Francia
Fuego amigo
En vísperas de las primeras movilizaciones de la izquierda y sus «correas de transmisión» sindicales contra la reforma laboral planteada por el nuevo Ejecutivo de Rajoy siguen cayendo las bombas sobre nuestro país de una forma sostenida y sin tregua, amenazándonos con impedir que levantemos la cabeza no sólo a lo largo de 2012, sino en varios años más de esta «década negra» a la que se ve sometido el mundo occidental. Pero como suele decirse en terminología bélica, lo de ahora sólo es «fuego amigo», por mucho que cause «bajas amigas» y destroce «territorio aliado», porque entretanto los verdaderos enemigos se frotan las manos y preparan su particular remate. Nuestra relación de amistad con el Reino de Marruecos, de un lado, y con la UE como socios fundadores de esa Europa de los doce, del otro, confirman esta teoría del «fuego amigo» a la que se debe poner fin cuanto antes para evitar una doble fisura que impida la mejora de relaciones con unos y otros, y con la que está cayendo eso se traduce en no hipotecar aún más nuestra ya de por sí débil economía o aquellos sectores en los que se sustenta parte de ella. La Unión no podrá ser la verdadera Europa que planteaba Konrad Adenauer sino trata a todos sus miembros por igual y con las mismas posibilidades, bien en épocas de vacas gordas como cuando están famélicas. Adenauer, ya como canciller germano tras el nazismo, logró romper con el aislamiento de Alemania, el acercamiento a Francia y estableció las bases de la nueva UE. Mucho trabajo para que ahora se nos vaya en disputas domésticas como las ocurridas estas semanas, porque dejan de ser simples rifirrafes caseros para convertirse en problemas de primer orden si a uno le tocan sus habichuelas. El doble juego con Rabat nos ha dejado a todos los españoles con cara de bobo pues lo que se ha puesto en juego son más de 250.000 explotaciones agrarias, cuyo cierre dejará en la calle cerca de medio millón de trabajadores, muchos de ellos, por no decir la mayoría, procedentes de nuestro país vecino. El PSOE tuvo más de un lustro para introducir fórmulas con las que frenar la ratificación del acuerdo con Marruecos, pero o no quiso o no supo, a sabiendas del estallido social que esa situación podría representar para los nuevos gobernantes. Tierra quemada, se le llama a eso, porque hubo tiempo y energías suficientes para llevar el acuerdo a un asunto de mínimos, ni contrapartidas a cambio de una liberalización de aranceles que ahora será del 55 por ciento, a la firma del protocolo, y del 70 para los productos agrícolas y de la pesca en los próximos diez años. A cambio de la entrada de contingentes de tomate, pepino, clementina, fresa, azúcar, ajo, calabacín, cuyos productores son básicamente murcianos, valencianos y andaluces, se importará a Rabat ingentes cantidades de leche y cereales, cuyo mercado se concentra en el centro y sur de Europa. La pesca también cae a plomo. De los 300 faenadores en 1995 y por la no renovación del acuerdo pesquero a petición de Rabat ese año, se ha retomado recientemente con apenas 115 barcos, toda vez que nos ha obligado a una profunda reestructuración del sector y permitir la entrada de otras flotas pesqueras de Lituania y los Países Bajos. Todos ganan menos España que pierde todo su juego posible. Al igual que el agrícola, el acuerdo pesquero se negoció en 2005 bajo mandato socialista, aunque no entró en vigor hasta dos años después, mientras nuestra flota permanecía amarrada o buscaba nuevos caladeros en Mauritania, Sáhara y otros países africanos. El malestar entre productores y armadores no tiene límites, aunque Cañete pide la revisión del acuerdo y Valcárcel y su anulación con el primer incumplimiento. La espada de Damocles está más alta que nunca, aunque entretanto habremos de seguir el consejo de Byron cuando decía que jamás mueren en vano los que mueren por una causa grande.
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