París
Rachida Dati: un lío padre
Seis días después de dar a luz, Dati se incorporaba al trabajo reabriendo la polémica sobre el padre de su hija Zhora, al que todavía no pone nombre.
Dos semanas después, ni rastro de la «gran sorpresa» que prometía Rachida Dati. En ese tiempo, la ministra francesa de Justicia ha salido de cuentas, pero alrededor de ella hay cuentas que siguen sin cuadrar. El pasado dos de enero dio a luz a la pequeña Zhora, y, en contra de lo anunciado por algunos medios y filtrado por su círculo más íntimo, Dati ni se ha marchado al extranjero con el padre del bebé ni mucho menos ha revelado al mundo el nombre del susodicho. Un secreto muy bien guardado y que, dicho sea de paso, no sólo mantiene entretenida a la opinión pública, sino que la evade de una realidad cotidiana bastante más tediosa y prosaica.
Es más, desoyendo los consejos de algunos allegados, alentándola a tomarse un reposo, su baja maternal ha resultado más que fugaz. Apenas cinco días de convalecencia y al sexto acudía ya radiante, sin huella de embarazo, al primer consejo de ministros del año. Y con su vuelta al ruedo, el regreso de los rumores. Y, por supuesto, de las quinielas y las especulaciones.
Ministra de portada
Por méritos propios, Rachida no sólo se ha convertido en la ministra de moda, sino en el personaje del momento. Ese que alimenta la Prensa del chascarrillo y algunos serios diarios nacionales, que, como «Le Figaro», le han dedicado más de una portada. Si la propia Dati no habla en público, ya se encargan sus asesores de mantener viva la llama en la Prensa a través de comentarios y frases atribuidas a la protagonista. «El papá viaja mucho», dejaba caer el septiembre pasado, en su quinto mes de gestación, apenas unas semanas después de confesar a una colega ministra estar «harta» de los rumores que la vinculaban con el multimillonario francés François-Henri Pinault. Más tarde, celosa de su intimidad, trataba de zanjar la polémica explicando en el semanario «Le Point» que sobre su «compleja vida privada» no comentaría nada a los periodistas.
Como si tal cosa, su entorno seguía destilando pequeñas perlas. En diciembre aseguraba a un grupo de personas muy cercanas a ella que tras el parto comenzaría una nueva vida y que se marcharía a vivir al extranjero con el padre, resucitando así las teorías que apuntan a la paternidad, desmentida, de personalidades como Bernard Laporte, secretario de Estado para el Deporte.
Nunca antes en la corte de Francia un embarazo y un nacimiento habían suscitado tantas glosas. Aunque Dati no puede jactarse de ser pionera en estas lides. Otras le robaron la primicia, al menos en eso de presumir de estado de buena esperanza durante el ejercicio de sus responsabilidades ministeriales. La misma Ségolène Royal, que ahora pide un poco de paz para su rival ideológica, alumbró a una niña siendo ministra con François Mitterrand. Pero la socialista tenía pareja conocida, François Hollande, y el bebé, un padre en toda regla.
Símbolo de integración
Así que, salvando distancias personales y cronológicas, el interés no es ni mucho menos el mismo. Nada que ver. Con 42 años y una sudada trayectoria, Rachida Dati es además de política, todo un símbolo de integración. La pequeña magrebí, segunda entre doce hermanos de una modesta familia de una desfavorecida y marginal barriada del este de Francia, es hoy la máxima responsable de impartir la Justicia. Con ella se demuestra que el ascensor social no está del todo averiado. Estas singularidades hacen de ella la protegida del presidente. La intocable. Su alter ego. Su versión femenina. Igualmente mediática pero más «glamourosa». Inasible e impredecible. Tenaz y trabajadora. Con madera de superviviente y un volcánico carácter, que hace que quienes la conocen, con frecuencia, la teman.
Todas las apuestas la situaban ya, a estas alturas del año y del curso político, fuera del Gobierno. Pero Dati resiste. No sólo ha escapado a la reciente remodelación gubernamental, sino que el presidente de la República la ha confirmado en su cargo. Y eso pese a su cuestionada labor al frente de la reforma judicial. Su tendencia al derroche, el gusto por el lujo y las extravagantes exigencias que se le atribuyen le han hecho valedora del título de «Diva de la República».
Sea como sea, esta «diva» no parece querer despejar la incógnita sobre quién es el padre de su primogénita. Mientras tanto, la puja de candidatos sigue abierta. El último «sospechoso» de ser el progenitor: François Sarkozy. El hermano pequeño del presidente, con quien Rachida Dati pasó, junto al resto del clan familiar, la Nochebuena en casa de la matriarca de los Sarkozy, tuvo la ocurrencia de acercarse a la clínica tras el parto, donde aguardaban los fotógrafos ávidos de imágenes. Él no lo ha negado, pero tampoco lo ha desmentido. ¿Alguien da más?
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