Elecciones europeas
Buscando a Lex Luthor
Aquí el último que se disfrazó de Supermán fue Ruiz Mateos para darle un capón a Miguel Boyer y el bochorno general resultó mayúsculo. Sugiero a Tomás Gómez que orille esta memez que ha dicho sobre la kriptonita porque fingirse superhéroe es una invitación a que el respetable te mire, y te trate, como a un personaje de cómic. En una batalla interna como la que él libra –su legítima aspiración a ser cartel electoral al cabo de tres años dirigiendo el PSOE madrileño– huelgan las pavadas y se agradecen los argumentos serios. Él los tiene. Si hay algún otro aspirante a la candidatura (sea motu proprio o teledirigido) es hora de que, como espíritu esquivo convocado por la güija, se manifieste. Los fantasmas juegan con ventaja porque su condición de intangibles –o intocables– les exime de bajar al barro a ensuciarse la levita, pero su incómoda presencia es capaz de arruinar en sombras una buena foto. Tomás Gómez fue tocado por el dedo entonces mágico de Rodríguez Zapatero cuando Rafael Simancas estrelló sus naves contra el malecón infranqueable de la Puerta del Sol. Fue elegido por su imagen, no por su predicamento interno (mucho menos externo). Respondía al patrón de joven apuesta, avalada por excelentes resultados en la ciudad de la que era alcalde, envuelta en un discurso calcado del que llevó al liderazgo a Zapatero y alejada de la fraternal gresca que siempre fue santo y seña de la federación socialista más cainita. Blanco dijo de él cuando fue ungido: «Tiene un perfil claro de liderazgo y piensa más en los ciudadanos que en otras cosas». Ferraz se regocijó porque había encontrado, o eso creía, a su ZP madrileño. En los tres años que han transcurrido, Gómez ha patinado unas cuantas veces, aunque justo es atribuirle también algunos aciertos. Su talón de aquiles, en la batalla que ahora libra, es la escasa notoriedad que ha alcanzado como cara visible del socialismo madrileño. No es fácil hacerse una cara cuando todo lo inunda el rostro ajado de Zapatero. Y es en esta labor de conocimiento público donde menos ayuda ha recibido del secretario general de su partido, más ocupado en compensar a ex paracaidistas fallidos que en promocionar valores nuevos. El discurso oficial de la autonomía de las federaciones sólo es apto para tuertos y tragasables. Si Zapatero tiene otro candidato, es justo que lo presente al examen de las primarias, más aún visto el éxito de sus anteriores ocurrencias. Ya es hora de que los partidos se arriesguen a llevar la democracia a sus procesos de selección interna. Es aquí donde el planteamiento de Tomás Gómez me parece impecable: convoquemos concurso y que decida la militancia. La fórmula de las primarias sigue plasmada en los estatutos del partido. Almunia arriesgó y se la pegó; la operación interna que descabalgó luego a Borrell dejó la duda de si no habría obtenido éste mejores resultados en las urnas. Tiene razón el señor Gómez en reclamar que el ventrílocuo se deje ya de muñecos. Cartas boca arriba y que empiece la justa.
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