Ministerio de Defensa
El valor ante la crisis de valores por Fernando García Sánchez (JEMAD)
Ante la crisis de valores que sufre la sociedad es necesario resaltar el papel fundamental de las Fuerzas Armadas como ejemplo de sacrificio y trabajo, tan necesarios para sacar adelante nuestro país.
Los versos de Calderón resuenan en nuestros oídos: «Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia; fama, honor y vida son caudal de pobres soldados, que en buena o mala fortuna la milicia no es más que una religión de hombres honrados». Alguien recuerda aquel artículo 12 de las Ordenanzas de Carlos III, aún vivo: «El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio; el llegar tarde a su obligación, aunque sea de minutos; el excusarse con males imaginarios o supuestos de las fatigas que le corresponden y el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas».
¿Es esto «lo militar»? SÍ, es «lo militar». Tradición y valores, servidores de sus ciudadanos, así son los militares hoy como antes, poniendo el servicio a sus compatriotas por encima de cualquier otro objetivo hasta el límite de entregar su vida por ellos, por su defensa y seguridad, así lo juramos, y esta decisión, disposición y actitud está enmarcada por los valores que cultivamos y defendemos, valores y tradición, tradición y valores.
Tres son los elementos que conforman la espina dorsal de estos valores, caracterizan a las Fuerza Armadas y en nuestras vigentes Reales Ordenanzas, al igual que en las anteriores, constituyen nuestra esencia.
Disciplina, obedecer lo mandado. Sólo eso, pero nada menos que eso. La disciplina que en las Fuerzas Armadas se inculca y se practica puede exigirnos el mayor de los sacrificios, obedecer si fuese preciso hasta entregar la propia vida, y eso marca una notable diferencia con la disciplina en otros ámbitos. Pero esa obediencia no es ciega, no se buscan autómatas, se quieren soldados de cuerpo y alma. Esta obediencia obliga a mandar con responsabilidad, con la clara conciencia de que existen límites marcados por la dignidad de la persona, el ordenamiento legal y el derecho internacional de los conflictos armados. Por todo ello, es fácil comprender que si difícil es obedecer, mucho más resulta mandar, pues además de la responsabilidad que conlleva el mando, siempre se obedecen y asumen órdenes o preceptos superiores.
En este esquema de mando y obediencia es necesario que cada uno sepa el puesto que ocupa en el seno de las Fuerzas Armadas, y eso lo establece el orden jerárquico. La jerarquía define nuestra situación relativa en cuanto a mando, subordinación y responsabilidad.
Sólo falta el tercer elemento, el que hace que en lugar de un murmullo desafinado podamos constituir un coro armónico, la Unidad. Unidad es asumir solidariamente nuestro objetivo en común. Para ello debe importarnos lo que le pase al compañero, lo que le ocurra al superior, lo que le suceda al subordinado. Y nos incumbe y preocupa, pues todos somos uno y porque nuestra fuerza está en el conjunto, no en el individuo, el compañerismo se convierte en objeto de culto entre nosotros, compañerismo hacia los del mismo empleo, pero también una profunda lealtad con nuestros superiores y subordinados, esta última, en ocasiones, más difícil de practicar que la primera, lealtad que obliga a una relación clara, sincera, crítica y siempre sujeta a la disciplina.
Disciplina, orden jerárquico y unidad. En estos tres conceptos estriba la diferencia, el valor añadido de unas Fuerzas Armadas como las nuestras, que sirven cada día a todos los españoles.
¡Ya lo decía Calderón!: «Aquí la necesidad no es infamia; y si es honrado, pobre y desnudo un soldado tiene mayor calidad que el más galán y lucido; porque aquí a lo que sospecho, no adorna el vestido al pecho, que el pecho adorna al vestido. Y así, de modestia llenos, a los más viejos verás, tratando de ser lo más, y de parecer lo menos».
Fernando García Sánchez,
Almirante Jefe de Estado Mayor de la Defensa
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