Deportes
Toni Nadal qué pasa tío
El artífice
Sin el tío Toni ejerciendo de poli malo, que Nadal se olvide de coleccionar «Rolands» y de sacudirse el complejo que le entra cuando aparece Djokovic.
Cuando Rafa Nadal y Richard Gasquet sostenían batallas épicas en el torneo de promesas de Tarbes (Altos Pirineos), nadie dudaba que esos dos mocosos de 13 añitos se convertirían con el tiempo en primeras raquetas del circuito. El único factor para que el mallorquín sea una leyenda viva del deporte y el francés sólo un buen jugador que coquetea con el «top 10» en las raras ocasiones en las que se centra es que el tíoToni puede tratar a su pupilo con la dureza que no es capaz de emplear papá Francis. Porque, no nos engañemos, un entrenador nunca puede calzarse el guante de seda que todo padre sensible usa para tratar a su hijo. Nadal no saca como Sampras ni flota sobre la pista como Federer: su único camino hacia el triunfo es el sufrimiento. Rafa alega tener 25 años. Una edad, en efecto, en la que aún no ha aprehendido el significado completo de palabras como «excelencia» o «gloria». Si desea vivir la vida loca con su colega Richard, adelante. Los dos tienen más dinero del que pueden gastar y talento sobrado para seguir ganándolo a espuertas sin necesidad de sentir en cada entrenamiento el dolor del ácido láctico brotando hasta de las pestañas. Ahora bien, sin el tío Toni ejerciendo de poli malo, que se olvide de coleccionar «Rolands» y de sacudirse el complejo que le entra cada vez que se le aparece Djokovic al otro lado de la red. Nada podrá reprochársele si se pone en «mo-do Feliciano» porque le ha dado al deporte español más que nadie en la historia. Si acaso, dentro de diez años, se mirará un día al espejo y pensará «mira que fuiste torpe». No nos hagas esto, campeón.
Lucas Haurie
Un tío «lejano»
Me cuesta trabajo pensar que ni el entrenador ni el tío hayan dado una tregua, unas vacaciones algo más largas a Rafa. El chaval las necesita.
Vaya por delante mi rendida admiración al sobrino, del que me declaro fan sufridora, allá donde esté, juegue contra quien juegue y ocupe el puesto que ocupe en la ATP. Yo seguiré siendo de Rafa pase lo que pase, mucho más si el número uno del mundo es, por contraste, ese humorista serbio que parece salido de la familia Janeiro, natural de Ubrique. Porque de Nadal no sólo me gusta su fuerza, su capacidad de esfuerzo, sus dotes para la remontada y su elegancia tanto al ganar como al perder, sino que me alucina su buena educación. No hay más que haberle visto la otra noche en la entrevista que le hizo David Letterman, esperando hasta que el presentador tomó asiento para entonces tomarlo él. Sus exquisitas maneras hablan bien de sus referencias, de sus valores y, por lo tanto, hablan bien de su familia, en la que se incluye Toni en un sitio destacado.
Así que se preguntarán Vds. qué diantres hago a este lado de la página tratando de atizarle al tío del fenómeno sin hacer demasiado el ridículo, y yo tendré que contestarles que voy a hacerlo, porque de buenas a primeras sólo se me ocurre que Toni pueda tener los codos muy ásperos. Luego, pensándolo un poco más, recuerdo al entrenador siendo muy exigente, quizá demasiado. Siendo muy duro, algo distante con Rafa. Siendo muy crítico en cuanto le preguntan, evidenciando sus fallos sin piedad. Y, sobre todo, me cuesta trabajo pensar que ni el entrenador ni el tío le hayan dado una tregua, unas vacaciones algo más largas, que parece claro que el chaval necesita.
María José Navarro