Sevilla
Santos y laicos al calor eucarístico
El paso de Santa Ángela de la Cruz, una mayor presencia de público y las altas temperaturas que se registraron durante la mañana marcaron la procesión del Corpus
Santa Ángela de la Cruz se estrenó en el Corpus Christi bajo un sol de justicia. Fue la de ayer la primera procesión eucarística de la Catedral con una imagen de la Madre de los Pobres encabezando el cortejo, que discurrió arropado por algo más de público que en otras ediciones y con la parsimonia de siempre. A pesar de la reforma acometida por el Cabildo para que los tramos de representaciones fueran más simétricos, el desfile resultó algo tedioso por las casi 3.000 personas que integraron las filas y las altas temperaturas que se registraron durante la mañana. Sin embargo, los sevillanos se volvieron a volcar con una de sus fiestas más significativas, adornando las calles del itinerario e instalando altares.
A las ocho y media de la mañana todo estaba a punto. La juncia y el romero alfombraban las losas de la avenida de la Constitución, el público se arracimaba tras las vallas y ocupaba las sillas –unas 6.000 se repartieron por el recorrido– y los niños «carráncanos» esperaban órdenes bajo el dintel de la Puerta de San Miguel.
El paso de la fundadora de la compañía de las Hermanas de la Cruz encabezó la comitiva de santos sevillanos. A petición del cardenal arzobispo, Carlos Amigo Vallejo, la talla de la religiosa que se venera en el convento, obra del extremeño Mauricio Tinoco, fue la escogida para que acompañara al Santísimo. Tras salir de la seo, el público la recibió con un leve aplauso. Amigo Vallejo, en el año de su posible despedida como pastor de la archidiócesis, ha hecho un acto de justicia con una monja que ha despertado una devoción mucho más intensa desde que subiera a los altares en 2004. Durante la eucaristía que se celebró en el altar del jubileo, el prelado destacó que Santa Ángela «representa para nosotros el más encendido amor a la eucaristía y el abrazo más fuerte y eficaz a los pobres».
«Madre Angelita» se perdía por la Avenida, el órgano de la Catedral rugía entre cánticos eucarísticos y los innumerables estandartes se alineaban pausadamente. En el templo metropolitano se desarrollaba un fastuoso aparato litúrgico y, pasadas las diez de la mañana, se produjo el tradicional efecto de la pescadilla que se muerde la cola: la cabecera del cortejo entraba por la Puerta de Palos mientras que los Seises bailaban ante la Custodia de Arfe, minutos antes de que los casi 300 kilos de plata se pusieran en la calle.
Santa Ángela recogió oraciones y cumplió el efecto esperado por el Cabildo, aunque la calidad artística de la talla estuvo a años luz de otras del siglo XVII que componen el cortejo, como la Inmaculada de Alonso Cano o el San Fernando de Pedro Roldán, y que han dado una cierta coherencia estética a la procesión. También desfilaron en pequeños pasos las santas Justa y Rufina, San Isidoro, San Leandro, el Niño Jesús de la hermandad sacramental del Sagrario y la custodia con la Santa Espina.
A medida que avanzaba la mañana el público fue buscando los huecos de sombra. El primer punto álgido del itinerario fue la plaza de San Francisco, con las portadas que recrean este año el altar mayor de la capilla de Montesión y la Hiniesta gloriosa frente a la fachada plateresca del Ayuntamiento. La sombra se extendía aquí por toda la plaza, por eso las sillas son más caras en este punto. A las doce, el entorno de la procesión es ya una mezcla de público ansioso por ver las «chicotás» del paso del Cristo de la Cena, cofrades con traje oscuro que han participado en el cortejo y amantes del aperitivo, con la canícula apretando sin piedad.
Tras la Custodia, las habituales representaciones institucionales, como el subdelegado del Gobierno en Sevilla, Faustino Valdés, y la delegada de la Junta, Carmen Tovar. Sobre la presencia municipal, diez contra cinco. Vistieron el chaqué de rigor diez concejales del PP y sólo cinco del PSOE rindieron tributo a Jesús Sacramentado.