Londres

El Pontífice clama en Londres por una política ética

«La religión no es un problema sobre el que haya que legislar»
«La religión no es un problema sobre el que haya que legislar»larazon

Madrid- Hace casi cinco siglos, Tomás Moro defendió al Papa en Westminster Hall, ante un tribunal que le acusaba de alta traición por no aceptar la supremacía del rey Enrique VIII sobre la Iglesia en Inglaterra. Ni él ni sus jueces podían imaginar que en el año 2010 otro Papa se alzaría en el mismo lugar del juicio y ante 2.000 personalidades de la cultura y la política le devolvería el favor.

Así, alabó a «Tomás Moro, el gran estudioso y estadista, al que admiran creyentes y no creyentes por la integridad con la que siguió su conciencia, incluso al coste de disgustar al soberano del cual era buen servidor, porque eligió servir antes a Dios». Para el Papa, el tema que costó la cabeza a Moro fue «la cuestión perenne de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios». «Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia», predicó ante grandes figuras de la política británica como Tony Blair, John Major, Margaret Thatcher y Gordon Brown.

El Papa denunció, además, que la mera razón no protege de la barbarie. Por ejemplo, el «abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX». Por el contrario, la religión y la razón se ayudan mutuamente a evitar excesos y defender la dignidad del hombre. Por eso, afirmó, «no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, incluso en países que otorgan un gran énfasis a la tolerancia». La voz de Benedicto XVI despertó ecos potentes cuando, después de evocar la figura de Tomás Moro en la sala donde fue injustamente condenado, afirmó: «hay quienes sostienen –paradójicamente, con la intención de suprimir la discriminación– que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actúen contra su conciencia».

Después alabó a Reino Unido por sus avances en la ayuda al desarrollo (mencionó el 0,7% de la renta nacional que dedica al Tercer Mundo), pero precisó que para que las iglesias sigan cooperando con el Estado en estos temas «necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios».

El discurso de Westminster Hall quizá fue el más importante del viaje, que acaba el domingo, pero no el único del día. Por la mañana, en su encuentro con profesores y estudiantes católicos, el Papa les animó a acudir a Madrid a la Jornada Mundial de la Juventud, y a mantener los valores católicos en las escuelas religiosas, recordando la figura de Mary Ward, fundadora de las «Damas Inglesas», con las que él estudió de niño.

Hablando con representantes de otras religiones, señaló que la ciencia no puede darnos «una respuesta exhaustiva a la pregunta "¿por qué existe algo en vez de nada?"» y que «la genuina creencia religiosa» conduce a «la importancia de llevar una vida íntegra». En una alusión a países musulmanes, zonas hindúes y quizá también comunistas, pidió que «en algunas partes del mundo» haya «respeto recíproco y libertad para poder practicar la propia religión y participar en actos públicos de culto» e incluso para cambiar de religión. Y defendió un «diálogo de acción» entre religiones en defensa de la vida y contra la pobreza.


Cordialidad con la Iglesia Anglicana
- El Papa realizó también ayer una «visita fraterna» a Rowan Williams, arzobispo de Canterbury y líder del anglicanismo. Entre gestos de mutuo afecto, el Papa afirmó que «la unidad que Cristo deseó sólo llegará en respuesta a la oración, a través del Espíritu Santo, que renueva a la Iglesia y la conduce a la plenitud de la verdad».
- Insistió en el tema de «la verdad» al declarar que «la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana».
- Mencionó a J. H. Newman, converso al catolicismo, como ejemplo de ecumenismo: «seguía su conciencia» y tenía «anhelo de unidad», afirmó.



Las palabras de Tomás Moro en Westminster en 1535

En abril de 1534 Tomás Moro fue encarcelado por negarse a aceptar el «Acta de Sucesión» donde se afirmaba que el rey Enrique VIII debía ser la cabeza de la Iglesia en Inglaterra. Después de meses de cárcel, durante los que mantuvo silencio, un falso testigo juró haberle escuchado negar el poder del rey y el Parlamento sobre la Iglesia. Viéndose perdido proclamó en Westminster Hall su discurso final: «Viendo que estáis dispuestos a condenarme, Dios sabe como, quiero ahora, para desahogo de mi conciencia, exponer de manera clara mi opinión sobre la acusación y sobre vuestro estatuto. La acusación se basa en una Ley del Parlamento que está en directa contradicción con las leyes de Dios y de su Santa Iglesia, cuya suprema dirección no debe arrogarse ningún soberano ni ley. Por derecho, le corresponde a la Santa Sede de Roma, como privilegio especial que nuestro Salvador, cuando aún moraba en el mundo, otorgó a San Pedro y sus sucesores. Pero sea como sea: no buscáis mi sangre tanto por esta supremacía, como porque no he querido aprobar el matrimonio» [de Enrique VIII con Ana Bolena].

El juez leyó la sentencia: Tomás Moro, reo de alta traición, debía ser arrastrado, colgado en la horca, amputado en vida de pies y manos, rajado aún vivo, etc... Moro respondió: «En "Hechos de los Apóstoles"leemos que Pablo guardaba las ropas de los que apedreaban a Esteban. Pero hoy ambos son santos en el Cielo, y allí son amigos para siempre. Espero y rezo de corazón que aunque me condenéis en la tierra, nos encontremos para nuestra eterna salvación en el Cielo».


22 de junio de 1535