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Georgetown

El «sí quiero» más visto de la historia

Los recuerdos de aquel día están tan vivos como si hubiera sido ayer

El «sí, quiero» más visto de la historia larazon

El tímido beso en el balcón de Palacio, el intercambio de miradas en el altar, la patada de Felipe Juan Froilán, el impecable diseño de Rania de Jordania, la sonada ausencia de Ernesto de Hannover, la declamación de la Carta de los Corintios por la abuela de Doña Letizia... Recuerdos e imágenes que se guardan en la memoria colectiva de los españoles y que afloran casi sin hacer esfuerzo alguno cuando se echa la vista atrás para hacer presente la boda de los Príncipes de Asturias. ¿Sería capaz de decir dónde y con quién compartió aquella mañana? Seguro que no le resulta complicado. Y es que, aquel 22 de mayo de 2004, en nuestro país sólo hubo una noticia. Las televisiones, la Prensa, la radio, los patios de vecinas, los corrillos del aperitivo... El interés era tal que en Madrid ni una sola ambulancia del Samur tuvo que ponerse en marcha durante la ceremonia. Las emergencias podían esperar. El Heredero de la Corona se casaba con la presentadora del informativo más visto del país y cualquier detalle era digno de comentario o apreciación. Y eso que España celebró con alegría contenida el enlace real y la lluvia quiso hacer aún más notorio el luto que aún se guardaba en las calles de la ciudad. Apenas habían pasado dos meses desde que el terrorismo islamista sesgara la vida de 192 personas en la capital española.

Cogidos de la manoAquel sábado, dentro del ritual matutino tocaba asomarse para mirar al cielo. ¿Caerá tormenta? Pasadas las diez y media de la mañana y antes de que el cortejo nupcial saliera a la Plaza de la Armería, no había dudas. Las primeras gotas. Don Felipe, del brazo de Doña Sofía, recorrió a pie los 200 metros de alfombra roja que unía el Palacio de Oriente con la catedral de Santa María la Real de la Almudena. La tormenta descargaba con más fuerza cuando siete minutos después de las once de la mañana Doña Letizia se dispuso a realizar el mismo recorrido para saludar a los centenares de personas que quisieron acompañarla y agradecer su presencia a los que habían sido hasta ese momento sus compañeros de profesión.Un Rolls Royce llevó a la novia y a su padre hasta la escalinata del templo, donde le esperaban sus damas de honor y los pajes. Aun así, no pudo evitar que se mojara el diseño «estilo princesa» del maestro Manuel Pertegaz, que combinaba los bordados en flor de lis con la sensualidad del cuello chimenea. En cuanto Doña Letizia puso un pie en el templo, comenzó a sonar un «Allegro» de Häendel. Los más de 1.700 invitados –entre jefes de Estados y de Gobierno, miembros de las Casas Reales, personalidades de la cultura, del mundo de la empresa y, claro está, del periodismo– se levantaron de sus asientos, los 5.000 periodistas acreditados miraban atentos a las pantallas instaladas para la ocasión, y los mil millones de espectadores que siguieron en directo el enlace desde todos los rincones del planeta no quitaban ojo a sus televisores. «Para mí fue el culmen de muchísimos años de trabajo, mi primer viaje con la Familia Real fue precisamente con Don Felipe, cuando apenas tenía 22 años y se le comenzó a preguntar por sus relaciones de pareja», recuerda Carmen Enríquez, periodista de TVE que ha crecido profesionalmente a la sombra de la agenda de la Casa del Rey. Con la misma claridad, Enríquez recuerda cómo Don Felipe vislumbró desde el altar a su prometida y esbozó una sonrisa que borraba cualquier gesto previo de resignación por las inclemencias del tiempo. El reencuentro de los novios fue el punto de partida de unos gestos de complicidad y susurros confidenciales que no cesaron en toda la ceremonia. De hecho fue complicado verles con las manos separadas más de lo estrictamente necesario. La solemnidad que revistió la eucaristía, que duró poco más de hora y media, no restó un ápice el carácter entrañable de la celebración, donde no faltó la bendición papal del fallecido Juan Pablo II. En la homilía, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, recordó a los contrayentes la trascendencia de su matrimonio que «os exige un plus de disponibilidad al servicio de España, absolutamente único y singular». No obstante, los animó a no tener miedo «ante estas exigencias extraordinarias que os advienen a vuestra vocación de esposos y familia cristiana».

