Cuenca
«La Codorniz» vuela en el Reina Sofía
«Coturnix coturnix» es el nombre científico de ese ave galliforme pequeña que levanta el vuelo para emigrar, la cordoniz. Sin embargo, además del ejemplar bídepo y alado de tonos pardos y ocres, el panorama cultural español conserva el suyo propio, una revista de pequeño formato cuyo primer número vio la luz un 8 de junio de 1941 con Miguel Mihura al timón y que supuso un oasis en una España que tenía abiertas de par en par las heridas de la guerra
En los años cuarenta, el ambiente artístico y cultural nacional es árido, aunque surgen algunos brotes (no sólo a golpe de pincel) en medio del secarral. Con ese planteamiento se ha acercado Manuel Borja-Villel, director del Museo Nacional Reina Sofía, a «La Codorniz» a la hora de darle su sitio dentro del mundo cultural que le tocó vivir.
Abiertos a otros formatos
En la segunda fase de reordenación de la colección, dedicada a la pintura desde 1945 a 1968 (cuyo título es «¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido»), la revista se alza con voz propia en uno de los hallazgos más felices de esa relectura del arte español: «Estoy seguro de que va a ser una sorpresa para el visitante. Estamos en un museo de arte contemporáneo y que se exhiba una colección de ejemplares de una publicación no es lo usual, pero estaba ahí y nosotros somos un museo abierto no sólo a formatos artísticos clásicos: la cultura y la experiencia estética están presentes de diversas maneras. Lo que contamos es una variedad de historias y, dentro de ese discurso, ‘‘La Codorniz'' exhibe un peso específico con figuras del nivel de Tono, el propio Mihura. Hemos intentado trazar una historia que tenga un sentido de mundo global. La revista entronca con las raíces españolas».
El escritor Luis Alberto de Cuenca se felicita de esta recuperación «tan feliz. Me parece fantástico y tremendamente interesante que se convierta en un objeto museable a la altura de cualquier otra obra artística con la que se mide de igual a igual y conversa. La idea es espléndida. Ya era hora de darle al humor gráfico español su sitio», señala e insiste en la importancia plástica y artística «de aquella otra generación del 27. Mediante el humor dijeron lo que otros no podían decir. Lo suyo fue liberarse y romper el férreo corsé del régimen de aquellos años», opinión que comparte Antonio Bonet Correa, director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando: «Gracias a esa revista se pudo liberar el mundo de la cultura del corsé del régimen. Me parece maravilloso que se reconozca el papel que jugó», dice, aunque señala que aún no ha podido ver las salas. «El humorismo fue muy importante y gracias a él se pudo acceder adonde no se hubiera podido de otra manera», apostilla.
La ventana de Ramón
Una ruptura y una visión diferente que el director del museo explica así: «Aparcar la idea de modernidad única, clásica, relacionada exclusivamente con la pintura y la escultura. Hay mucho más. La contemporaneidad en cada país posee una dimensión temporal y espacial distinta. En ese contexto de los grandes de los 40 y los 50 había otras historias y otras voces.
Una parte de la intelectualidad de la época se refugia en el humor, sencillo en los comienzos y con una importante carga de acidez en los 60 y los 70, pero que permite cierta experimentación, mantener una actitud de vanguardia, crear, ofrecer una visión nueva», asegura. El galerista Guillermo de Osma se felicita por esta recuperación y recuerda un «Homenaje a ‘‘La Cordoniz''» que le dedicó en 1949 Studio, «una de esas galerías heroicas pionera en muchas cosas. El catálogo era impresionante, aunque hoy es imposible hacerse con uno. Me parece un acierto la recuperación y reivindicación de esos valores estéticos, artísticos, satíricos y agitadores que podían tener comparación con lo que en aquellos años se hacía en Alemania o Francia», recuerda De Osma, «codornicista» confeso desde niño y «amante del arte de aquellas páginas que no eran para progres, sino para todos, de ahí su valor. La sociedad se reía con ella y es justo que se les dé su lugar. Ojalá hubiera una ‘‘Codorniz'' hoy».
Se exhiben una decena de números de principios de los años 40 que el museo ha comprado. La vitrina deja ver grafías, colores y ese humor absurdo tan característico. Frente a «La Codorniz», un compañero de viaje absolutamente indispensable, Gómez de la Serna, según lo define Charo Peiró, responsable de colecciones del museo y alma mater de la reordenación: «Era necesario tenerlo aquí dentro de la idea de la figuración como lo que es reconocible, lo utilizado en la cultura popular y que entonca con la idea de lo humorístico y lo absurdo. Se expone una ventana que él tenía en su despacho y que nos ha cedido el Ayuntamiento de Madrid en préstamo. Es un pilar de la vanguardia», comenta. Borja-Villel lanza una pregunta: «¿Qué pasa en los años 40? Existe un arte oficial, una tradición de pintores que se afanan por recuperar la tradición paisajística dentro de la tendencia figurativa y "La Cordoniz''. Una vez que se reconoce resulta obvio, es cuestión de saber verlo», dice, y añade que «la generación de los 50 desarrolla elementos de vanguardia, aunque las circunstancias políticas no lo permitían. Están Tàpies y Saura y también la sátira de esta revista», en la idea de que el museo no debe explicar, «porque si lo hace mata la magia. Tú muestras y que el espectador extraiga sus conclusiones. Así, la obra florece y adquiere un valor propio».
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