Londres
«Enrique VIII» una pica en Londres
En la rumorología shakesperiana se repite la idea de que el padre del buen Will pudo ser católico. Como tantos en la Inglaterra isabelina, habría practicado su fe en relativo secreto. Cuando Shakespeare nació, en 1564, hacía ya tres décadas que el divorcio de Enrique VIII de su primera esposa, Catalina de Aragón, en 1533, había convertido al rey de las seis esposas en nuevo cabeza de la Iglesia de Inglaterra y lo había enfrentado a Roma y a la España católica de los Austrias. Ochenta años después de aquellos hechos, el dramaturgo más célebre de la historia regresó a ellos en «Enrique VIII», su última obra. Acaso no es la mejor de su producción, a tenor de lo que opinan los estudiosos, ni la más representada. Pero Shakespeare al fin y al cabo, y con eso, y con la trama que recoge –la anulación del matrimonio de Enrique con Catalina de Aragón y el ascenso de Ana Bolena, quien al bajar el telón aún no ha perdido la cabeza–, está casi todo dicho.
Sin artificios
Pero esta historia sigue hasta finales de mayo de 2012, cuando las huestes españolas volverán a Londres, esta vez armadas de ilusión y teatro. Ellos son la Fundación Siglo de Oro, a través de su compañía, Rakatá, y los días 29 y 30 se convertirán en la primera agrupación española en estrenar en The Globe, el emblemático teatro isabelino.
Lo harán con un «Enrique VIII» sin artificios, reducido a la mínima expresión: el actor, la palabra, talento, trabajo y poco más, que este viernes estrenaron en el Corral de Comedias de Almagro. Una apuesta por lo esencial y un empeño de Rakatá, pese a las muchas dificultades económicas. «Son dos espacios míticos. A pesar de todos los problemas, tenemos que vivirlo como una fiesta. Es algo que nos llevamos para poder decir: yo estuve ahí», asegura Ernesto Arias, director del montaje. La adaptación, con la firma de José Padilla, Rafa Lavín y el propio Arias, ha condensado los más de cuarenta personajes del original en dieciséis, un organista y dos horas de magnético torbellino de política, amoríos y tensiones cortesanas. En ellas, Shakespeare parece mirar con simpatía a la reina española ninguneada por el soberano inglés –cosa sorprendente, en plena era isabelina–, disecciona las intrigas del poderoso Wolsey y nos lleva, de la mano de Buckingham, Northfolk, Souffolk, Cranmer y otros personajes clave, hasta la muerte de Catalina y el bautizo de Isabel.
Grandes papeles históricos
Arias define el texto como «una obra de grandes papeles históricos, a los que recurre Shakespeare para contar un momento en el que se producen cambios fundamentales políticos, religiosos y culturales para Inglaterra». Y añade: «Conjuga la intensidad dramática con las conspiraciones políticas, creando un texto muy interesante». En esta producción, les pone voz y rostro un reparto que ha encontrado su justa expresión, con unos redondos Fernando Gil y Elena González como Enrique y Catalina –la actriz acaparó un aplauso caluroso con su monólogo en mitad del estreno–, a los que acompañan interpretaciones llenas de fuerza, desde el Wolsey de Jesús Fuente, el chambelán de Daniel Moreno y el Buckingham de Julio Hidalgo, a la Beatriz de Alejandra Mayo, los respectivos Souffolk y Northfolk de Bruno Ciordia y Rodrigo Arribas, la Ana Bolena de una joven Sara Moraleda o el Gardiner de Alejandro Saá...
Entregados y afinados como compañía, todos ellos, junto a Óscar de la Fuente y Jesús Teyssiere –el luterano Cranmer–, entre otros, llevarán a Londres uno de los mejores trabajos de Rakatá. Y son ya ocho años de pasión por los clásicos, con tropiezos, como su reciente «Dr. Faustus» (2012), pero también momentos interesantes, desde aquel brillante «El perro del hortelano» (2007) a «Fuenteovejuna» (2009) o «El castigo sin venganza» (2011). La obra forma parte de «Globe to Globe», un ciclo de las llamadas Olimpiadas Culturales que Londres organiza al calor de los Juegos Olímpicos este verano. The Globe está ya exhibiendo 37 obras del bardo de Stratford a cargo de compañías de diversos países, desde Israel a México. Rakatá sostendrá el pabellón español en castellano con altura.
Se lo deben, en parte, al director de este montaje: el responsable artístico del Globe, Dominic Dromgoole, visitó Madrid para ver el trabajo de varias compañías, y el que le conquistó fue «El castigo sin venganza», que digió también Arias. A la salida de la función no lo dudó y extendió al momento la invitación. «Tú no sueñas que va a venir el Globe a llamar a tu puerta y hacer ‘‘Enrique VIII''», resume Alejandra Mayo, actriz y productora.
La obra llegará con poco, pero algo de rodaje. La de Almagro fue una noche emotiva. Primero, por ser un estreno absoluto: nunca antes se había representado «Enrique VIII» en España. Después, claro, por el peso de la responsabilidad que imponen la invitación. «Tuve miedo al principio, sobre todo de estar a la altura», reconocía Arias, horas antes del estreno manchego. A su favor tienen mucho: «Es cierto que los espacios son distintos, pero las energías, el vínculo que se establece entre actores y espectadores, es muy similar en el Corral y en el Globe», reflexiona el director.
Con una producción somera –«a pelo», dicen ellos, esto es, sin iluminación ni escenografía–, el montaje «aborda la puesta en escena desde la exposición total: todo está basado en la palabra, que es como se hacía en la época de Shakespeare», matiza el director. «Había que hacerlo con mucha dinámica, no dar tiempo a que las escenas se solapasen. Y sobre todo, lograr un espectáculo muy entretenido».
Cuenta Fernando Gil que «Enrique VIII» es «una obra extremadamente política, pero hemos sabido encontrar los entresijos del conflicto para hacerla interesante» y, más allá de los estereotipos, describe al soberano al que da vida como «un chaval de 18 años que se vio obligado a hacerse responsable de un reino y a casarse con una mujer mayor que él para mantener las relaciones con España». Y Elena González defiende también a su repudiada esposa: «No sé si es la buena de la película, pero sí una mujer ante la que yo tengo que quitarme el sombrero Es una obra que trata muchos temas políticos, pero también habla de amor».
El detalle
UN SUEÑO ANHELADO
Construido en el siglo XX a imagen y semejanza de los teatros isabelinos –lo que de ellos se sabe, pues sólo existe un dibujo del Swan, hecho por un viajero holandés–, The Globe (abajo) es ya un clásico de la vida cultural londinense. La invitación es «un sueño anhelado», asegura Rodrigo Arribas, fundador de Rakatá. Y el director del montaje, Ernesto Arias,añade: «Lo primero que pensé es cómo ninguna escuela te trae aquí a ver obras, porque es un aprendizaje de cómo se hacía teatro en aquellos días».
Abandono institucional
La compañía ha recibido ayuda del Ayuntamiento de Almagro, del de San Sebastián de los Reyes, del Teatro Español y del Ministerio de Exteriores («apenas tres burbujas de aire»), amén de apoyos privados (como Mercedes Benz). Pero el montaje mueve a 16 artistas y 5 técnicos, y tiene un presupuesto de 100.000 euros. «Llevamos catorce meses de lucha para darnos contra muros de desentendimiento», dice Rodrigo Arribas, y recuerda que «nunca hemos necesitado ayudas, pero consideramos que esto es la representación de un país. Es como si la Selección Española tuviese que pagarse las botas». No da nombres, pero está claro: faltan apoyos de Cultura y del Festival de Almagro.
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