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Y nadie dimite por José Antonio Vera
Lo más llamativo de las pasadas elecciones es que, tras el batacazo del PSOE, el peor resultado de la historia del partido con diferencia, nadie haya dimitido aún. Ni ha dimitido ni piensa dimitir, por lo que se ve. Ocurrió ya en las pasadas municipales y autonómicas, con un balance igualmente desastroso, pero sin asunción de responsabilidades por parte de nadie. Lo cual nos da una idea de cómo la política se ha convertido en una forma de vida y, salvo honrosas excepciones, sus responsables lo que quieren es sobrevivir a toda costa, sea cual sea el escenario. Son profesionales de lo público y ninguno quiere volver al despacho o a la Universidad, salvo honrosas excepciones, como Antonio Asunción o Joaquín Almunia.
Paradigmático es el caso de Rubalcaba. Lleva más de treinta años en política y siempre se las apaña para continuar, aliándose con quien en cada momento ocupa el poder. De ahí que fuera primero hombre de González y después de Almunia y más tarde de Bono y finalmente de Zapatero. El objetivo político del ex candidato socialista es sobrevivir, y por eso cuando alguien me comentó que si Alfredo sacaba menos de 125 escaños se iría a su casa, le respondí: «Creo que eso no lo verán tus ojos». Rubalcaba nunca se va. Siempre se queda, y si saca menos de 120 diputados se las arreglará para dirigir el partido o el grupo parlamentario, eso sí, aparentando que son los militantes los que se lo piden, ya que lo que él «en realidad quiere» es irse. ¿Irse? Rubalcaba desconoce el significado de esa palabra, salvo cuando se la aplica a otros. El objetivo último y primero de su existencia es la supervivencia. No sé irá nunca a no ser que alguien le eche. Y ese alguien creo que aún no ha llegado al PSOE.
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