Nueva York
OPINIÓN: Suárez Illana señor y torero
Andaba por Fitur con una elegancia natural, como si estuviera haciendo el paseíllo vestido de corto en la plaza de Chinchón. O como si fuese a tentar unas becerras en El Palomar. Entre aquella marea humana de pabellones y actos de presentación, Adolfo Suárez nos acompañaba para presentar oficialmente el «I Circuito Nacional de Aficionados Prácticos Taurinos». Una iniciativa que pusimos en marcha con Nacho Moreno de Terry y Eduardo Dávila Miura, que se encontraba dando una conferencia en el Club Taurino de Nueva York. Los tres, de común acuerdo, pensamos que nadie mejor que Adolfo para hacer el paseíllo de nuestro debut en Fitur. Porque Suárez Illana ha sido «aficionado práctico» en numerosas ocasiones, compartiendo cartel con las principales figuras de la tauromaquia. Porque antes que político, o incluso abogado, Adolfo, se siente torero. Y orgulloso, además, de decirlo. Torero dentro y fuera de los ruedos, lidiando las dificultades que puedan presentarse siempre con señorío. Con la dignidad y grandeza de representar a su querido padre, como en la reciente entrega del «Toisón de Oro» por parte de Su Majestad el Rey a Nikolas Sarkozy. Aguardábamos aún en el patio de cuadrillas de la sala, y Adolfo nos hablaba de sus vivencias, de su amistad con Juan José Padilla. O del brindis que un buen día un chiquillo, que años más tarde sería presidente del Gobierno, le hacía a quien después sería novia y esposa. Me emociona enormemente la foto –Premio Ortega y Gasset de Periodismo– que el mismo Adolfo hizo a su padre paseando con Don Juan Carlos, cuyos beneficios donó a la Fundación Alzheimer. Puedo prometer y prometo que el hijo de quien es tan querido y admirado por tantos, es tan grande como su augusto progenitor, Don Adolfo Suárez, señor de Cebreros y padre de la democracia española.
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