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Tony Isbert: «Mi madre nunca envidió a las guapas»

LA RAZÓN regala el viernes «Mi marido y sus complejos», protagonizada por María Isbert 

Tony Isbert
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Bueno, la madre está pero no está, o sea, que ha cumplido 95 años, tiene lagunas, le falla la memoria y le conviene pasar de entrevistas por prescripción facultativa, cosa que nos sucederá a todos, más o menos, si alcanzamos tan provecta edad. A falta de María Isbert, que es mucha falta, le damos voz a su hijo mayor, Tony, también actor, no faltaba más.

Actor por genes. Porque hablar con un Isbert es hacerlo con parte de la historia teatral y cinematográfica del país. Es hablar con un carro de la farándula que empezó a rodar en el XIX: Pepe Isbert, el padre de María, el abuelo de Tony, nació en 1885. El caso es que el viernes próximo este periódico regala la comedia «Mi marido y sus complejos», con María Isber. Se estrenó en el 69. Tony ya acompañaba menos a su madre a los rodajes porque él ya estaba también en ellos. Ese año interpretaba «Carola de día, Carola de noche», con Marisol. Nacía un galán.

«Mi madre –cuenta Tony– tenía una luz especial. Repasaba conmigo los diálogos de los guiones, de las obras de teatro. Me deslumbrada su talento, su gracia. Ahora está con altibajos. Echa de menos el trabajo. Nos pregunta que por qué no la llaman, y tenemos que inventar mil disculpas. Le falla la memoria, no puede comprometerse a nada, pero si por ella fuera...Eso sí: se acuerda de los cumpleaños de todos sus hijos y de sus nietos.

-No sabía que fue muy amiga de Manolete.
-Sí, era muy aficionada a los toros y al glamour de ese mundo. Y también muy aficionada a tener hijos. Es muy religiosa y tradicional. Ella decía que había que tener los hijos que vinieran. Y vinieron diez. Vivimos siete. Nunca tuvo nada de ella. Todo lo daba. Recuerdo que repasaba las medias y pedía permiso para comprarse unas nuevas.
(Una madre irrepetible, me dice Tony, «que siempre se desvivió por sus hijos, sobre todo por mí, que he sido el garbanzo negro de la familia». María era la fea desgarbada y graciosa del cine español, ideal para papeles absurdos y surrealistas, para la astracanada. «Siempre se vio fea y nunca tuvo envidia de las guapas», cuenta Tony. Cuando Buñuel la descubrió dijo: «¿De dónde ha salido ésta? Es la cómica del absurdo». Claro: era hija de otro rey de lo tragicómico, el gran José Isbert. Dice Tony que fue su padrino, que era entrañable, que les hacía reír con sus payasadas a todos los nietos).
-Diez hijos: hoy eso se ve como una barbaridad.
-Claro. ¿Dónde los metes y cómo los mantienes? Nosotros, los hermanos, nos íbamos pasando los libros y la ropa, de mayor a menor; un abrigo mío llegaba a usarlo hasta el más pequeño.
-María logró reunir en «La casa de los Martínez» a sus siete hijos.
-Sí, y cantamos en alemán. Lo hablamos todos; mi padre era un Spitzer.
-Pero usted salió poco alemán.
-Poco disciplinado, sí. Me tocó la época propicia para ser rebelde. Gané demasiado dinero siendo muy joven y me di a la juerga. Fui lo que entonces se llamaba un calavera. Es difícil decir no a la vida fácil. Pero no me arrepiento de nada: me gusta mirar al futuro y aprender de los errores del pasado.
-Debe de tener la sensación de que es actor por imperativo genético.
-Sí, pero me costó mucho aprender a hablar para actuar. Tenía voz de pato. Me doblaron en las primeras películas.
(El abuelo sigue muy presente. Empezó en el cine mudo y al final se quedó mudo: «Le acabaron quitando las cuerdas vocales; fumaba cinco paquetes de "Ideales"al día; murió de pena, por no poder hablar y sentirse inútil; jugábamos a la canasta, y cuando le hacía alguna pifia escribía en la pizarra: "Me vas a oír"». Tony tiene en casa el retrato que le hicieron a su abuelo cuando le otorgaron la Medalla de Oro del Trabajo. «Perdió muchos trabajos en el extranjero por no saber idiomas; su obsesión fue que todos sus hijos aprendieran varios; mi madre habla cuatro»).
-No sé si llegó a trabajar con ella.
-Sí, en el teatro. Pero nunca en el cine. Y una vez en televisión.
-Tampoco sé si le pesó demasiado el apellido.
-No. Lo he llevado con orgullo.
-Y ahora, ¿cómo le va la vida?
-He hecho un autosacramental y he terminado una serie para Cuatro: «Ángel o demonio». Y voy a interpretar pronto otra obra de Jaime Salom. Hasta hace poco hemos estado de gira con una obra suya, «Esta noche no hay cine». ¿Sabe? Después de 43 años de profesión siento que lo tengo todo sin hacer. Lo espero todo del futuro. Ya quisiera ZP tener la mitad de optimismo que yo.
-Así da gusto.
-Claro. Me llaman mucho del teatro. No me falta nunca, es el pan mío de cada día.
(Tony, alto, delgado, puro nervio, es uno de los tipos más simpáticos que conozco. Dice que no le pesan los 43 años de profesión. Ni los 25 de casado: «Todos decían que nuestro matrimonio iba a durar lo que un caramelo en la puerta de un colegio, porque yo en mis tiempos juveniles cambiada de novia cada mes; pero ya ve, no sólo hemos durado, sino que hemos durado bien»).