Princesa a las doceLos truenos resonaban en el interior del templo cuando se inició el rito del matrimonio, pero dieron un respiro cuando llegó el momento del «sí, quiero». En ese instante –eran las doce menos diez– una periodista ovetense sin escudo de armas ni antecedentes nobles se convertía en Princesa de Asturias. Don Felipe y Doña Letizia dejaban de ser novios para convertirse en marido y mujer. Los sables del arco de honor que formaron los compañeros de las tres academias militares en las que se formó el hijo menor de Don Juan Carlos y Doña Sofía abrieron paso al nuevo matrimonio, que dejaba atrás la catedral. Todavía llovía cuando iniciaron su recorrido desde el Palacio Real hasta la Basílica de Atocha. Aunque el mal tiempo invitaba a ver el recorrido desde casa, fueron miles los ciudadanos que acudieron con sus paraguas y chubasqueros a felicitar a la pareja en la Gran Vía y en el Paseo del Prado, ejes principales de su recorrido que también se vistieron de etiqueta para la ocasión. En Atocha, Don Felipe y Doña Letizia rodearon el bosque de los ausentes, compuesto por 192 cipreses y olivos que recordaban a las víctimas del 11-M y que hoy se encuentran en el Parque del Retiro. A primera hora de la mañana se había depositado una corona de flores en nombre de los Príncipes con el texto: «Siempre en nuestra memoria. Felipe y Letizia». Apenas un minuto después, comenzaron a repicar las campanas de la Basílica de Nuestra Señora de Atocha para anunciar la llegada de los contrayentes. Doña Letizia ofreció su ramo a la Virgen, cumpliendo así con una tradición ancestral de la Familia Real españolaYa de vuelta en el balcón del Palacio de Oriente, por fin bajo el sol, se dieron el beso que aguardaban impacientes las más de 5.000 personas que allí se agolpaban. El balcón central no se abría desde que en 1975 Franco y el entonces Príncipe Juan Carlos participaron en un acto de Estado. Don Felipe y Doña Letizia salieron sonrientes y se fundieron en un abrazo. Pero el respetable pedía algo más de efusividad. No fueron correspondidos. Los Príncipes se ausentaron por un momento pero volvieron a salir después con sus familias. No pasaron de los saludos. Hubo que esperar a un tercer saludo para ver un beso, eso sí, en la mejilla.

Un brindis especialY mientras los ciudadanos esperaban más besos, en el Patio del Príncipe se acomodaban los comensales bajo la cubierta portatil más grande instalada nunca en nuestro país. Antes de iniciar el almuerzo, el Rey invitó a Don Felipe y a Doña Letizia a dedicar «lo mejor de vuestros esfuerzos a los españoles, para aunar sus esperanzas, compartir sus ilusiones y poderos fundir siempre con sus sentimientos y dificultades». Acto seguido, el Príncipe levantó su copa de cava para el brindis y se dirigió a los invitados: «No quiero ni puedo esconderlo, imagino que salta a la vista. Soy un hombre feliz, me he casado con la mujer que amo y nuestro gran compromiso es el servicio de los españoles».Pero fue tras el capón asado al tomillo y el besamanos oficial para despedir a las autoridades, cuando el protocolo se relajó para dar paso a las escenas más íntimas del regio acontecimiento –las cámaras y los «flashes» se quedaron fuera–. Los Príncipes subieron a la galería donde se encontraban las compañeras de TVE de Doña Letizia, así como los amigos de Don Felipe en Georgetown y Palma. El ambiente era tan distendido que las infantas Doña Elena y Doña Cristina se deshicieron de sus tacones. Durante hora y media todo fueron conversaciones sin formalidades, con buen humor y algún que otro cotilleo. «También hubo alguna que otra lágrima, las de las amigas que tantas confidencias habían compartido con Doña Letizia. Sabían que en ese instante se certificaba la separación con su vida anterior», comenta uno de los invitados que vivió de cerca la escena. No se equivocaban. Con aquel «sí, quiero» mutuo, los Príncipes de Asturias rubricaban el primer capítulo oficial de una vida en común que materializa ese «compromiso personal e institucional con los españoles» que sellaron durante el brindis nupcial.

AUDIENCIA RÉCORDSi Doña Letizia estaba acostumbrada a pasar diariamente examen a la actualidad ante cuatro millones de espectadores, 25.145.000 de españoles la acompañaron el día de su boda. Todas las cadenas retransmitieron la señal que TVE cedió de forma gratuita, convirtiéndose en el evento que mayor consumo ha registrado la pequeña pantalla desde que existe la medición de audiencias. Y es que, el 22 de mayo cada español se pasó 4 horas y 52 minutos enganchado al enlace real. Lo más visto: la entrega de anillos y la salida de los recién casados de la catedral.