Estreno
«Salt»: La espía enigma
Director: Phillip Noyce. Guión: Kurt Wimmer. Intérpretes: Angelina Jolie, Liev Schreiber, Chiwetel Ejiofor, Daniel Olbrychski, August Diehl. USA, 2010. Duración: 100 min. Thriller de espionaje.
Sorprende que el cine americano resucite a los rusos como villanos de hoy y de siempre, como si la Guerra Fría no fuera un recuerdo de antes de la Perestroika. Eso le da un aspecto a «Salt» a la vez «demodé» y actual, sobre todo si tenemos en cuenta que hace poco los servicios de inteligencia norteamericanos descubrieron a unos agentes infiltrados rusos viviendo apacibles vidas yanquis. La vertiente «política-ficción» de la película es tan disparatada que nos obliga a desviar la atención hacia un aspecto más genérico, que se vincula con un movimiento neoparanoico que series tan ejemplares como «24» han vuelto a poner sobre el tapete audiovisual. Se agradece que Noyce, acostumbrado a los espías gracias a Jack Ryan, no dé explicaciones. «Salt» tiene la concisión de un episodio piloto dirigido por J.J. Abrams: si recordamos que el papel de Jolie fue concebido para Cruise, la sombra de «Misión imposible» también nos parecerá alargada. Jolie imprime a su personaje (un verdadero folio en blanco que nunca deja que le escriban, indomable en su resistencia a la estabilidad) una ambigüedad magnética: aunque la invulnerabilidad de Salt es inverosímil, la Jolie la encarna con la convicción un punto opaca de quien puede estar en cualquiera de los dos bandos porque ha nacido con la ambigüedad pegada a los labios. No hay tiempo para desarrollar a los personajes, porque deben ser delgados como un naipe con dos caras. La acción enseña la una o la otra indistintamente, como si la honestidad de los que defienden al presidente de EE UU del ataque de una agente rusa programada para matar fuera signo inequívoco de la era del simulacro. Es éste un «Mensajero del miedo» para tiempos digitales, aun cuando todas las escenas espectaculares estén rodadas a ras de suelo, con un ímpetu realista que la Jolie, de cuerpo entero, interpreta con la solvencia de una especialista adicta al transformismo.
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