Conciertos
Kiko Veneno: «He sido muy díscolo»
Publica «Dice la gente», su primer disco en cinco años
Hace años que llegó volando, en un Mercedes blanco, cantándole a la vida, a los gitanos de Bolonia y cosas así. Se le respeta, y no por casualidad. A su trayectoria, plagada de momentos geniales, el catalán más andaluz suma «Dice la gente».
-¿Importa lo que dice la gente?
-Hombre, claro, aunque yo no pienso mucho en ello. Siempre he ido contracorriente y he dicho lo que quería. Pero lo que dice la gente es la filosofía popular, que tantas veces he reflejado en mis canciones. Hay que ser original. Eso sí, una bacteria más, como dicen Los Delinqüentes.
-Han pasado cinco años desde su disco anterior. Un tiempecito...
-Sí, es el décimo original que hago en 34 años. Empecé en 1977 con «Veneno».
-¿Quizá las cosas últimamente no estaban para cantar mucho?
-Hacer canciones es mi profesión. Yo hubiera publicado dos o tres elepés por año, que es lo que hacían Bob Dylan, Serrat, los Beatles... Sacar uno cada cuatro o cinco no estaba entre mis objetivos. Pero el mercado aquí es más pequeño y a mí nunca me han dado esa facilidad. Además, no me gusta alardear de artista. Si lo soy es porque alguien está dispuesto a pagar mis «artisterías».
-Y supongo que ahora la industria no está para tirar cohetes.
-Ha sido así siempre. Y para mí nunca ha estado mucho. También yo he tenido carencias. Saqué un disco, «Veneno», con Raimundo Amador, que rompió los moldes de la música española, y al año siguiente estaba grabando con Camarón. Pero eso se deshizo por la guasa y la falta de estructura y de fe. Con «Veneno» había tocado el cielo, y de pronto me vi desasistido y solo. Hasta 1982 no conseguí hacer un disco, como «Échate un cantecito», en el que pude sonar de nuevo a gloria.
-Pero ha conseguido ser respetado. Los «modernos» le tienen en sus i-pods junto a Dylan y Cohen...
-¡Hombre!, eso para mí es un triunfo. A veces no he logrado discos maravillosos por falta de acierto y porque el ansia me ha podido. Y en este país hay que calcular muy bien los aliados, los socios, los valedores. Yo he sido muy díscolo y salvaje. No comulgo con nadie ni hago la pelota. El arte son dos brochazos, y no hace falta creerse nada.
-«Cadena de oro, mentiras de plata»... ¿Cuál es el valor de una persona en la Bolsa de Nueva York?
-Muy poco: sólo importa el valor del dinero, las cotizaciones. La economía es la ciencia que se ocupa de los bienes escasos. Economizar es no despilfarrar. La economía actual se caracteriza por todo lo contrario. Es el desenfreno y el despilfarro.
-África está presente en el disco...
-Sí, tiene una impronta africana, porque buscaba una espiritualidad que en España cuesta trabajo encontrar: en los últimos 30 años todo el mundo quería tener pisos en la playa y el resto importaba un carajo. Somos un país de bulla que ha perdido sus costas y sus parajes naturales. Hasta el idioma, que hemos destrozado en aras del dequeísmo y de un habla improvisada, imprecisa y con menos contenido.
-Dice: «El mundo tiene mucha prisa y yo prefiero una sonrisa».
-Rabindranath Tagore, que le sonará a chino a los jóvenes de hoy, decía que el progreso es una pamplina: el único progreso es la felicidad, entendernos. Lo otro es ansia de crecer.
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