Lusaka
«Católica»: la marca que todos reclaman
Grupos chavistas, cismáticos o imitadores reclaman una palabra que inspira firmeza y universalidad
MADRID– «Cristiano es mi nombre y católico mi apellido», escribió San Paciano de Barcelona en el 375 d.C. Desde entonces son muchos los grupos, grupúsculos y sectas que han reclamado el prestigio de la marca «católica», incluso imitando el lenguaje, los símbolos y las vestimentas de la Iglesia de Roma.
Un caso moderno y paradigmático de escisión por desobediencia es el de Enmanuel Milingo, quien fuera arzobispo de Lusaka (Zambia) de 1969 a 1983. Excomulgado en 2001 y reducido al estado laical, organizó su propia iglesia anticelibato en África, la Iglesia Católica Apostólica Ecuménica de la Paz.
Si Milingo ilustra un caso moderno, uno más clásico es el de la escisión de los veterocatólicos, que se separaron de Roma cuando se aprobó el dogma de la inefabilidad del Papa en 1870. Entre ellos había obispos católicos que más adelante ordenarían de forma válida (pero ilícita) a numerosos sacerdotes con poder para confesar, consagrar o realizar matrimonios.
Una de sus escisiones más extravagantes fue la Iglesia Católica de los Mariavitas, fundada en 1906 en Polonia por dos curas excomulgados y una religiosa franciscana. Los mariavitas promovían uniones entre sacerdotes y religiosas, que llamaban «matrimonios místicos».
Quizá el primer caso de cisma «étnico» se dio en la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, fundada en 1861 por curas mexicanos que buscaban emanciparse del clero «español». Su actual «obispo primado» reclama el título de «excelencia reverendísima» y busca atraer fieles en santuarios como el de la «Santísima Hostia Sangrante».
Las razones para separarse de Roma son de lo más diverso. En 1957 el arzobispo brasileño Carlos Duarte decidió crear la Iglesia Católica Apostólica Brasileña acusando de «colaboracionista» la relación entre la Santa Sede y los totalitarismos europeos. Su clero viste de civil en las liturgias.
La política también puede ser la causa para crear una nueva iglesia. Los principios «bolivarianos» y el objetivo cristiano de ayudar a los pobres fueron la excusa para crear en 2008 la Iglesia Católica Reformada de Venezuela, obra de un grupo de (ex) sacerdotes católicos, luteranos y anglicanos: predican los valores del socialismo de Chávez con un barniz de evangelio. Han creado su propia «orden franciscana de los pobres», aceptan las prácticas homosexuales, el divorcio y el clero casado.
El caso más conocido en España es la Iglesia Católica Palmariana. Clemente Domínguez, un corredor de seguros sevillano, fue su fundador y autonombrado Papa (Gregorio XVII»). Aseguraba que la Virgen le había encomendado librar a la Iglesia Católica de la herejía y del comunismo. Contrarios al Concilio Vaticano II, los «palmarianos», hoy unos pocos cientos, rezan su propio credo y veneran como santos a Francisco Franco y Cristóbal Colón.
Por último, no hay duda de que la más importante de todas las comunidades de catolicidad cuestionable es la Asociación Patriótica Católica China, con unos 6 millones de fieles: en teoría aceptan la moral y la liturgia católicas y el Magisterio del Papa, pero bajo la tutela del Partido Comunista Chino, en la práctica dependen de los funcionarios de Pekín y no de Roma.
Muchos reclaman la marca «católica», pero desde que Cristo dijo a Pedro «apacienta mis corderos», la Sede de Pedro ha sido el criterio de unidad bajo esa palabra.
Aunque se vista de seda...
En la primera imagen aparecen sacerdotes de la Iglesia Católica Reformada de Venezuela (inspirada en el socialismo de Hugo Chávez). La segunda presenta a tres sacerdotes de la Iglesia Católica Apostólica Antigua del Río de la Plata (veterocatólicos) celebrando una de sus «misas». Este grupo, presente en distintos países de Latinoamérica, utiliza ropas litúgicas singulares y admite el clero femenino. Por último, en la tercera imagen se pueden ver «obispos» de la Iglesia Católica Apostólica Argentina, pertenecientes a la rama veterocatólica, que tienen su origen en un grupo de sacerdotes disconformes con la inefabilidad del Papa.
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