Comunidad de Madrid
«La muerte no es un tabú para el militar»
Sujeto por un compañero pero de pie; roto por el dolor, físico y anímico pero firme; con el uniforme impecable y la entereza de un guerrero; el infante de Marina herido leve en la explosión del jueves en Hoyo de Manzanares era ayer la respuesta más rotunda a la pregunta de la carta de San Pablo a los Corintios que se leyó en el funeral: «¿Dónde está, muerte, tu victoria?»
No en él, desde luego, ni en esa formación que despedía a sus compañeros con la solemnidad y el respeto con que se dice adiós a los que han dado su vida por su patria. Esa solemnidad la pudo comprobar también el Príncipe al saludar y consolar uno a uno a los familiares de los cinco fallecidos.
Quizá el mejor resumen de esa escena lo hizo el arzobispo castrense, Juan del Río, cuando tras recordar a los familiares de los fallecidos que «no estáis solos», aseguró que para el militar la muerte «no es un tabú» porque «ha sido educado para asumir su propia entrega como precio a la seguridad, a la defensa y a la libertad de los hombres». Una educación que no impidió a sus compañeros llorar portando los féretros, ni emocionarse al entregar la bandera y la boina o gorra de los fallecidos a sus familias, pero que sí les permitió cantar «La muerte no es el final» con el sentimiento a flor a de piel. «El justo –dijo el arzobispo– aunque muera prematuramente, tendrá descanso». Y en ese convencimiento, los militares pidieron durante la misa porque «las Fuerzas Armadas sigan siendo luz de justicia y de paz en España y en sus misiones internacionales».
A todo ello asistía Don Felipe, con el uniforme del Ejército de Tierra, acompañado por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; la ministra de Defensa, Carme Chacón; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón; el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González; la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y toda la cúpula militar y de Defensa. El Príncipe fue el encargado de colocar sobre los ataúdes cubiertos con la bandera de España las cruces al Mérito Militar y Naval con distintivo amarillo. Posaba la condecoración y se cuadraba, uno tras otro, ante los féretros.
La misma solemnidad cerró el acto con la salida de los féretros que el cabo primero herido, Herminio Álvarez Gómez, miraba. Él se salvó y quiso estar ahí, despidiendo a quienes la mañana del jueves hicieron lo que hacían siempre pero con la fortuna dándoles la espalda. En la mente de todos, ellos, los muertos, pero también los dos heridos aún ingresados, que luchan por sobrevivir en el hospital Gómez Ulla, estables dentro de la gravedad. Su compañero les representó y simbolizó la respuesta: la victoria de la muerte no estaba ayer en la base de El Goloso.
El aniversario más triste
La Infantería de Marina, la más antigua del mundo, cumplía ayer 474 años de existencia. Fue el aniversario más triste. Dos de sus hombres yacían en sendos ataudes, víctimas de una explosión mientras practicaban la destrucción de munición de cara a su inminente despliegue en Líbano. Dos hombres respetados, con muchas misiones a sus espaldas. En vez de fiesta, en San Fernando se vivió por la tarde la última despedida de sus dos infantes tras el funeral presidido por el Príncipe, y con la esperanza de que los dos heridos pronto estén en casa.
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