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Barcelona

El Monstruo de Olot quería embalsamar los cadáveres

El juez ordena exhumar a otras dos víctimas. El celador quiso hacer un curso para maquillar muertos

El juez ha pedido un informe a dos especialistas sobre el estado mental del celador de Olot larazon

En el marco de la investigación de los asesinatos cometidos por el Monstruo de Olot en la residencia de ancianos La Caritat, los Mossos d'Esquadra interceptaron varios correos electrónicos en los que el celador solicitaba un curso de tanatopraxia. ¿Pretendía el ex peluquero Joan Vila, asesino confeso de once octogenarios, aprender a aplicar cuidados estéticos a los cadáveres? Según su propia declaración, y preguntado por el juez instructor del caso, Leandro Blanco, «en ningún momento» tuvo auténtico interés el curso.

El interés por el embalsamamiento, reconstrucción e higienización de los cadáveres –la tanatopraxia– surgió tras una conversación con una trabajadora del geriátrico y «quiso enterarse de qué iba», según el propio Vila. En su explicación al juez no desveló más detalles sobre sus planes estético-funerarios.


Nuevas pruebas
De momento, la segunda declaración del Monstruo de Olot ha dado pie a una nueva orden judicial. A las 9:00 horas de hoy los cuerpos de Rosa Baburés Pujol y Francisca Matilde Fillol serán exhumados en el cementerio de Olot. Vila confesó ser el responsable de la muerte de once ancianos –en un principio reconoció haber matado a tres– que vivían en La Caritat y entre ellos constan Rosa y Francisca. Ahora el juez pide pruebas forenses que corroboren la última declaración de Vila.

El 29 de agosto de 2009, Rosa estaba sola en su habitación, la número 310 de la residencia. Vila le suministró una mezcla de sedantes que previamente había triturado y disuelto con agua en un pequeño bote de medicamentos. Rosa no pudo mostrar resistencia, ya que dormía, y en la sala sólo estaban ella y su asesino cuando éste le hizo ingerir la mezcla letal. Según Vila, la interna «hubiera fallecido esa noche si no le hubiera dado la mezcla». Precisamente, el celador se escuda en el sufrimiento de los residentes y en su deterioro físico y mental para argumentar su brutal actuación. Lo hizo por «compasión», dice. Pero la investigación y los nuevos datos van destapando sus mentiras.

Francisca falleció el 19 de octubre del año pasado. Sufría un coma diabético y también estaba sola en su habitación, la número 308, cuando su asesino le suministró un lápiz de insulina. Tras la agresión fue trasladada al hospital, pero no se pudo hacer nada por ella. Los cuerpos de Rosa y Francisca serán enviados al Instituto de Medicina Legal de Gerona, junto los otros ocho que el magistrado ya solicitó exhumar. Allí se les practicará una autopsia para «determinar la verdadera causa de la muerte» de Rosa y Francisca y «comprobar la verosimilitud de la declaración de Joan Vila».

A la espera de los resultados forenses, el juez Blanco ha solicitado que dos psicólogos o psiquiatras elaboren un informe sobre el estado mental del celador. No será la primera vez que el Monstruo de Olot se encuentre con este tipo de especialistas, ya que desde hace 20 años, como ya se ha señalado en otras ocasiones, Vila está en tratamiento psiquiátrico. En su propia declaración quedan reflejados algunos de los fármacos para contrarrestar sus problemas mentales. Para dejar de fumar ingería Eloltrin; como antidepresivo, Dobupal; para el estómago, Pantoprazol; para controlar el temblor de las manos, Propranolol y contra la ansiedad, Diazepam.

Por lo que respecta a las pesquisas sobre si Vila asesinó o no a otros ancianos residentes del centro «El Mirado de l'Estany», donde trabajó en 2005, su director, Jaume Caules, reiteró ayer a este diario que nadie se ha personado para investigar. El acusado aseguró que nadie murió en sus manos allí, pero no sería la primera vez que mintiera.


Las sustancias desaparecen del organismo a los tres meses
- La autopsia de los cadáveres de las víctimas de Joan Vila determinará la causa de las muertes, pero aun así será muy difícil constatar las sustancias utilizadas por el Monstruo de Olot para «aliviar» la vida de los ancianos. El psiquiatra forense José Cabrera, explicó a LA RAZÓN que las exhumaciones no van a poder determinar si el celador ha dicho la verdad porque «las sustancias inoculadas desaparecen del organismo en un periodo de tres meses». «Si no llegan a detectar que una de las víctimas tenía la lengua azul, no habría sido descubierto», añadió. Además, dijo que «también ayudo que el médico certificó las defunciones por teléfono. Nadie había revisado el índice de mortalidad del centro geriátrico», en el que han perdido la vida un total de 12 personas durante este año, 10 de ellas en el turno del celador.