Artistas

«Los hijos se han dormido»: Chéjov aquí y ahora

Autor: D. Veronese, a partir de «La gaviota», de A. Chéjov. Dirección: D. Veronese. Escenografía: A. Negrín. Iluminación: S. Blutrach. Reparto: M. Alterio, D. Martín, M. Rellán, P. Rivero M. Salas, M. Gutiérrez, A. Soto, A. Lara, S. Sánchez, G. García Millán. Naves del Español-Matadero. Madrid.

Marina Salas, Pablo Rivero y Ginés García Millán, en la obra
Marina Salas, Pablo Rivero y Ginés García Millán, en la obralarazon

Si en el teatro de Anton Chéjov nada ocurre y todo ocurre, dependiendo de en qué estrato se quede la observación, y si se acepta que al profundizar estamos probablemente ante el gran autor de la vida cotidiana con sus cotidianas decepciones, deseos, amores y esperanzas, la conclusión lógica es que los textos del autor ruso parecen escritos para una puesta en escena de Daniel Veronese. Tras abordar «Las tres hermanas» y «El Tío Vania», el director argentino ha hecho suya «La gaviota» en «Los hijos se han dormido», una celebración de la comprensión emocional gracias a una de las bazas que domina: lograr un naturalismo despreocupado. Para ello, pule las aristas decimonónicas para que su «Gaviota» se ajuste a los parámetros de una fluidez contemporánea, corta y añade escenas y diálogos –bucea en «Hamlet» en esta historia campestre de actrices y dramaturgos enamorados y atormentados– y roba la respiración con su forma de solapar los diálogos, cuajados de miradas y gestos al margen, como anotaciones en la carne de sus actores.

Su mérito, demostrado anteriormente con repartos españoles –la brillante «Mujeres soñaron caballos», su potente «¿Quién teme a Virginia Woolf?»–, es lograr que el reparto asimile ese código. Y lo hace, porque hay madera: Susi Sánchez es una enorme Arkadina, potente y dominadora, Malena Alterio una deliciosa Mascha, la eterna desdeñada, en uno de sus mejores papeles, y otro tanto le pasa a Malena Gutiérrez como Polina. Todo rabia es el intenso Kostya de Pablo Rivero, y una sombra, el pusilánime y divertido Ilia de Alfonso Lara. Bien por su parte Diego Martín, Aníbal Soto y Miguel Rellán, y le va perfecto el papel del intenso y deseado Trigorin a Ginés García Millán, que cuadra al literato. Pero merece la pena detenerse en Marina Salas, una joven actriz que crea una Nina rebelde, alegre y entusiasta, una «gaviota» viva y de hoy en día cargada de dulzura que, con tiempo y trabajo, promete.