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Larrañaga y Escribano ahora son vecinos por Jesús MARIÑAS
Parece, acaso lo es, una risueña situación de vodevil. Mientras el mundo del teatro llora al insustituible buenazo Antonio Ozores –su hija Emma resultó ejemplar en la entrega y cuidados al actor–, otras personas resuelven el divorcio de Carlos Larrañaga con un significativo «es un genio y figura». Setenta y cuatro años no es edad para comenzar una nueva etapa en la vida, pero mi casi hermano Larrañaga es así. Aunque conozco el percal, me gustaría que todo quedara como en otras muchas ocasiones: una ruptura con la oportunidad de vender la noticia y llenarse el bolsillo. Daría media vida porque fuera así, sobre todo al pensar en la dulzura de Ana Escribano y en su hija Paula. Después de la tormentosa historia con María Teresa, socialmente aupada por su convivencia laboral con Marichalar, Ana sirvió al intérprete de apoyo, soporte y aliento. Un soplo de juventud y comprensión, porque Carlos, en ocasiones, tiene un genio vivo que esconde buenísimos sentimientos. Es un romántico a la antigua usanza y vive enamorado del amor. Enseguida se ilusiona y, con idéntica rapidez, pierde el interés por la persona querida. Una situación paradójica en la que se encuentra la desigual pareja en la que la enorme diferencia de años ni se notaba. Carlos morirá siendo un galán remaduro.Parece una escena pintoresca, como de «gag» de Ozores, porque mantienen la convivencia: el chalet del actor está adosado a la clínica de su hasta ahora casi suegra y es también residencia vecina a la casa de Ana y sus dos niñas. Incluso comparten garaje. Es un lazo físico de cemento que ojalá posibilite que Ana resulte «una más», algo frecuente en las relaciones de pareja del hijo de María Fernanda Ladrón de Guevara, a quien aún le queda escribir sus memorias sentimentales comenzadas, acaso, antes de los diez años con las actrices de la compañía familiar. Estuve en su primer enlace con María Luisa Merlo, quien lo conoce mejor que Ana Diosdado. Hemos olvidado sus tambores, igual que la pasión insólita por María Teresa Bau, aunque aquello terminó como el rosario de la aurora. Larrañaga ya debe estar habituado a vivir estas amargas horas.Claroscuros para ellos y luto profundo en la escena española por la muerte de Antonio Ozores, una dinastía de grandes con nombres como Luisa Puchol, Elisa Montes –madre de Emma–, Mariano, José Luis y Adriana, que cada día es mejor actriz y continúa la saga, aunque lo suyo es la escena dramática.
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