía a vivir con la sociedad” se haya llegado a las cotas extremas de horror que han golpeado directamente a su extensa familia.

Jornaleros en la cosecha de nuez de la comunidad LeBarón, en el estado de Chihuahua (México).Rey JaureguiAgencia EFE

Hace una semana fueron masacrados seis niños y tres mujeres en un camino de tierra entre Sonora y Chihuahua. Los pistoleros emboscaron los tres vehículos en los que viajaban y descargaron más de 200 balas con rifles de asalto prohibidos en México. Una de las camionetas ardió y sus cinco ocupantes quedaron calcinados, entre ellos dos gemelos de apenas ocho meses.

Las autoridades mexicanas sostienen que fue una equivocación,que los sicarios confundieron las camionetas con un grupo rival, pero en LeBarón califican la versión oficial de “ofensiva”. Por el relato de los niños que sobrevivieron saben que una de las mujeres salió del vehículo para identificarse y aún así la mataron a sangre fría.

Una casa de la comunidad LeBaron rodeada por nogales y alambre de espinoJOSE LUIS GONZALEZREUTERS

Esta remota zona habitada por los LeBarón es importante para los narcotraficantes desde hace décadas, “nosotros siempre lo hemos sabido”, dice el hombre de unos dos metros y ojos claros. Están en medio del Triángulo Dorado, que se extiende por los estados de Durango, Chihuahua y Sinaloa, donde se cultivan grandes extensiones de marihuana y amapola e importantes cruces en la frontera con Estados Unidos: Agua Prieta y sobre todo Ciudad Juárez.

La matanza tiene consternada a la comunidad. Saben que la zona es peligrosa y que en pueblos cercanos hay episodios de violencia, pero ellos se sentían relativamente seguros, al margen. El único episodio que se atreven a calificar de amenaza directa ocurrió hace unas semanas. Varios hombres del rancho La Mora, comunidad hermana de la colonia LeBarón de donde partieron las familias asesinadas, bajaron de la sierra hasta la localidad de Janos para comprar combustible. De regreso les pararon hombres armados, algo habitual. Es normal que les den el alto y pregunten a dónde van, de dónde vienen o por qué viajan tan tarde; pero en esta ocasión les advirtieron que la gasolina debían comprársela a ellos. Según los testimonios recogidos por este diario, ningún miembro de la comunidad pagaba cuotas por extorsión ni sufría amenazas.

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Alex Lebarón explica la situación con contundencia. “Si a nosotros no nos molestan es porque les hemos dicho claramente a los criminales de esta región que no nos vamos a dejar. Si ustedes quieren molestarnos y nos van a venir a amenazar tenemos suficientes armas escondidas para poder defendernos y lo vamos a hacer”.