Barcelona
Para una inmensa minoría de lectores
La narrativa en castellano actual no renuncia a la calidad para llegar a grandes públicos
En este siglo XXI de sobreabundancia de oferta cultural de ocio, es más que nunca la hora del lector... entretenido, se podría decir parafraseando la célebre expresión de José María Castellet. La tendencia, en estadísticas, abunda en la narrativa de género –histórico, policiaco– pero siempre la edición es un «totum revolutum» en el que también se encuentran textos de un calibre literario más ambicioso. Destaquemos algunos títulos para ilustrar lo apuntado. Begoña Aranguren obtuvo el premio Azorín con «El amor del Rey» (Planeta), la historia de la amante de Alfonso XIII con la que tuvo dos hijos ilegítimos. Lorenzo Silva dio la quinta novela protagonizada por sus guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, «La estrategia del agua» (Destino), que cuenta cómo éstos se enfrentan al caso de un hombre muerto con dos tiros en el ascensor de su casa. Silva es uno de esos escritores que dotan a sus novelas de un fondo social que podemos identificar con las luces y sombras de la España actual. Y algo de eso hay en una novela también de trama misteriosa en la que se reflejan las ciudades de Barcelona y Madrid con mucho humor, «Uno de los nuestros» (Temas de Hoy), de Carlos Luria, que narra los intereses y crímenes alrededor de unos laboratorios farmacéuticos.
Sobrevivir a MauthausenEn la línea de abordar una situación actual que conecte con el pasado más dramático se mueve el último premio Nadal, «Lo que esconde tu nombre» (Destino). Lo recibió Clara Sánchez por esta novela en la que su protagonista, una joven embarazada, conoce a dos ancianos noruegos y a un superviviente del campo de exterminio de Mauthausen. Se trata de un viaje en el tiempo, hacia la redención metafórica; como en «Dublinesca», de Enrique Vila-Matas (Seix Barral), donde un editor jubilado visita Irlanda en pos de vivir una suerte de huida literaria, de conjunción con el «Ulises» de Joyce. La calidad narrativa de estos dos autores y su fuerte impronta comercial comparten librería con artistas que siempre proporcionan excelencia estilística, atrevimiento argumental y profundidad sentimental. En el primer caso, cabe señalar los ocho cuentos de «La ciudad desplazada» (Pre-Textos), de José María Conget, siempre deslumbrante en su tono narrativo, irónico, sutil, melancólico y humorístico. En el segundo, hay que mencionar a Luis Magrinyà y su «Habitación cerrada» (Anagrama), según él mismo una novela que es como «una instalación narrativa» que mezcla diversas historias sorprendentes en tiempos y espacios distintos. En el tercero, «Ojos que no ven» (Anagrama), de José Ángel González Sainz, que recrea la vida de una familia que se desplaza al norte en busca de hallar otras oportunidades labores. Una novela que conjuga tres generaciones de personas humildes que afrontan la crueldad de los tiempos que les ha tocado padecer. Por otra parte, es necesario reseñar parte de la numerosa presencia de literatura venida de América Latina que, en tantas ocasiones, es sinónimo de gusto por cuidar la lengua castellana. Ejemplo de ello es Hernán Rivera Letelier con «El arte de la resurrección» (Premio Alfaguara), la historia del Cristo de Elqui, un predicador cutre que busca en el desierto a una prostituta devota de la Virgen. Todo con un gran sentido de la sutileza humorística y un estilo narrativo enjundioso. Como igual de enjundioso, aunque algo más barroco, es el del cubano Abilio Estévez, como se aprecia en «El bailarín ruso de Montecarlo» (Tusquets), novela sobre un estudioso de José Martí que es invitado por una universidad española y cuyo viaje se convertirá en un enfrentamiento con sus propios anhelos y recuerdos. Asimismo, cabría tener en cuenta al mexicano Daniel Sada y «Ese modo que colma» (Tusquets), conjunto de relatos donde el autor mexicano literaturiza las pasiones y hábitos más significativos de su país. Mucha y variada literatura para, como dice Alfredo Bryce Echenique en un cuento de «La esposa del Rey de las curvas», encarar esta vida nuestra, «chata y angustiosa, y, a la vez, sumamente aburrida, muy a menudo, y, para colmo de males, sin un desenlace conocido».
✕
Accede a tu cuenta para comentar