Miami
Fraile contará todo lo que sufrió con Julio Iglesias por Jesús MARIÑAS
Ya me parecía a mí que siempre alardeó de conocerlo bien. Calló en el año 85, forzado por las maniobras, celos y envidias del Carlos Iglesias en plan «hermanísimo» casi mafioso, dispuesto a dominar todo el entonces poderoso clan.
Era mucho lo que había que contar o denunciar. Pero Alfredo Fraile optó por un silencio elegante, parece que ahora roto con lo mitigador que resulta el tiempo. ¿Qué pasó para que Fraile optase por el discreto silencio sin denunciar, como había hecho casi al tiempo José María Castellví con el casi maltrato, más de palabra que de obra, recibido del cantante que presumía de «soy un truhán, soy un señor».
El título, aparentemente intrascendente, tenía algo de autorretrato, y se dejaba llevar por el ansia trepadora de un hermanísimo, más interesado en brillar socialmente que por sus buenas dotes profesionales para la cirugía. Castellví me hizo caso y dejó el grupo tras una noche humillante y tormentosa padecida cuando Julito debutó en el Palais de Congres.
Más tarde le tocó a Fraile. A Julio no le dolieron prendas, y decían que tenía celos porque su casa ribereña de Bay Point era más confortable que la aparatosa –sólo fachada pese a sus suelos de mármol blanco– de Indian Creek. Acabo de visitarla, como una hija de Fraile hizo el pasado verano con ésa su antigua residencia, luego heredada por Chábeli, Enrique y Julio José conviviendo con la abuela Charo de la Cueva a menos de15 kilómetros de donde Julio nos vendía inexistente armonía y convivencia familiar.
Los trasladaron de España tras el secuestro del doctor Iglesias, afortunadamente solucionado por el comisario Joaquín Domingo Martorell. Fraile y yo viajamos en avión desde Miami sobre las bolsas que contenían el importe rescatador que no se hizo efectivo dada la maniobra audaz de Martorell. Luego le pagó como a todos, desde el siempre servil Jaime Peñafiel, a un Toncho Navas que acabó siendo internado y rehabilitado mentalmente. Recuperó Madrid y fue otro explotado.
Algo o mucho de esto podría evocar Fraile en sus memorias. Pero duda, cambia, recela. Le puede ser un machadiano «hombre bueno». De ahí tanta vacilación y que quizá todo quede en lo bonito de la relación, añoranzas de cuando Isabel viajaba con ellos, reflejos de pasión con Nathalie, Giannina Faccio, el encierro al que Julio sometió a Vaitiare en Suráfrica, o momentos con Anuar el Sadat, Hassan II, del que casi fue asesor, igual que con Berlusconi. Da para unas obras completas repletas de revelaciones sorprendentes. Ojalá se lance.
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