Feria de Bilbao
Bochorno y además mucho calor
- Las Ventas (Madrid). Segunda de San Isidro. Se lidiaron toros de la ganadería de Montalvo y un sobrero, 2º, de Yerbabuena, desiguales de hechuras, bien presentados, descastados y de mal juego. Casi lleno. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento del ganadero Salvador García Cebada.- Uceda Leal, de azul noche y oro, estocada (saludos); media, descabello (silencio).- David Mora, de grana y oro, dos pinchazos, estocada baja (silencio); estocada baja (silencio).- Esaú Fernández, que confirma alternativa, de blanco y oro, media estocada, descabello (silencio); estocada defectuosa (silencio).
La casta estaba en busca y captura desde el día anterior. Y no apareció ni haciendo la vista gorda, ni imaginándolo. Quisimos ver al menos en la movilidad del quinto, ¡cinco toros llevábamos ya! la oportunidad, esa puerta que se abre al final del túnel, pero duró menos que un estornudo. Una tanda a cargo de David Mora, que transmitió la urgencia de querer torear. Con cadencia. Parsimonia. Y ahí, tras acabar, se rajó el toro. Los demás nos habíamos rajado mucho antes. David Mora intentó poner de más donde no había, pero los milagros nacen y mueren cuando a un torero le levantan los pies del suelo. No hubo lugar. Por suerte. Pero tampoco un resquicio abierto para salir de Madrid revalorizado. Con la cuenta al alza. Ni un toro de Montalvo. Ni el sobrero de Yerbabuena. Y pareció que aun saliendo veinte de toriles ni uno iba a embestir. ¡Que la maldición caduque esta tarde!
El colmo. Ese momento en el que se prefiere mirar al lado para no sentir el bochorno llegó en el tercero. También para David Mora, que hizo lo más reseñable de la tarde en dos verónicas muy mecidas y una buena media. Mora lo intentó. Y se puso de verdad ante esa arrancada que se iba ralentizando según avanzaba el cuerpo del torero y se agarraba al piso, remolón. Tanto, que en una de estas, entre pase y pase, citaba Mora para rematar con el de pecho y el toro al cite se echó. A descansar.
Ya la tarde comenzó caldeada. Al que abrió plaza le faltó tiempo para evidenciar que iba con lo justo. O con menos. Era el toro de la confirmación de alternativa de Esaú Fernández, que se fue a portagayola en sus dos toros. Al primero, se le protestó. Lo mantuvo en el ruedo el presidente y después llegó el simulacro de toro, el simulacro de toreo y el simulacro de confirmación. Esaú echó toda la carne en el asador. Se puso cerquita, defendiendo ahí lo que no encontraba por ningún lado. Y rodó la tarde. Y los toros. Y los ánimos de una plaza que registró una muy buena entrada. Un éxito. Un gustazo. Esaú, que quemaba su último cartucho, se quedó como estaba. A cero. El animal, por cansino y descastado, apenas se movió.
En dos horas de festejo poco tuvimos para no olvidar. Salvo una estocada con mayúsculas que le valió a Uceda Leal para salir a saludar y para dejarnos con la boca abierta. Preciosa de ejecución, de limpieza, una mágica comunión de terrenos entre toro y torero, que rozó la perfección. Y en la faena quiso. Fue la del segundo. El titular vio el camino de vuelta a corrales al poco de empezar. Después de la primera experiencia el presidente no tardó en sacar el pañuelo verde. El sobrero de Yerbabuena tuvo todo de noble pero sin brío, sin transmisión. Uceda dejó pases estilosos, que no le encaminaban al éxito pero sí se recibieron con agrado en los tendidos de su Madrid. El cuarto hundió los pitones sobre la arena. Y así, nada más empezar, regaló una embestida con la cara por las nubes y la otra por el suelo. Sin término medio de virtud y en las antípodas de la bravura. Agotó. Entre uno y otro. Entre cinco de Montalvo y uno de Yerbabuena. Mucho calor, y más de un bochorno.
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