Zaragoza
Polémica interesada por Cecilia García
Me sé la letra y la música. La bondad de una medida política o social no puede estar al albur de cuál sea el partido que la propone. Fue indignante el comportamiento de los sindicatos, que renunciaron a su esencia al no convocar una huelga general en condiciones a un gobierno socialista. Ya veremos que harán ante el ejecutivo de Rajoy. La Plataforma del Voluntariado ha caído en la misma trampa. Les asiste toda la razón cuando manifiestan que los voluntarios no son manos de obra barata, pero pierden la ídem al montar una escandalera porque Ana Botella haya sugerido la presencia de voluntarios en las bibliotecas. Antes que Botella, ya ejecutó esta decisión el socialista Juan Alberto Belloch en Zaragoza, y los ministros de Cultura de Zapatero en la Biblioteca Nacional. Entonces nadie alzó la voz. Silencio absoluto que es sinónimo de acatamiento o quizá de ignorancia sobre lo que se estaba haciendo. Pero si Ana Botella lanza la propuesta... se azuza la escandalera.
No hace falta ser un genio para saber que a la alcaldesa no le van a dar ni los cien días de cortesía. Para los simpatizantes de izquierda –aunque no para los más templados que ejercen cuando procede la autocrítica– Ana Botella es un bulto sospechoso capaz de las mayores tropelías que uno pueda imaginar. Simplemente no se la traga y haga lo que haga contará siempre con el descrédito de los que un día sí, y un mes también, le buscan las cosquillas. Otra cosa es que se las encuentren.
Lo más sensato sería dejarla trabajar y que vaya asumiendo sus aciertos y sus errores. Democracia es tolerancia para las ideologías ajenas. Porque es injusto que unos siempre tengan la presunción de inocencia y otros la de culpabilidad.
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